jueves, 31 de octubre de 2013
Continuación de Alicia en el País de las Maravillas
Alicia en el País de las Maravillas
Cuando Alicia se fue a merendar (tal como le dijo su hermana), se puso a pensar en que quería que todo el mundo pudiese vivir esa maravillosa experiencia, que ella experimentó.
Años más tarde, cuando ya fue una adulta y formó una familia. Tuvo dos hijos, Amy y Theo, ellos siempre quisieron viajar a aquel País de las Maravillas. Alicia y su marido John, construyeron un parque temático, que representaba a la perfección a aquel extraordinario sueño.
Continuación del libro "Rebeldes"
Nunca sabría lo que habría pasado si no hubiéramos salvado a aquellos niños, si hubiéramos salido corriendo...
-- ¡¿Qué habría pasado!?-- grité atormentado.Necesitaba desahogarme.
--Pony, ¿qué coño estás haciendo? Duerme ya, Pony, estoy cansado, ya sabes, acabo de llegar de trabajar.-- Dijo Soda soñoliento.
No podía dejar de pensar en eso, no sabía que ocurriría a partir de ahora, que haría en aquellas tardes en las que jugábamos al fútbol en el descampado.No sabía.
A la mañana siguiente me desperté, era domingo y Soda y Darry no estaban allí.
Pegué un salto de la cama. Corrí hasta la cocina, me moría por comerme un pedazo de tarta de chocolate. Abrí el frigorífico, no había tarta, solo un par de huevos y dos cartones de leche, algo había pasado. Alertado observé que había una carta sobre la mesa, junto a ella una extraña carta, un paquete de cigarrillos y un gran fajo de billetes.Acto seguido cogí un cigarrillo, y con ansia empecé a fumar, observé la carta con determinación, en la parte delantera ponía "Soda y Darry, adiós" abrí la carta, leí en voz alta.
--Ponyboy, se que esta no es la mejor manera de que te enteres de esta terrible noticia. Nos hemos tomado la justicia por nuestra propia mano, se que estarías totalmente en desacuerdo con lo que vamos ha hacer, pero no pudimos quedarnos quietos; ahora mismo estará finalizando el juicio y nosotros llevamos unas bombas atadas en nuestro cuerpo, vamos ha hacerlas explotar cuando termine el juicio, todos los sucios socs morirán. Tendrás que dejar la escuela. Soda te ha conseguido un trabajo en la gasolinera, con Steve, habla con el y te enseñará lo que tienes que hacer, el dinero es para que compres comida para el primer mes, la casa la hemos terminado de pagar con nuestros ahorros. Ponyboy, es hora de que empieces tu nueva vida, sin nosotros, tú solo contra el mundo. Suerte. -- Tragué saliva, me vestí y cogí un taxi para los juzgados que pagaría con el dinero que había encima de la mesa.
De camino allí, escuché varias ambulancias, así que reflexioné , era imposible que ambos salieran vivos de aquella, lo mejor que podía hacer es desaparecer, y la manera más rápida de hacerlo era suicidarme, había perdido las ganas de vivir, nadie podía darme motivos para seguir viviendo.Solté un par de lagrimones y dije:
--Llévame al acantilado de Long Beach ,por favor.--
--Eso está bastante lejos, ¿estás seguro de tener dinero suficiente chaval?-- respondió el taxista
--Sí, llévame lo más pronto posible--
Acto seguido, pisó el acelerador y en media hora llegamos allí.
Le dí todo el dinero que llevaba encima, y dije:
-- Tome, quédese con el cambio y váyase. -- Se fue.
Yo solo en la inmensa llanura que acababa con un escarpado acantilado lleno de rocas desgarradoras y puntiagudas. No me lo pensé dos veces, salté.
-- ¡¿Qué habría pasado!?-- grité atormentado.Necesitaba desahogarme.
--Pony, ¿qué coño estás haciendo? Duerme ya, Pony, estoy cansado, ya sabes, acabo de llegar de trabajar.-- Dijo Soda soñoliento.
No podía dejar de pensar en eso, no sabía que ocurriría a partir de ahora, que haría en aquellas tardes en las que jugábamos al fútbol en el descampado.No sabía.
A la mañana siguiente me desperté, era domingo y Soda y Darry no estaban allí.
Pegué un salto de la cama. Corrí hasta la cocina, me moría por comerme un pedazo de tarta de chocolate. Abrí el frigorífico, no había tarta, solo un par de huevos y dos cartones de leche, algo había pasado. Alertado observé que había una carta sobre la mesa, junto a ella una extraña carta, un paquete de cigarrillos y un gran fajo de billetes.Acto seguido cogí un cigarrillo, y con ansia empecé a fumar, observé la carta con determinación, en la parte delantera ponía "Soda y Darry, adiós" abrí la carta, leí en voz alta.
--Ponyboy, se que esta no es la mejor manera de que te enteres de esta terrible noticia. Nos hemos tomado la justicia por nuestra propia mano, se que estarías totalmente en desacuerdo con lo que vamos ha hacer, pero no pudimos quedarnos quietos; ahora mismo estará finalizando el juicio y nosotros llevamos unas bombas atadas en nuestro cuerpo, vamos ha hacerlas explotar cuando termine el juicio, todos los sucios socs morirán. Tendrás que dejar la escuela. Soda te ha conseguido un trabajo en la gasolinera, con Steve, habla con el y te enseñará lo que tienes que hacer, el dinero es para que compres comida para el primer mes, la casa la hemos terminado de pagar con nuestros ahorros. Ponyboy, es hora de que empieces tu nueva vida, sin nosotros, tú solo contra el mundo. Suerte. -- Tragué saliva, me vestí y cogí un taxi para los juzgados que pagaría con el dinero que había encima de la mesa.
De camino allí, escuché varias ambulancias, así que reflexioné , era imposible que ambos salieran vivos de aquella, lo mejor que podía hacer es desaparecer, y la manera más rápida de hacerlo era suicidarme, había perdido las ganas de vivir, nadie podía darme motivos para seguir viviendo.Solté un par de lagrimones y dije:
--Llévame al acantilado de Long Beach ,por favor.--
--Eso está bastante lejos, ¿estás seguro de tener dinero suficiente chaval?-- respondió el taxista
--Sí, llévame lo más pronto posible--
Acto seguido, pisó el acelerador y en media hora llegamos allí.
Le dí todo el dinero que llevaba encima, y dije:
-- Tome, quédese con el cambio y váyase. -- Se fue.
Yo solo en la inmensa llanura que acababa con un escarpado acantilado lleno de rocas desgarradoras y puntiagudas. No me lo pensé dos veces, salté.
BLOG DE CONTINUACIONES DE LOS LIBROS. 'AXOLOTL'
Eran las dos de la madrugada cuando desperté sobresaltado en mi habitación, recordando aquella mañana de primavera en la que opté por visitar un acuario en la ciudad de París y mi vida cambió para siempre. De eso hace ya demasiado tiempo, unos treinta años desde que aquel vigilante me despertó del sueño que tuve delante de aquellas hermosas criaturas, tanto me embrujaron que creí haberme convertido en uno de ellos a través de su mirada. A partir de aquel momento supe que mi destino estaba relacionado con los axolotl, y que dedicaría el resto de mi vida a ellos.
Por ese entonces era demasiado joven para lanzarme a la aventura, sin mencionar la desaprobación de mis padres cuando les dije que quería dedicarme al estudio de estas criaturas a la edad de catorce años. Pero pasó el tiempo y fui creciendo y transformándome en un joven ambicioso, así que en cuanto terminé mi Doctorado en Biología Marina decidí independizarme, vivir por mí mismo alejado de los lujos de la casa parisina de mis padres y probar suerte en México, hábitat natural de los axolotl.
