Y dejó caer la nota al suelo. Quería despertar de aquel sueño, aquello no podía ser verdad, sin embargo, lo era. Era todo aquello tan cierto como ellos mismos.
La habitación quedó a oscuras, en silencio. Ninguno dijo nada. Utterson se dirigió en aquel instante hacía la puerta y sin abrir la boca volvió al salón. Todos los empleados esperaban ansiosos una respuesta del abogado. Poco después bajó Poole, justo a tiempo para enterarse de las palabras de Utterson. Ciertamente, explicó todo lo que pasó en aquella habitación, todo con pelos y señales. Tratando de entrar en razón y entenderlo él también. Pero no había cabeza que asimilara aquel hecho.
Ya era de noche cuando Utterson llegó a su casa. Como de costumbre tomó su libro y se sentó en aquel viejo sillón. Pero esa noche fue diferente, no conseguía meterse en la historia. Sólo tenía en la mente aquel suceso y no paraba de preguntarse qué pasaría después porque tenía el presentimiento de que aquello no iba a finalizar ahí. Y entonces, fue ahí cuando se llenó de valentía y agarrando su abrigo mientras se lo colocaba salió por la puerta dirección a la botica donde compró aquellas sustancias.
Llegó y compró todo lo que necesitaba para volver a hacer la receta, tenía que comprobar que aquello era verdad. De vuelta a casa no paraba de hacer reflexiones en voz alta, aun que nadie le escuchaba.
-Jekyll siempre quería llamar la atención, necesitaba sentirse una persona inteligente e importante. -Aun que ya era de por sí inteligente.- Haría lo que fuese para sentirse así. Sólo a él se le ocurriría separar las personalidades de una persona.
Salió del coche y a toda prisa y llamó a al timbrecillo de la casa de Jekyll, en la que actualmente vivía Poole.
-¡Poole, ábreme! ¡Soy Utterson!
Cuando le abrió entró apresuradamente y fue al laboratorio. Una vez allí, ambos hicieron la mezcla y la probaron. No les importaba el riesgo que aquello conllevaba, solo querían saber la verdad. Nada resultó, no hizo efecto. Como Utterson se temía Jekyll manipuló aquellas sustancias.
-¡Lo sabía! -Dijo Utterson.- Sólo podía ser él. Él y su obsesión por el triunfo.
-Tengo un idea Utterson, ven.
Llegaron al gabinete y cogieron un pequeños frasco donde guardaba el brebaje y tomó algunos restos que quedaban.
Al llevarlo al laboratorio hicieron tantos tipos diferentes de experimentos que terminaron por hallar lo que llevaba. El astuto jekyll se la había jugado. Era cierto que compró todo aquello en la botica pero él mismo lo mezcló con aceite, lo que alteró el producto e hizo llevar a cabo su plan.
Utterson sin pensarlo dos veces se dirigió al gabinete y cogió todos y cada uno de los apuntes de Jekyll donde explicaba cómo hizo la desastrosa mezcla y sacó de su bolsillo una caja de cerillas, justo cuando las fue a quemar Poole dijo:
-Eh, Utterson, ¿sabe usted cuanto dinero podríamos ganar por esto? ¿Por qué lo hace?
-¿Prefiere usted, Poole, vivir en una sociedad donde habiten dos personalidades diferentes de una persona, causando estropicios y desgracias a cambio de una cantidad de dinero? ¿En qué mundo vive?
Y entonces ahí encendió una cerilla y la acercó despacio a los papeles. Años de aprendizaje y experimentación desaparecieron al cabo de un minuto. Después solo quedó ceniza y la tranquilidad de que no volvería a pasar más.
Nunca se habló de lo que pasó con Jekyll. Unos dicen que abandonó la ciudad, otros que murió por causa natural... Pero solo aquellas personas sabrían la realidad, sólo ellos conocían el extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde.
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