miércoles, 30 de octubre de 2013

EL ÚLTIMO CRIMEN DE POMPEYA


   Mientras íbamos en el coche, comunicaron en la radio mi gran descubrimiento. ¿Cómo se habían enterado tan deprisa?

       Pocos días después me sonó el móvil. Era mi profesor de la Universidad, D. Felipe Rodríguez Álvarez, quien emocionado, me dijo: 

- ¡José María, he oído la noticia por la radio! ¿Es cierto que has descubierto el último crimen de Pompeya? 

- En efecto.-respondí

- Verás, en la Universidad hemos decidido que puedes regresar a Málaga. Sin duda, ningún alumno ha logrado lo que tú. Por tanto, tus prácticas han terminado y, dentro de un mes, serás oficialmente un arqueólogo.

- ¿Qué? ¡No me lo puedo creer! ¿Lo dice en serio?

- Por supuesto. Regresa en cuanto puedas para preparar la documentación.

- De acuerdo, cogeré el primer vuelo que salga, D. Felipe.

- Bien, nos vemos pronto.- se despidió.

    Aún no podía creer lo que estaba ocurriendo. En pocos días mi sueño se iba a hacer realidad.

   Pero, entonces, caí en la cuenta de algo de lo que no me había percatado hasta ahora: Popea. Debía regresar a Málaga y, quizás, no volvería a verla. 

  Esa noche no pude dormir. Estuve pensando en lo que pasaría si me fuera: trabajaría en lo que siempre había querido y volvería a ver a mi familia; pero, si me quedaba, podría empezar una nueva vida junto a Popea.

 A la mañana siguiente, ella llegó al Albergo Margarita para preguntarme cuál iba a ser mi decisión, regresar a España o quedarme en Nápoles:

- La verdad es que aún no lo sé. Siento que debo irme para cumplir mi sueño, pero, a la vez, me gustaría quedarme.

- Debes irte.

- ¿Qué? - pregunté sorprendido.

- Yo estaré bien y tú debes volver a Málaga para convertirte en un gran arqueólogo.


    Entendí que debía marcharme. Popea estaría bien, era una mujer fuerte. Esa misma noche saqué los billetes por internet y recogí todas mis cosas.

   A las 10:00h dejé el albergo, no sin antes despedirme de Doña Margarita y todos mis amigos. En la puerta me esperaba el taxi y en su interior estaba: ¡Popea!

- ¿Qué haces aquí?- le pregunté extrañado.

- ¿No pensarías que me iba a quedar sin conocer tu ciudad, no?

- ¿Vas a venir conmigo?

- Pues claro. ¡No te vas a librar de mí tan fácilmente!

    Faltó poco para que perdiéramos el avión; pero, finalmente, embarcamos y llegamos a Málaga sobre las 14:00h.

   Toda mi familia me esperaba en casa. Estaban muy orgullosos de mi descubrimiento y encantados de conocer a Popea.

    Al cabo de unos días, fui a la Universidad para firmar todos los documentos.

- Me alegro de verle por aquí, Señor Peralta.

- Yo también estoy muy contento de verle a usted D. Felipe.

- Bien, pues, si firma aquí, podré entregarle con mucho orgullo su título.

  No podía creerlo ¡ya era arqueólogo!

  Al salir a la calle recordé mi infancia, en la que mi abuelo me contaba cosas de su vida y me decía que su sueño había sido ser historiador, pero, no pudo conseguirlo a causa de la guerra. Entonces pensé: 

- "Gracias abuelo. Sin tí nada de lo ocurrido hubiera sido posible. Mi sueño y el tuyo se han hecho realidad. Espero que, desde allí arriba, me ayudes de ahora en adelante."

  Hace ya varios años de aquello. Durante unos meses mi vida cambió por completo; fui el hombre más feliz de la Tierra. Actualmente, creo que soy un buen arqueólogo y vivo feliz con mi mujer Popea y nuestra hija Margarita. ¿Os imagináis por qué le pusimos ese nombre?
   

 
  

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