Cuando llegué a tierras mexicanas lo primero que hice fue instalarme en una pequeña casita situada en un lago próximo a la ciudad de México, alejado del mundo que conocía hasta el momento y listo para estudiar de cerca a los axolotl.
A la semana de vivir allí, una noche de luna llena, ocurrió algo que me llamó bastante la atención. Terminaba de leer un libro de mitología azteca, entonces me asomé a la ventana para contemplar el lago antes de dormir, como solía hacer a diario, lo que me sorprendió fue una señora que merodeaba por el embarcadero hablando sola, o eso parecía.
Tan rápido como pude, agarré el primer abrigo que encontré junto a la puerta y salí en busca de la anciana; en cuanto me vio aligeró el paso intentando escabullirse, pero entonces le pregunté que con quién estaba hablando, a lo que respondió que hablaba con los pequeños seres que habitaban el lago. Rápidamente supe que se refería a los axolotl y yo quería saber todo acerca de ellos.
Me contó que una noche unos pescadores se adentraron en el lago y jamás nadie supo más de ellos, excepto la señora Anastasia que no podía olvidar a su hijo perdido y cada noche esperaba ante el embarcadero a que algo sucediera, y así fue. Una de esas noches el agua comenzó a ponerse algo turbia y emergió desde las profundidades un axolotl, pero éste era diferente a todos los que se habían visto por el lugar, era capaz de comunicarse con ella, era su propio hijo.
Quedé totalmente trastornado al oír esto, pero había más, mucho más, los axolotl habían evolucionado de manera increíble durante un par de décadas, hasta el punto de tener su propio universo marino en lo más profundo del lago.
Obviamente nadie puede saber nada de esto o me tomarían por loco, por lo pronto aquella noche seguí durmiendo y a la mañana siguiente comenzaría a escribir esta historia.
Las aventuras de Alicia en el país de las Maravillas
Lorina, la hermana de Alicia, escucha atenta, como siempre, otra de sus muchas historias, a lo que
está acostumbrada desde pequeña.
-Alicia, tengo mucho que estudiar, no puedo entretenerme escuchando tus fantasías.
-Pero esta vez es verdad, lo he soñado.
-Es lo que me dices siempre, pero no te creo, llevas toda la vida entreteniéndome, yo también tengo cosas que hacer.
-Nunca me escuchas.
Alicia fue a contárselo a su madre, ya que Lorina no la escuchaba.
Su madre le dijo que los sueños a veces se hacen realidad, pero los suyos eran imposibles.
Alicia se dio cuenta de lo que su madre le dijo y desde entonces empezó a pensar de otra forma.
está acostumbrada desde pequeña.
-Alicia, tengo mucho que estudiar, no puedo entretenerme escuchando tus fantasías.
-Pero esta vez es verdad, lo he soñado.
-Es lo que me dices siempre, pero no te creo, llevas toda la vida entreteniéndome, yo también tengo cosas que hacer.
-Nunca me escuchas.
Alicia fue a contárselo a su madre, ya que Lorina no la escuchaba.
Su madre le dijo que los sueños a veces se hacen realidad, pero los suyos eran imposibles.
Alicia se dio cuenta de lo que su madre le dijo y desde entonces empezó a pensar de otra forma.
Desde otro punto de vista
Hoy, al fin el sueño de Jacob se volvía realidad. Iba a ser tripulante del Rachel, ballenero capitaneado por su padre, Gárdiner. Siempre había soñado con aquel día. Se imaginaba bellas criaturas y seres en lo que él creía que era el mar: un lugar perfecto. Pero sobretodo, soñaba con encontrar a la ballena que aplastó el brazo derecho de su padre, a la que tanto odio le tenía. Éste le contaba historias de sus viajes, adecuándolos, eso sí, a su edad. Y es que Jacob cumplió 12 años la semana pasada. Insignificante para algunos, pero él se consideraba bastante mayor y dependiente.
En el navío rara vez se veía una cara nueva. Por tanto, Jacob conocía a casi todos los tripulantes del barco, al menos de vista. Entre todos, destacaban Henry, James, Isaac y Alyx, la arponera del barco. Pocas naves tienen una mujer de arponera, pero esta se había ganado el puesto a pulso. Era la arponera con más talento que Gárdiner jamás había conocido. Isaac, al contrario, era el más inofensivo de todos. Además de ser el cocinero, entretenía con su buen ánimo y sus malos chistes. Henry era puro músculo, pero siempre tenía buena voluntad. James pasaba el mayor tiempo con Gárdiner, guiándolo y asistiéndole con todas las decisiones que debía tomar.Todos ellos trataban a Jacob como si fuera parte de su familia, lo cuidaban y se preocupaban de él.
Gárdiner no quería poner mucha presión sobre su hijo, pero Jacob insistía cada vez mas en hacer él las tareas. Cuando su padre no miraba, se esforzaba en ayudar en todo lo que podía.
Un día, divisaron una ballena en el horizonte. Prepararon una de las balsas con provisiones, y al momento zarparon. Más sobraba un tripulante, un polizón. Jacob se coló mientras nadie vigilaba la balsa. Al principio, todos estaban furiosos, pero le dieron un poco de tregua. Alcanzaron a la ballena, con un ritmo medio pero continuo. Jacob quiso lanzar el arpón, pero no le dejaron. Alyx se dispuso a lanzar el arma, pero Jacob, jugando como un niño inocente, se tropezó con ella. El disparo fué certero, pero no mortífero. La lancha fue remolcada por el cetáceo cientos de millas. Demasiado rápido para el Rachel, el cual se quedó atrás. Gárdiner quedó destrozado al comprobar que habían perdido la balsa en el horizonte. Habían perdido a varios de sus mejores hombres, entre ellos Alyx y Henry. Pero, sobretodo, estaba de los nervios por la pérdida de su propio hijo. En un intento desesperado por mantener la velocidad, tiraron por la borda parte de las provisiones, aunque no fue suficiente.
En la cabeza del capitán no había sitio para otra cosa que no fuera su extraviado hijo. Durante varias semanas, continuaron con su búsqueda, pero sin ningún resultado. Se cruzaron con otra nave, el Pequod, pero afirmaron no haberlos visto.
Mientras tanto, la balsa seguía a la deriva. Todos habían ya perdido la esperanza, menos Jacob, que creía en su padre. Un día de los incontables que pasaron a la deriva, se cruzaron con otra nave que los recogió, el Alice. Para pagarse el pasaje, debían realizar las tareas, pero tenían alimento y cobijo. La tripulación del Alice eran gente ruda, mercenarios en el mar. Sólo les importaba el dinero y menospreciaban a Jacob y los demás.
Pasó el tiempo, e incluso Gárdiner perdió la esperanza en encontrar a su hijo. Pero para los extraviados, el tiempo no había pasado en vano. Pensaron en amotinarse y tomar el barco por la fuerza. Un día como otro cualquiera, Jacob, con su apariencia infantil, entró en la cocina. Envenenó la cena, sin ser visto y sin atraer sospechas y dejaron que con el paso del tiempo, los marineros fueran cayendo. Llegó el punto en el que eran mayoría, y tomaron el barco por la fuerza. De inmediato, se dirigieron al puerto del cual el Rachel partió.
