Los minutos parecían siglos. Nunca acababa ese incómodo momento. ¿Cómo iba a conseguir que Popea me perdonara? Eso no lo sabía, lo que sí era seguro es que no podía ni imaginar lo que sería mi vida sin ella. En cualquier caso, tenía que seguir adelante. Después de analizar la situación, el silencio se fracturó.
-Ya hemos llegado- dijo Popea molesta.
-¿Vienes conmigo?- Pregunté intentando relajar el ambiente.
-No.
Preferí dejarlo estar, e ir solo. Fui corriendo como alma que lleva el diablo y entré. Era una sala bastante amplia, llena de luminosidad, color y brillantez. Pude observar a una mujer rubia con ojos azules. Sostenía en la mano un teléfono, y en la otra un bolígrafo, con el que parecía estar tomando nota de lo que le decía la voz del móvil. Me acerqué intentando molestar lo menos posible, y le hice señas a la muchacha para que me señalara donde estaba Bolarín.
-Subiendo las escaleras, la segunda puerta a la derecha- Me indicó con voz baja. Le di las gracias, me apresuré y llamé a la puerta. Asomé el ojo para ver si había alguien.
-¡Pasa Peralta, pasa!- Dijo Bolarín mientras engullía un bollo.
-¿Quería verme?
-Sí, tengo que hablar contigo urgentemente- decía mientras me escupía trozos de su comida- Me han pedido que mande a alguien para trabajar en una expedición. Les dije que tenía que consultarlo, y he pensado en que seas tú. Me ha gustado mucho como has llevado esta, y sería una gran oportunidad para brillar. ¿Qué me dices?
No podía creer lo que me estaba diciendo. ¡Mi primer trabajo de verdad!
-Claro que sí Bolarín. Es un gran detalle por su parte. Muchas gracias.
-No me des las gracias Peralta, te lo has ganado tú mismo. Espero que lo disfrutes y que te vaya bien.
Le estreché la mano con cara de fatuo, y salí apresurado para darle la noticia a Popea.
-...- Popea no estaba ahí. Inmediatamente cogí el teléfono y la llamé.
-Pop, ¿donde estás?
-Estoy en El Luise.
-¡Tengo que contarte una cosa grandiosa!
-Ahora mismo no tengo ganas de hablar contigo, Chema.
-Por favor Pop, escúchame. Nos vemos en El Luise en cinco minutos, ¿de acuerdo?
Que me colgara fue la interpretación que tomé por un sí.
A los cinco minutos llegué, y busqué con la mirada a Popea. Estaba sentada en la misma mesa de siempre. Me arrimé y cogí asiento.
-No sabes lo que me ha pasado.
-¿Es tan importante?- Dijo Popea sin mirarme.
-Sí. ¿Puedes hacerme caso?- Seguía sin inmutarse.
Se estaba acabando mi paciencia. Entendía su enfado, pero eso de no querer hablarme no lo entendía.
Le cogí de la cabeza, para que me mirase, y le dije:
-Bolarín me ha dado un trabajo como jefe de expedición en Pompeya. Me ofrece un buen sueldo, y condiciones muy agradables. Quiero quedarme aquí, empezar de nuevo, y ser feliz, pero no puedo conseguirlo sin tí.
Se le saltaron las lágrimas y me besó.
-Supongo que eso es un sí- Dije sonriendo.
-Por supuesto que sí, tonto. Pero no quiero que me mientas nunca más. ¿Me lo prometes?
Una sonrisa dice más que mil palabras. El corazón me latía a mil. Era la persona más feliz del mundo. Había conoseguido mi sueño: trabajar de arqueólogo, tener una buena mujer y sobre todo, conseguir la felicidad que de pequeño tanto me costó conseguir. Ahora todo era diferente. Al fín comenzaba mi vida, la vida de José María Peralta Guerrero.
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