Nunca sabría lo que habría pasado si no hubiéramos salvado a aquellos niños, si hubiéramos salido corriendo...
-- ¡¿Qué habría pasado!?-- grité atormentado.Necesitaba desahogarme.
--Pony, ¿qué coño estás haciendo? Duerme ya, Pony, estoy cansado, ya sabes, acabo de llegar de trabajar.-- Dijo Soda soñoliento.
No podía dejar de pensar en eso, no sabía que ocurriría a partir de ahora, que haría en aquellas tardes en las que jugábamos al fútbol en el descampado.No sabía.
A la mañana siguiente me desperté, era domingo y Soda y Darry no estaban allí.
Pegué un salto de la cama. Corrí hasta la cocina, me moría por comerme un pedazo de tarta de chocolate. Abrí el frigorífico, no había tarta, solo un par de huevos y dos cartones de leche, algo había pasado. Alertado observé que había una carta sobre la mesa, junto a ella una extraña carta, un paquete de cigarrillos y un gran fajo de billetes.Acto seguido cogí un cigarrillo, y con ansia empecé a fumar, observé la carta con determinación, en la parte delantera ponía "Soda y Darry, adiós" abrí la carta, leí en voz alta.
--Ponyboy, se que esta no es la mejor manera de que te enteres de esta terrible noticia. Nos hemos tomado la justicia por nuestra propia mano, se que estarías totalmente en desacuerdo con lo que vamos ha hacer, pero no pudimos quedarnos quietos; ahora mismo estará finalizando el juicio y nosotros llevamos unas bombas atadas en nuestro cuerpo, vamos ha hacerlas explotar cuando termine el juicio, todos los sucios socs morirán. Tendrás que dejar la escuela. Soda te ha conseguido un trabajo en la gasolinera, con Steve, habla con el y te enseñará lo que tienes que hacer, el dinero es para que compres comida para el primer mes, la casa la hemos terminado de pagar con nuestros ahorros. Ponyboy, es hora de que empieces tu nueva vida, sin nosotros, tú solo contra el mundo. Suerte. -- Tragué saliva, me vestí y cogí un taxi para los juzgados que pagaría con el dinero que había encima de la mesa.
De camino allí, escuché varias ambulancias, así que reflexioné , era imposible que ambos salieran vivos de aquella, lo mejor que podía hacer es desaparecer, y la manera más rápida de hacerlo era suicidarme, había perdido las ganas de vivir, nadie podía darme motivos para seguir viviendo.Solté un par de lagrimones y dije:
--Llévame al acantilado de Long Beach ,por favor.--
--Eso está bastante lejos, ¿estás seguro de tener dinero suficiente chaval?-- respondió el taxista
--Sí, llévame lo más pronto posible--
Acto seguido, pisó el acelerador y en media hora llegamos allí.
Le dí todo el dinero que llevaba encima, y dije:
-- Tome, quédese con el cambio y váyase. -- Se fue.
Yo solo en la inmensa llanura que acababa con un escarpado acantilado lleno de rocas desgarradoras y puntiagudas. No me lo pensé dos veces, salté.

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