Por otro lado, el Rachel volvía a tierra, con mucha tripulación menos de la que esperaban en el puerto. Volvían, no por el fin de la temporada, sino porque Gárdiner no estaba en condiciones de continuar su labor de capitán. Durante mucho tiempo, sólo comió lo indispensable, maltratando mucho su salud. Al llegar a puerto, muchos se ofrecieron a llevarlo a su casa, pero fue solo. Cual fue su sorpresa al descubrir que su hijo llevaba días en la casa, esperándole impacientemente. La tripulación que quedó a la deriva junto a él le cuidaron para que no le faltara nada hasta que su padre llegara. Gárdiner no se lo podía creer, y se desmayó de la emoción. Cuando volvió en si, Jacob le contó lo que ocurrió, y tanto él como su padre se prometieron no volver a ponerse en peligro.
En el navío rara vez se veía una cara nueva. Por tanto, Jacob conocía a casi todos los tripulantes del barco, al menos de vista. Entre todos, destacaban Henry, James, Isaac y Alyx, la arponera del barco. Pocas naves tienen una mujer de arponera, pero esta se había ganado el puesto a pulso. Era la arponera con más talento que Gárdiner jamás había conocido. Isaac, al contrario, era el más inofensivo de todos. Además de ser el cocinero, entretenía con su buen ánimo y sus malos chistes. Henry era puro músculo, pero siempre tenía buena voluntad. James pasaba el mayor tiempo con Gárdiner, guiándolo y asistiéndole con todas las decisiones que debía tomar.Todos ellos trataban a Jacob como si fuera parte de su familia, lo cuidaban y se preocupaban de él.
Gárdiner no quería poner mucha presión sobre su hijo, pero Jacob insistía cada vez mas en hacer él las tareas. Cuando su padre no miraba, se esforzaba en ayudar en todo lo que podía.
Un día, divisaron una ballena en el horizonte. Prepararon una de las balsas con provisiones, y al momento zarparon. Más sobraba un tripulante, un polizón. Jacob se coló mientras nadie vigilaba la balsa. Al principio, todos estaban furiosos, pero le dieron un poco de tregua. Alcanzaron a la ballena, con un ritmo medio pero continuo. Jacob quiso lanzar el arpón, pero no le dejaron. Alyx se dispuso a lanzar el arma, pero Jacob, jugando como un niño inocente, se tropezó con ella. El disparo fué certero, pero no mortífero. La lancha fue remolcada por el cetáceo cientos de millas. Demasiado rápido para el Rachel, el cual se quedó atrás. Gárdiner quedó destrozado al comprobar que habían perdido la balsa en el horizonte. Habían perdido a varios de sus mejores hombres, entre ellos Alyx y Henry. Pero, sobretodo, estaba de los nervios por la pérdida de su propio hijo. En un intento desesperado por mantener la velocidad, tiraron por la borda parte de las provisiones, aunque no fue suficiente.
En la cabeza del capitán no había sitio para otra cosa que no fuera su extraviado hijo. Durante varias semanas, continuaron con su búsqueda, pero sin ningún resultado. Se cruzaron con otra nave, el Pequod, pero afirmaron no haberlos visto.
Mientras tanto, la balsa seguía a la deriva. Todos habían ya perdido la esperanza, menos Jacob, que creía en su padre. Un día de los incontables que pasaron a la deriva, se cruzaron con otra nave que los recogió, el Alice. Para pagarse el pasaje, debían realizar las tareas, pero tenían alimento y cobijo. La tripulación del Alice eran gente ruda, mercenarios en el mar. Sólo les importaba el dinero y menospreciaban a Jacob y los demás.
Pasó el tiempo, e incluso Gárdiner perdió la esperanza en encontrar a su hijo. Pero para los extraviados, el tiempo no había pasado en vano. Pensaron en amotinarse y tomar el barco por la fuerza. Un día como otro cualquiera, Jacob, con su apariencia infantil, entró en la cocina. Envenenó la cena, sin ser visto y sin atraer sospechas y dejaron que con el paso del tiempo, los marineros fueran cayendo. Llegó el punto en el que eran mayoría, y tomaron el barco por la fuerza. De inmediato, se dirigieron al puerto del cual el Rachel partió.
Por otro lado, el Rachel volvía a tierra, con mucha tripulación menos de la que esperaban en el puerto. Volvían, no por el fin de la temporada, sino porque Gárdiner no estaba en condiciones de continuar su labor de capitán. Durante mucho tiempo, sólo comió lo indispensable, maltratando mucho su salud. Al llegar a puerto, muchos se ofrecieron a llevarlo a su casa, pero fue solo. Cual fue su sorpresa al descubrir que su hijo llevaba días en la casa, esperándole impacientemente. La tripulación que quedó a la deriva junto a él le cuidaron para que no le faltara nada hasta que su padre llegara. Gárdiner no se lo podía creer, y se desmayó de la emoción. Cuando volvió en si, Jacob le contó lo que ocurrió, y tanto él como su padre se prometieron no volver a ponerse en peligro.
Continuación del libro Alicia en el país de las maravillas
Continuación del libro Alicia en el país de las maravillas
Tras aquella merienda la cual su hermana le mando tras
llevarse mucho tiempo durmiendo, Alicia pensó si eso había sido solo un sueño.
No acababa de explicárselo, parecía muy real, demasiado para ser solo un sueño.
Así que tras esas preguntas no resueltas decidió ir a la madriguera del conejo
la cual ella cayó, y desgraciadamente para ella no había ningún foso por el
cual ella se precipitó en aquel extraño sueño.
Al día siguiente, después de llevarse toda la noche pensando
en aquel maravilloso país, decidió volver a mirar, no fuese que hubiese otros
caminos los cuales ella no había mirado, por desgracia tampoco tuvo suerte
suerte. Al salir de la madriguera encontró unas pisadas de conejo bastante extrañas
para ser de un conejo normal, lo que hizo que Alicia empezase a buscar
alrededor por alrededor de donde había encontrado las pisadas, y si por fin
encontró al conejo, pero no era aquel conejo era uno bastante obeso, parecía
mas un perro que un conejo. Ese día y el siguiente Alicia estuvo muy
angustiada, ella estaba completamente segura de que eso no había sido un sueño.
Tras varios días de teorías las cuales no obtenía respuesta
decidió dejarlo todo a un lado, salió al jardín se tumbo en la orilla de la
ribera del río Támesis, tras estar tumbada toda la tarde allí, después de
fallar su teoría más probable decidió por fin abandonar, y en el momento que el
que desencamino la andada, le pareció pisar un bulto en medio de todo el campo,
algo que le pareció muy extraño. Después de haber sentido tal bulto, cavo en
aquel lugar y encontró un botón el cual ella no sabía para que servía.
-servirá para poner en marcha lo que riega el césped –
dijose Alicia a ella misma.
Al poco tiempo de estar sentada en el sillón de su casa,
cayo en la cuenta de que aquel botón podría abrir ese gran agujero que se
situaba en la madriguera del conejo, la cual era la entrada al mundo de las
maravillas. Dicho y hecho fue lo más rápido que pudo hacia la madriguera y por
fin consiguió abrir aquel foso de manera muy extraña.
¿Y si cuando saltó no hay nada abajo? – se preguntó Alicia –
a lo mejor los palos y hojas secas que había la otra vez estaban porque ellos
sabían que iba a bajar.
Alicia se quedo pensando un momento y al final decidió
saltar.
Ahora que lo pienso, el conejo blanco subió la otra vez – se
dijo Alicia, que era muy contradictoria – por lo cual a la hora de bajar
tendría que haber algo para que él no se hiciese daño.
