-Cualquiera de la más larga de las bellezas es efímera, querido Dorian -le hablaba al cuerpo inmóvil-. Tú has sido una de las más codiciadas musas... más que cualquiera de la antigüedad. Has sido musa artística para Basil, y vital para mi literatura oral. Me gustaría que hubieras vivido eternamente, para que los amantes de la belleza y el placer, como yo, pudieran estudiarte. Pero te convertiste en tan horrible criatura siendo tan bello... Empiezo a pensar que todas las mujeres bellas que he conocido, me podrían hacer lo mismo a mí. Me haces sentir miedo, curiosidad, asco, repugnancia, atracción, y memorias, querido amigo. En el fondo no cambiaste, sigues siendo alguien completamente sorprendente, aunque tus músculos estén flácidos y tus labios fríos.
He pedido que me hagan un retrato, Dorian. He ido al teatro y he probado a enamorarme... o a encontrar a alguien que quiera enamorarse de mí. Alguien que quiera salvar a este viejo poeta de bastón, de la hecatombe, alguien que me ayude a no escribir teorías sobre la soledad o sobre cuánto es mejor morir a vivir. Pero no hubo suerte, sólo encontré unas pocas de mujeres con exuberantes sombreros, que cada día son más feas, gordas y maleducadas. Ya sólo me quieren los asesinos y los amigos de tercera.
Todas y cada una de las palabras que dije, que te dije, Dorian, las tengo marcadas en la mente. No quiero hablar más de lo que ya hablé.
Querido Dorian, la belleza es algo tan superficial como interior. Los que tienen belleza física, son afortunados. Los que la tienen interior, son agradecidos. Usted, amigo, fue un poco de todo.
Después de terminar su monólogo, Lord Henry se dedicó a pasar el tiempo, a leer y a acicalarse el blanco y tupido bigote. El 29 de Octubre de ese mismo año, falleció. Dejando todo lo material y espiritual que le componía, en su sillón de cuero. En el que solía fumar.
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