Hoy, al fin el sueño de Jacob se volvía realidad. Iba a ser tripulante del Rachel, ballenero capitaneado por su padre, Gárdiner. Siempre había soñado con aquel día. Se imaginaba bellas criaturas y seres en lo que él creía que era el mar: un lugar perfecto. Pero sobretodo, soñaba con encontrar a la ballena que aplastó el brazo derecho de su padre, a la que tanto odio le tenía. Éste le contaba historias de sus viajes, adecuándolos, eso sí, a su edad. Y es que Jacob cumplió 12 años la semana pasada. Insignificante para algunos, pero él se consideraba bastante mayor y dependiente.
En el navío rara vez se veía una cara nueva. Por tanto, Jacob conocía a casi todos los tripulantes del barco, al menos de vista. Entre todos, destacaban Henry, James, Isaac y Alyx, la arponera del barco. Pocas naves tienen una mujer de arponera, pero esta se había ganado el puesto a pulso. Era la arponera con más talento que Gárdiner jamás había conocido. Isaac, al contrario, era el más inofensivo de todos. Además de ser el cocinero, entretenía con su buen ánimo y sus malos chistes. Henry era puro músculo, pero siempre tenía buena voluntad. James pasaba el mayor tiempo con Gárdiner, guiándolo y asistiéndole con todas las decisiones que debía tomar.Todos ellos trataban a Jacob como si fuera parte de su familia, lo cuidaban y se preocupaban de él.
Gárdiner no quería poner mucha presión sobre su hijo, pero Jacob insistía cada vez mas en hacer él las tareas. Cuando su padre no miraba, se esforzaba en ayudar en todo lo que podía.
Un día, divisaron una ballena en el horizonte. Prepararon una de las balsas con provisiones, y al momento zarparon. Más sobraba un tripulante, un polizón. Jacob se coló mientras nadie vigilaba la balsa. Al principio, todos estaban furiosos, pero le dieron un poco de tregua. Alcanzaron a la ballena, con un ritmo medio pero continuo. Jacob quiso lanzar el arpón, pero no le dejaron. Alyx se dispuso a lanzar el arma, pero Jacob, jugando como un niño inocente, se tropezó con ella. El disparo fué certero, pero no mortífero. La lancha fue remolcada por el cetáceo cientos de millas. Demasiado rápido para el Rachel, el cual se quedó atrás. Gárdiner quedó destrozado al comprobar que habían perdido la balsa en el horizonte. Habían perdido a varios de sus mejores hombres, entre ellos Alyx y Henry. Pero, sobretodo, estaba de los nervios por la pérdida de su propio hijo. En un intento desesperado por mantener la velocidad, tiraron por la borda parte de las provisiones, aunque no fue suficiente.
En la cabeza del capitán no había sitio para otra cosa que no fuera su extraviado hijo. Durante varias semanas, continuaron con su búsqueda, pero sin ningún resultado. Se cruzaron con otra nave, el Pequod, pero afirmaron no haberlos visto.
Mientras tanto, la balsa seguía a la deriva. Todos habían ya perdido la esperanza, menos Jacob, que creía en su padre. Un día de los incontables que pasaron a la deriva, se cruzaron con otra nave que los recogió, el Alice. Para pagarse el pasaje, debían realizar las tareas, pero tenían alimento y cobijo. La tripulación del Alice eran gente ruda, mercenarios en el mar. Sólo les importaba el dinero y menospreciaban a Jacob y los demás.
Pasó el tiempo, e incluso Gárdiner perdió la esperanza en encontrar a su hijo. Pero para los extraviados, el tiempo no había pasado en vano. Pensaron en amotinarse y tomar el barco por la fuerza. Un día como otro cualquiera, Jacob, con su apariencia infantil, entró en la cocina. Envenenó la cena, sin ser visto y sin atraer sospechas y dejaron que con el paso del tiempo, los marineros fueran cayendo. Llegó el punto en el que eran mayoría, y tomaron el barco por la fuerza. De inmediato, se dirigieron al puerto del cual el Rachel partió.
Por otro lado, el Rachel volvía a tierra, con mucha tripulación menos de la que esperaban en el puerto. Volvían, no por el fin de la temporada, sino porque Gárdiner no estaba en condiciones de continuar su labor de capitán. Durante mucho tiempo, sólo comió lo indispensable, maltratando mucho su salud. Al llegar a puerto, muchos se ofrecieron a llevarlo a su casa, pero fue solo. Cual fue su sorpresa al descubrir que su hijo llevaba días en la casa, esperándole impacientemente. La tripulación que quedó a la deriva junto a él le cuidaron para que no le faltara nada hasta que su padre llegara. Gárdiner no se lo podía creer, y se desmayó de la emoción. Cuando volvió en si, Jacob le contó lo que ocurrió, y tanto él como su padre se prometieron no volver a ponerse en peligro.
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