Dicho y hecho se lanzó directa a aquel oscuro orificio. Un
cuarto de hora tardo en ver por fin aquel montón de palos y de hojas secas que
le harían protegerse del impacto. Pero el plan no le salió como ella esperaba,
el país de las maravillas no es lo que pareció ser aquella vez, además que los
guardias de la Reina de corazones le estaban allí esperando. Varias horas
después llegaron al palacio de la Reina. Alicia se encontró con la Reina la
cual le dijo:
-¿Te creías que te iba a olvidarme de aquel juicio?, ¡Yo
dije que te ejecutaran y desapareciste de repente! ¡Fuera de aquí, que le
corten la cabeza!
Los guardias hablaron con el verdugo y visto la hora que era
decidieron que la joven fuese ejecutado al día siguiente a primera hora. Lo que
causó que la llevaran al calabozo donde se encontraban todos los que conoció en
el antiguo viaje. El sombrerero, el lirón, la liebre de marzo, el conejo
blanco, incluso el gato de Cheshire. Más tarde Alicia cayo en la cuenta de que
Cheshire (que era como apodaba al gato) tenía poderes de desaparecer y
reaparecer a voluntad, lo cual Alicia y el resto de compañeros trazaron un plan
en plena noche.
Al día siguiente Alicia se encontraba andando hacía donde
sería su muerte. Alicia posó su cabeza en el tronco donde la decapitarían, el
verdugo pronunció unas palabras a Alicia antes de que se recogiese el pelo. El
verdugo levanto el hacha y lo lanzó a la cabeza de la Reina sin darle. La Reina
no comprendía lo que ocurría, y la solución era que el sombrerero se hizo pasar
por verdugo, mientras que el gato estaba abriendo las celdas para que los demás
pudiesen escapar. El gato pudo salir de su celda porque, aparte de poder
desaparecer y reaparecer, también podía teletransportarse unos cuantos metros
de distancia. Todos salieron ilesos de allí Alicia la que más. Una vez llegados
a la guarida donde se esconderían todos, Alicia preguntó que quien fue la que
le llevo a su mundo la otra vez.
-¡Yo! – se escucho una voz inimitable, era Cheshire – fui yo
te vi en peligro y decidí llevarte de vuelta a tu mundo.
Alicia se le agradeció a todos, y ellos también a Alicia por
hacer que fuesen de nuevo una gran familia. Alicia se despidió y volvió a su
mundo, llevada por Cheshire por supuesto. Y al llegar a su mundo le dijo a él:
-¡Cheshire, espera! Si alguna vez tenéis problema con la
Reina no dudes en avisarme ¿de acuerdo?
-¡De acuerdo! – contestó el gato con gran vocerío
Y transparentándose poco a poco desapareció. Alicia estaba
muy feliz de saber que el país de las maravillas existía de verdad. Así que muy
contenta volvió a casa y fue a contárselo a su hermana, la cual creía que era
imaginación suya. Alicia la ignoró y siguió viviendo feliz por el resto de los
días, haciendo cada fin de semana una visita a ese hermoso lugar llamado El
País de las Maravillas.
CONTINUACIÓN DEL LIBRO " Estudio De Escarlata "
Al día siguiente de evaluar el caso, del doble asesinato de Enoch Drebber y Joseph Stangerson. Llamaron a la puerta de Sherlock Holmes entorno a las nueve de la mañana, aquella persona insistía bastante en que le abrieran la puerta, como no era John Watson que esta vez gritaba desde la entrada del domicilio.
- ¡ Señor Holmes ! ¡ Señor Holmes !
- Buenos días Watson ¿que te sucede ? - preguntó desde el balcón de su casa.
- Hay un problema con el caso ¿ me podría abrir para contárselo ?
- Si, perdóname ahora mismo bajo.
Sherlock bajó hacia la entrada le abrió la puerta a John, este esta vestido con unos zapatos elegantes azul marino, sus pantalones son negro azabache y poseía una gabardina beige.
Estos mantenían una disputa sobre el caso y uno de los eslabones sueltos del caso que les seguía resistiendo sin resolver.
- Holmes te habló del nombre que descubrimos en aquella sala tan poca iluminada, ¿ te acuerdas?
- Si me acuerdo Rachel, en aquella pared le faltaba la l. Todo manchado de sangre, no se como no se me ha pasado por la cabeza ese detalle ¿ porque le faltaba esa letra? ¿que sucedió ? ...
Watson ya se había adelantado a eso, por primera vez en el caso del asesinato. Pues le costaba adaptarse a las palabras y decisiones del S.Holmes. Averiguó que Rachel era una antigua amante de E. Drebber y esta se habitaba al norte de Londres, en la calle Piccadilly.
Los dos se desplazaron a esta calle, por casualidad Rachel estaba en la entrada a su domicilio y Holmes consiguió una foto de ella, vestida de mujer humilde y pobre. Nos presentamos como es debidamente y les hicimos varias preguntas sobre su relación con su amante Drebber ya fallecido, nos respondió :
-Mi nombre lo escribió él porque decía que esa sala oscura era su habitación de los recuerdos y si os fijasteis bien posee un baúl con todos los recuerdos desde su infancia hasta hace dos semanas que es cuando murió.
- ¿ y la sangre ? - preguntó Watson con cara de confusión.
- Seguramente será sangre de algunos de sus animales que tenía en un cortijo a las afueras de la ciudad.
Al acabar el día tan movido, Holmes y Watson se separaron cada uno a su casa hasta el día siguiente para empezar con otro caso que tenían entre manos, pero antes de todo Holmes dijo:
-Nunca me cansaré de darle vueltas y mas vueltas a mi imaginación.
- FIN-
miércoles, 30 de octubre de 2013
Continuación de Yerma
(Yerma decide pedirle ayuda a su primer amor, Víctor)
Yerma:
Víctor, ayúdame por favor, necesito tu ayuda (Gritando)
Víctor:
¿Que sucede, a que se debe tanto alboroto?
Yerma:
He hecho una cosa espantosa, por favor, acompáñame y vayámonos de este odioso pueblo de una vez por todas.
Víctor:
¿Qué ha pasado? ¿Qué es eso tan espantoso que has hecho?
Yerma:
He matado a mi marido, no podía aguantar mas y menos después de lo que me ha dicho.
Víctor: (Impactado y un poco asustado la esconde en su casa)
Cómo que has matado a tu marido. ¿Qué es lo que ha pasado para que haya hecho eso y que te dijo para que tu reaccionases así?
Yerma:
Estábamos discutiendo sobre mi problema, sobre que yo quería ser madre, quería poder tener hijos y hacerlo aun más feliz, pero el solo me dijo eso: Yo no quiero tener hijos, solo son una carga.
Entonces muy decepcionada e indignada me lancé hacia el y lo exstrangulé hasta su muerte.
Víctor: (Muy serio y decidido)
Vamos, cogeré lo que mas podamos necesitar, ropa, dinero, comida y nos iremos de este pueblo, pero antes hemos de ir a tu casa ha mirar si alguien a encontrado el cuerpo de Juan, si no lo han visto lo enterraremos, cogeremos tu ropa y nos marcharemos para no volver nunca.
Yerma: (Sorprendida por la decisión de Víctor)
Vale te ayudaré para coger las cosas necesarias. (Minutos mas tarde y con una pala en mano) Vamos a mi casa a mirar. (Llegaron a la casa) Bien, nadie a encontrado el cuerpo de Juan, entrare y lo sacare para enterrarlo.
Víctor:
¡No!, entrare yo. (Habiendo entra en la sala) Lo cogeré de los brazos y lo sacare, Yerma suelta la maleta y cógelo de los pies.
(Habiendo sacado el cuerpo, se ponen a cavar un agujero)
Yerma:
Bien ya hemos terminado, cógelo de las manos y yo de los pies. Venga (balanceando el cuerpo) una, dos y tres !Ya¡ (El cuerpo cae en el agujero) y empiezan a echarle arena encima) Echare también mi anillo, así cuando se den cuenta y los desentierren sabrán quien ha sido.
Víctor: (Habiendo enterrado el cuerpo)
Venga coge esas palas y marchémonos, cuando lleguemos al siguiente pueblo venderemos las palas, ya que no nos serán útiles, aunque no nos den mucho por ellas.
Yerma:
Víctor muchas gracias por ayudarme, quisiera decirte que si no hubiese sido por mi promesa, habría estado contigo, pero ante todo soy fiel.
Víctor:
No pasa nada, se que habrías preferido estar con migo, pero ahora eso no es lo mas importante, marchémonos de este pueblo.
(Años mas tarde, Yerma y Víctor viven juntos, muy pero que muy lejos de su antiguo pueblo, Víctor trabaja en el campo y Yerma es costurera, la mejor del pueblo.. El 10 de Noviembre de 1974 Víctor y Yerma mueren en un incendio el cual es provocado por un niño el cuál tiene la edad que tendría el hijo de Yerma si hubiese sido fértil, lo mejor de toda esta historia es que el niño era idéntico a Juan)
FIN
Continuación de "El retrato de Dorian Gray".
"Dorian, como pudiste...". Lord Henry no paraba de repetírselo. A él mismo, al mundo, a cualquier movimiento de aire.
-Cualquiera de la más larga de las bellezas es efímera, querido Dorian -le hablaba al cuerpo inmóvil-. Tú has sido una de las más codiciadas musas... más que cualquiera de la antigüedad. Has sido musa artística para Basil, y vital para mi literatura oral. Me gustaría que hubieras vivido eternamente, para que los amantes de la belleza y el placer, como yo, pudieran estudiarte. Pero te convertiste en tan horrible criatura siendo tan bello... Empiezo a pensar que todas las mujeres bellas que he conocido, me podrían hacer lo mismo a mí. Me haces sentir miedo, curiosidad, asco, repugnancia, atracción, y memorias, querido amigo. En el fondo no cambiaste, sigues siendo alguien completamente sorprendente, aunque tus músculos estén flácidos y tus labios fríos.
He pedido que me hagan un retrato, Dorian. He ido al teatro y he probado a enamorarme... o a encontrar a alguien que quiera enamorarse de mí. Alguien que quiera salvar a este viejo poeta de bastón, de la hecatombe, alguien que me ayude a no escribir teorías sobre la soledad o sobre cuánto es mejor morir a vivir. Pero no hubo suerte, sólo encontré unas pocas de mujeres con exuberantes sombreros, que cada día son más feas, gordas y maleducadas. Ya sólo me quieren los asesinos y los amigos de tercera.
Todas y cada una de las palabras que dije, que te dije, Dorian, las tengo marcadas en la mente. No quiero hablar más de lo que ya hablé.
Querido Dorian, la belleza es algo tan superficial como interior. Los que tienen belleza física, son afortunados. Los que la tienen interior, son agradecidos. Usted, amigo, fue un poco de todo.
Después de terminar su monólogo, Lord Henry se dedicó a pasar el tiempo, a leer y a acicalarse el blanco y tupido bigote. El 29 de Octubre de ese mismo año, falleció. Dejando todo lo material y espiritual que le componía, en su sillón de cuero. En el que solía fumar.
Continuación "El ultimo crimen de Pompeya"
Los minutos parecían siglos. Nunca acababa ese incómodo momento. ¿Cómo iba a conseguir que Popea me perdonara? Eso no lo sabía, lo que sí era seguro es que no podía ni imaginar lo que sería mi vida sin ella. En cualquier caso, tenía que seguir adelante. Después de analizar la situación, el silencio se fracturó.
-Ya hemos llegado- dijo Popea molesta.
-¿Vienes conmigo?- Pregunté intentando relajar el ambiente.
-No.
Preferí dejarlo estar, e ir solo. Fui corriendo como alma que lleva el diablo y entré. Era una sala bastante amplia, llena de luminosidad, color y brillantez. Pude observar a una mujer rubia con ojos azules. Sostenía en la mano un teléfono, y en la otra un bolígrafo, con el que parecía estar tomando nota de lo que le decía la voz del móvil. Me acerqué intentando molestar lo menos posible, y le hice señas a la muchacha para que me señalara donde estaba Bolarín.
-Subiendo las escaleras, la segunda puerta a la derecha- Me indicó con voz baja. Le di las gracias, me apresuré y llamé a la puerta. Asomé el ojo para ver si había alguien.
-¡Pasa Peralta, pasa!- Dijo Bolarín mientras engullía un bollo.
-¿Quería verme?
-Sí, tengo que hablar contigo urgentemente- decía mientras me escupía trozos de su comida- Me han pedido que mande a alguien para trabajar en una expedición. Les dije que tenía que consultarlo, y he pensado en que seas tú. Me ha gustado mucho como has llevado esta, y sería una gran oportunidad para brillar. ¿Qué me dices?
No podía creer lo que me estaba diciendo. ¡Mi primer trabajo de verdad!
-Claro que sí Bolarín. Es un gran detalle por su parte. Muchas gracias.
-No me des las gracias Peralta, te lo has ganado tú mismo. Espero que lo disfrutes y que te vaya bien.
Le estreché la mano con cara de fatuo, y salí apresurado para darle la noticia a Popea.
-...- Popea no estaba ahí. Inmediatamente cogí el teléfono y la llamé.
-Pop, ¿donde estás?
-Estoy en El Luise.
-¡Tengo que contarte una cosa grandiosa!
-Ahora mismo no tengo ganas de hablar contigo, Chema.
-Por favor Pop, escúchame. Nos vemos en El Luise en cinco minutos, ¿de acuerdo?
Que me colgara fue la interpretación que tomé por un sí.
A los cinco minutos llegué, y busqué con la mirada a Popea. Estaba sentada en la misma mesa de siempre. Me arrimé y cogí asiento.
-No sabes lo que me ha pasado.
-¿Es tan importante?- Dijo Popea sin mirarme.
-Sí. ¿Puedes hacerme caso?- Seguía sin inmutarse.
Se estaba acabando mi paciencia. Entendía su enfado, pero eso de no querer hablarme no lo entendía.
Le cogí de la cabeza, para que me mirase, y le dije:
-Bolarín me ha dado un trabajo como jefe de expedición en Pompeya. Me ofrece un buen sueldo, y condiciones muy agradables. Quiero quedarme aquí, empezar de nuevo, y ser feliz, pero no puedo conseguirlo sin tí.
Se le saltaron las lágrimas y me besó.
-Supongo que eso es un sí- Dije sonriendo.
-Por supuesto que sí, tonto. Pero no quiero que me mientas nunca más. ¿Me lo prometes?
Una sonrisa dice más que mil palabras. El corazón me latía a mil. Era la persona más feliz del mundo. Había conoseguido mi sueño: trabajar de arqueólogo, tener una buena mujer y sobre todo, conseguir la felicidad que de pequeño tanto me costó conseguir. Ahora todo era diferente. Al fín comenzaba mi vida, la vida de José María Peralta Guerrero.
-Ya hemos llegado- dijo Popea molesta.
-¿Vienes conmigo?- Pregunté intentando relajar el ambiente.
-No.
Preferí dejarlo estar, e ir solo. Fui corriendo como alma que lleva el diablo y entré. Era una sala bastante amplia, llena de luminosidad, color y brillantez. Pude observar a una mujer rubia con ojos azules. Sostenía en la mano un teléfono, y en la otra un bolígrafo, con el que parecía estar tomando nota de lo que le decía la voz del móvil. Me acerqué intentando molestar lo menos posible, y le hice señas a la muchacha para que me señalara donde estaba Bolarín.
-Subiendo las escaleras, la segunda puerta a la derecha- Me indicó con voz baja. Le di las gracias, me apresuré y llamé a la puerta. Asomé el ojo para ver si había alguien.
-¡Pasa Peralta, pasa!- Dijo Bolarín mientras engullía un bollo.
-¿Quería verme?
-Sí, tengo que hablar contigo urgentemente- decía mientras me escupía trozos de su comida- Me han pedido que mande a alguien para trabajar en una expedición. Les dije que tenía que consultarlo, y he pensado en que seas tú. Me ha gustado mucho como has llevado esta, y sería una gran oportunidad para brillar. ¿Qué me dices?
No podía creer lo que me estaba diciendo. ¡Mi primer trabajo de verdad!
-Claro que sí Bolarín. Es un gran detalle por su parte. Muchas gracias.
-No me des las gracias Peralta, te lo has ganado tú mismo. Espero que lo disfrutes y que te vaya bien.
Le estreché la mano con cara de fatuo, y salí apresurado para darle la noticia a Popea.
-...- Popea no estaba ahí. Inmediatamente cogí el teléfono y la llamé.
-Pop, ¿donde estás?
-Estoy en El Luise.
-¡Tengo que contarte una cosa grandiosa!
-Ahora mismo no tengo ganas de hablar contigo, Chema.
-Por favor Pop, escúchame. Nos vemos en El Luise en cinco minutos, ¿de acuerdo?
Que me colgara fue la interpretación que tomé por un sí.
A los cinco minutos llegué, y busqué con la mirada a Popea. Estaba sentada en la misma mesa de siempre. Me arrimé y cogí asiento.
-No sabes lo que me ha pasado.
-¿Es tan importante?- Dijo Popea sin mirarme.
-Sí. ¿Puedes hacerme caso?- Seguía sin inmutarse.
Se estaba acabando mi paciencia. Entendía su enfado, pero eso de no querer hablarme no lo entendía.
Le cogí de la cabeza, para que me mirase, y le dije:
-Bolarín me ha dado un trabajo como jefe de expedición en Pompeya. Me ofrece un buen sueldo, y condiciones muy agradables. Quiero quedarme aquí, empezar de nuevo, y ser feliz, pero no puedo conseguirlo sin tí.
Se le saltaron las lágrimas y me besó.
-Supongo que eso es un sí- Dije sonriendo.
-Por supuesto que sí, tonto. Pero no quiero que me mientas nunca más. ¿Me lo prometes?
Una sonrisa dice más que mil palabras. El corazón me latía a mil. Era la persona más feliz del mundo. Había conoseguido mi sueño: trabajar de arqueólogo, tener una buena mujer y sobre todo, conseguir la felicidad que de pequeño tanto me costó conseguir. Ahora todo era diferente. Al fín comenzaba mi vida, la vida de José María Peralta Guerrero.
Bodas de Sangre
Cuadro III
(Acaba el funeral.)
MADRE
(A las vecinas.)
Miradla por fin sufre. Ya está empezando a sentir y a vivir la dura y cruel realidad.
(Salen.)
NOVIA
Y ahora... Ahora que hago. ¡Estoy sola! (Llora y cae al suelo.) Malditas mis ganas de vivir un romance de pasión, misterios y aventuras.
(Aparece un vecino.)
VECINO
¿Necesita ayuda? (Le tiende la mano.)
NOVIA
¡No! (Se aleja.) No quiero, no quiero... Esto es lo que me merezco. (Le aparta la mirada.)
VECINO
No ha podido hacer usted algo tan grave. Déjeme que le auxilie.
NOVIA
Sí que lo he hecho. Por mi culpa dos hombres honrados han muerto. (Llora con fuerza.)
VECINO
Tranquilízate. Dame la mano y explícamelo todo.
NOVIA
(Se levanta con su ayuda.) No tienes por qué escuchar mi trágica historia. Olvídalo. (Esta sale corriendo.)
Cuadro IV
(Han pasado varios meses y la NOVIA aún sigue llorando y encerrada en su habitación.)
CRIADA
(Sube a la habitación.) María Luisa no puedes seguir así. Llevas meses encerrada en este dormitorio.
NOVIA
(Le da la espalda.) Este es el castigo a mi adulterio.
CRIADA
(Va a abrazarla.) Cariño, debes superarlo. ¿Quieres ayudarme a cocinar la cena?
NOVIA
No.
CRIADA
Anímate. Alegra esa cara. Hazlo por mí.
NOVIA
De verdad, no se me apetece. (Mira a la CRIADA.) Bueno, vale, pero porque tú para mí eres la madre que siempre me faltó.
CRIADA
¡Vamos! (Sonríe.) ¿Qué quiere usted hoy para cenar?
NOVIA
¿Qué te parece arroz blanco?
CRIADA
Perfecto. Empecemos.
(Cocinan.)
NOVIA
(Lo prueba.) Delicioso. Voy a llamar a padre.
(Los tres comen juntos.)
NOVIA
Ya es hora de que me vaya a reposar. Buenas noches.
Ya voy. ¿Quién será?
Buenos días.
¿Queríamos visitar a nuestra amiga? Que hace mucho tiempo que no hablamos con ella. (Sonríe.)
Cuadro IV
CRIADA
María Luisa, baja qu estan buscándote.
NOVIA
Ya voy. ¿Quién será?
(Entran MUCHACHA 1ª y MUCHACHA 2ª.) (La NOVIA se sorprende al verlas.)
MUCHAHAS
Buenos días.
MUCHACHA 1ª
¿Queríamos visitar a nuestra amiga? Que hace mucho tiempo que no hablamos con ella. (Sonríe.)
NOVIA
(Las abraza fuertemente.) Lo siento, por apartaros por el tema de la boda. Y ahora ustedes estáis aquí acompañandome. Es muy bonito lo que estáis haciendo.
MUCHACHA 2ª
Es un honor. ¿Quieres dar un paseo?
NOVIA
Esa idea es muy buena. Pero lo siento no me merezco ver la luz del día.
MUCHACHA 1ª
No digas eso. Es verdad que algunas cosas las has hecho mal. Pero todas las personas nos equivocamos alguna vez.
NOVIA
Ya... Pero es que mi fallo, no es como otro cualquiera. Por mi culpa han muerto dos hombres. (Llora.)
MUCHACHA 1ª
No seas así. No llores. Estamos aquí para ayudarte a superarlo para que lo olvides.
NOVIA
Nunca podré olvidar este sentimiento que me corroe por dentro. Iros. (Se van con rapidez.)
(Esta se dirige a su aposento y empieza llorar de nuevo.)
NOVIA
Este es mi destino, este y sólo este. No podré aliviar mi dolor sino es así...
(A la mañana siguiente.)
CRIADA
(Con precupación sube.) (Grita.) ¡Está muerta, está muerta!
(NOVIA muerta en el suelo y un gran charco de sangre a su alrededor.)
TELÓN
Continuación de La leyenda del Cid
Días tras la muerte del Cid, Jimena andaba recaída, lloraba lloraba y no paraba.
Un mes después consiguió superarlo y decidió que debía de pasar pagina y buscarse a otro hombre, pues esta estaba sola y no tenia apoyo, las hijas cuando se casaron con los príncipes se fueron de la ciudad y se quedó sala.
Un mes después Jimena venia del mercado de hacer la compra y se tropezó, con un joven y apuesto rey, alto, robusto, guapo, moreno y muy amable, llamado Arturo, las bolsas salieron rodando y la comida salió disparada cada una por un lado. El se diculpó
Arturo
-Disculpe, soy un torpe, dejeme ayudarle.
Jimena
No, no pasa nada, me distraje yo ajustando la cuenta
Jimena
-Permiteme ayudarle a una joven ta bella como usted
Arturo
-Vale, esta bien, gracias
(mientras recogían la compra del suelo)
Arturo
-A todo esto ¿como se llama?
Jimena
(sonrojada) -Yo Jimena ¿y usted?
Arturo
- Yo soy Arturo, encantado.
Estos empezaron a mantener una conversación y se cayeron bien, habían quedado días después.
A los pocos días, el hombre se presenta en casa de ella y empiecen a hablar sobre sus vidas, una vez contada las historias el se emociona con la de ella y viceversa. Siguieron quedando algunos que otros días. Poco a poco fueron conociéndose mas y este se declaró ante ella. El no aceptó un no por respuesta y comenzaron a ser pareja. Meses después estos se casaron, y empezaron a vivir juntos. Con el paso del tiempo ella fue reina, tenían un palacio lujoso, donde por supuesto vivieron también sus hijas y suegros, y esta familia vivieron felices y comieron perdices. Fin.
Continuación de Yerma.
(Yerma sale corriendo de la escena y se cierra el telón) (Se abre el telón y aparece Yerma aporreando la puerta de su amiga María)
Yerma:
María, María, abre. ¿María me oyes? Ábreme la puerta.
María:
Ya va, ya va. No hagas tanto ruido que vas a despertar al niño. ¿Pero por qué tanta prisa? ¿Ha ocurrido algo Yerma? ¿Qué haces tan sola a altas horas? ¿Y Juan no está contigo?
Yerma:
Ay María, ha ocurrido una desgracia, ¡una desgracia! Estoy maldita María, ¡maldita!. ¿Qué va ser de mi vida ahora, qué?
María: (Se sorprende)
¿Qué ha pasado? ¿De qué gran desgracia hablas? No calles más, y cuéntamelo. No me tengas más en ascuas.
Yerma: (Con lágrimas en los ojos)
María cuando te lo cuente no te lo vas a creer. He cometido el delito más grande que puede cometer una persona. ¡He matado a Juan, mi marido! Lo he matado. No sé que hacer ahora ahora, estoy perdida. Me siento sola. Pero lo peor de todo, he perdido mi única oportunidad de poder tener mi hijo.
María:
Yerma ¿pero que has hacho? ¿Cómo lo has podido matar? Explícamelo, te lo exijo. Era tu marido, el único que te podía darte cobijo, comida. ¿Ahora que piensas hacer con tu vida? . Pero lo peor de todo, ¿qué harás cuando la gente se de cuenta? Porque tarde o temprano se darán.
Yerma:
No sé nada María. He cometido una locura sin pensarlo. Nos encontrábamos discutiendo por lo mismo de siempre, sabes que deseo con toda mi alma tener un niño. Que sea mío, de mi vientre, al que yo poder amamantarlo, cuidarlo y darle cobijo. Pero él no quería, y yo estaba harta, María, harta. Yo no vivía a gusto con mi vida. Tú sabes que sólo me case con él por la promesa de mi padre, y también para intentar tener un niño. No lo amaba.
María:
Sé que no lo amabas. Toda tu vida has estado amando a Víctor, pero recuerda la promesa de tu padre. No lo tenías que haber matado. Ahora estarás sola en esta vida Yerma. Ningún hombre te querrá por la locura que has cometido. ¿Qué piensas que pensará Víctor de todo esto? Era el mejor amigo de Juan, no te lo perdonará.
Yerma:
No se tiene por qué enterar. Pero para ello me tienes que ayudar. Prométemelo. No puedo hacer esto sola. Me tienes que ayudar a esconderlo y irme lejos de aquí, en busca de Víctor. Por favor te lo pido, no me abandones.
María:
No puedo hacer eso Yerma, ¿qué pensará la gente del pueblo de nosotras? No podemos, tenemos que contarlo.
Yerma:
No, no podemos decírselo a nadie, María. Me meterían presa. Ayúdame a irme de este pueblo. Su cuerpo lo dejaremos ahí, ya lo encontrará alguien mañana. Pero por favor María necesito ir en busca de Víctor, él es el único que puede hacerme feliz como yo quiero, debo a ir a por mi único y verdadero amor.
María:
Esto que me estás pidiendo es muy grave, si se enterarán, nos meterían presa a las dos.
Yerma:
Sé que es muy grave, pero por favor, ayúdame. Te lo ruego. Es la última voluntad que te ruego, antes de irme de aquí. No nos volveremos a ver, pero por favor ayúdame.
María:
Lo haré. Escúchame atentamente a lo que te diré. Al amanecer, sale un coche de caballos dirección al pueblo vecino, donde se encuentra Víctor. Iba a ir yo, a por telas, pero es mejor que lo cojas y vayas tú. No puedes llegar tarde. Ahora vete, que ya está amaneciendo. Ve con Dios amiga, que todo te vaya bien. Pronto iré a visitarte.
Yerma:
Mil gracias María. Cuídate y cuida al pequeño. Ven pronto a visitarme.
(Yerma sale del escenario, y se cierra el telón.) (Se vuelve abrir el telón y aparece Víctor)
Víctor:
¿Yerma? Oh mi queridísima Yerma, ¿qué te traen por estos pueblos vecinos?¿No has venido con mi gran amigo Juan?
Yerma:
No Víctor, he venido sola. Ha ocurrido una desgracia. Han asesinado a Juan. Eres mi único apoyo que me queda ahora.
Víctor:
¿Cómo que han asesinado a Juan? ¿Y tú estás bien?. Yerma, querida, lo siento mucho. Dime, ¿en qué puedo ayudarte?
Yerma:
Víctor no nos engañemos más. Nosotros nos amamos. Yo he venido para poder estar contigo, formar una familia, ser feliz, por fin. Ya sabes cuál es mi deseo. Toda mi vida he estado enamorada de ti. La muerte de mi difunto marido, no ha favorecido a los dos. Podemos ser felices, sin que nadie lo puedo impedir. Empecemos desde cero.
Víctor:
Yerma, todo esto está mal. Él era mi mejor amigo, no podemos hacerle esto. A demás, recuerda la promesa que le hiciste a tu padre. Por mucho dolor que sienta, no puedo hacerlo. No podría vivir con todo el remordimiento por dentro, ¡no puedo estar con la mujer de mi difunto mejor amigo!, me sería imperdonable.
Yerma:
Víctor, Víctor. Mírame. No me puedes decir esto, no a mí. A la niña que desde pequeña siempre jugaba contigo. A la que te ayudaba en todo lo posible. (Se va acercando a Víctor) Víctor, no me engañes. No me digas que no me amas. Porque sé que tú sientes lo mismo que yo por ti. Por favor mírame y dime que me amas, Víctor. (Lo besa)
Víctor: (Aparta rápidamente a Yerma)
No me hagas esto Yerma. No me pongas tus dulces labios por mi camino, sé que no me podré contener. No puedo negarte que no te amo, pero ya te he dicho que este amor nuestro es imposible. Será mejor que me marché. Siempre te amaré mi pequeña Yerma, siempre lo haré. (Se acerca a ella y le da un cálido beso en forma de despedida y sale del escenario)
Yerma: (Se encuentra arrodillada al suelo)
¡Víctor, Víctor, vuelve! No te vayas. ¿Qué será de mi ahora? ¿Qué triste y desgraciada vida me espera? No me merezco esta vida tan injusta. Y ahora hijo mío, sí que te perdido. He matado a mi hijo con mis propias manos. ¡Víctor, vuelve, no me abandones! (Llora desconsoladamente)
(Se cierra el telón y queda Yerma en medio del escenario, arrodillada, llorando)
FIN.
¿Qué ha pasado? ¿De qué gran desgracia hablas? No calles más, y cuéntamelo. No me tengas más en ascuas.
Yerma: (Con lágrimas en los ojos)
María cuando te lo cuente no te lo vas a creer. He cometido el delito más grande que puede cometer una persona. ¡He matado a Juan, mi marido! Lo he matado. No sé que hacer ahora ahora, estoy perdida. Me siento sola. Pero lo peor de todo, he perdido mi única oportunidad de poder tener mi hijo.
María:
Yerma ¿pero que has hacho? ¿Cómo lo has podido matar? Explícamelo, te lo exijo. Era tu marido, el único que te podía darte cobijo, comida. ¿Ahora que piensas hacer con tu vida? . Pero lo peor de todo, ¿qué harás cuando la gente se de cuenta? Porque tarde o temprano se darán.
Yerma:
No sé nada María. He cometido una locura sin pensarlo. Nos encontrábamos discutiendo por lo mismo de siempre, sabes que deseo con toda mi alma tener un niño. Que sea mío, de mi vientre, al que yo poder amamantarlo, cuidarlo y darle cobijo. Pero él no quería, y yo estaba harta, María, harta. Yo no vivía a gusto con mi vida. Tú sabes que sólo me case con él por la promesa de mi padre, y también para intentar tener un niño. No lo amaba.
María:
Sé que no lo amabas. Toda tu vida has estado amando a Víctor, pero recuerda la promesa de tu padre. No lo tenías que haber matado. Ahora estarás sola en esta vida Yerma. Ningún hombre te querrá por la locura que has cometido. ¿Qué piensas que pensará Víctor de todo esto? Era el mejor amigo de Juan, no te lo perdonará.
Yerma:
No se tiene por qué enterar. Pero para ello me tienes que ayudar. Prométemelo. No puedo hacer esto sola. Me tienes que ayudar a esconderlo y irme lejos de aquí, en busca de Víctor. Por favor te lo pido, no me abandones.
María:
No puedo hacer eso Yerma, ¿qué pensará la gente del pueblo de nosotras? No podemos, tenemos que contarlo.
Yerma:
No, no podemos decírselo a nadie, María. Me meterían presa. Ayúdame a irme de este pueblo. Su cuerpo lo dejaremos ahí, ya lo encontrará alguien mañana. Pero por favor María necesito ir en busca de Víctor, él es el único que puede hacerme feliz como yo quiero, debo a ir a por mi único y verdadero amor.
María:
Esto que me estás pidiendo es muy grave, si se enterarán, nos meterían presa a las dos.
Yerma:
Sé que es muy grave, pero por favor, ayúdame. Te lo ruego. Es la última voluntad que te ruego, antes de irme de aquí. No nos volveremos a ver, pero por favor ayúdame.
María:
Lo haré. Escúchame atentamente a lo que te diré. Al amanecer, sale un coche de caballos dirección al pueblo vecino, donde se encuentra Víctor. Iba a ir yo, a por telas, pero es mejor que lo cojas y vayas tú. No puedes llegar tarde. Ahora vete, que ya está amaneciendo. Ve con Dios amiga, que todo te vaya bien. Pronto iré a visitarte.
Yerma:
Mil gracias María. Cuídate y cuida al pequeño. Ven pronto a visitarme.
(Yerma sale del escenario, y se cierra el telón.) (Se vuelve abrir el telón y aparece Víctor)
Víctor:
¿Yerma? Oh mi queridísima Yerma, ¿qué te traen por estos pueblos vecinos?¿No has venido con mi gran amigo Juan?
Yerma:
No Víctor, he venido sola. Ha ocurrido una desgracia. Han asesinado a Juan. Eres mi único apoyo que me queda ahora.
Víctor:
¿Cómo que han asesinado a Juan? ¿Y tú estás bien?. Yerma, querida, lo siento mucho. Dime, ¿en qué puedo ayudarte?
Yerma:
Víctor no nos engañemos más. Nosotros nos amamos. Yo he venido para poder estar contigo, formar una familia, ser feliz, por fin. Ya sabes cuál es mi deseo. Toda mi vida he estado enamorada de ti. La muerte de mi difunto marido, no ha favorecido a los dos. Podemos ser felices, sin que nadie lo puedo impedir. Empecemos desde cero.
Víctor:
Yerma, todo esto está mal. Él era mi mejor amigo, no podemos hacerle esto. A demás, recuerda la promesa que le hiciste a tu padre. Por mucho dolor que sienta, no puedo hacerlo. No podría vivir con todo el remordimiento por dentro, ¡no puedo estar con la mujer de mi difunto mejor amigo!, me sería imperdonable.
Yerma:
Víctor, Víctor. Mírame. No me puedes decir esto, no a mí. A la niña que desde pequeña siempre jugaba contigo. A la que te ayudaba en todo lo posible. (Se va acercando a Víctor) Víctor, no me engañes. No me digas que no me amas. Porque sé que tú sientes lo mismo que yo por ti. Por favor mírame y dime que me amas, Víctor. (Lo besa)
Víctor: (Aparta rápidamente a Yerma)
No me hagas esto Yerma. No me pongas tus dulces labios por mi camino, sé que no me podré contener. No puedo negarte que no te amo, pero ya te he dicho que este amor nuestro es imposible. Será mejor que me marché. Siempre te amaré mi pequeña Yerma, siempre lo haré. (Se acerca a ella y le da un cálido beso en forma de despedida y sale del escenario)
Yerma: (Se encuentra arrodillada al suelo)
¡Víctor, Víctor, vuelve! No te vayas. ¿Qué será de mi ahora? ¿Qué triste y desgraciada vida me espera? No me merezco esta vida tan injusta. Y ahora hijo mío, sí que te perdido. He matado a mi hijo con mis propias manos. ¡Víctor, vuelve, no me abandones! (Llora desconsoladamente)
(Se cierra el telón y queda Yerma en medio del escenario, arrodillada, llorando)
FIN.
Empecemos desde el principio
Hoy era un día importante para José María Peralta. Ya había terminado su carrera y hoy se graduaba, para obtener así su título como arqueólogo profesional. Habían pasado 3 años. 3 de los cuales que no se olvidaría jamás. Sus compañeros de estudios, las practicas que hizo en Pompeya, el misterio de los calcos y ese mismo día hacia tres años desde que conoció a Popea, su novia.
Cada vez que pensaba en ella, su pelo pelirojo y sus ojos verdes...
-¡Chema, cuidado!- dijo Popea. - Por una vez que te dejo conducir ¿Podrías poner atención en lo que haces?
-Perdón estaba pensado en una cosa importante- dijo él.
-¿En que estabas pensando? ¿Tal vez en el discurso?- preguntó ella sonriendo, aunque ella sabía que no era así.
-Si, lo estaba memorizando.- mintió.- Yá hemos llegado. Bienvenida a mi facultad.
Popea miró la enorme construcción. Se notaba que era antigüa pero era una bella edificación.
-Bueno me voy hacia la parte delantera, esto empezará dentro de unos minutos, supongo.-dijo Chema y despidiendose de Popea le dio un beso.- Nos vemos al final de la ceremonia.
Popea estaba admirando el hermoso edificio cuando una mujer le interumpió:
- Hola, ¿Tú eres Popea Pazzi?- Dijo la señora mirándola minuciosamente.
- Sí, ¿le conosco?- preguntó alzando la voz, ya que había empezado la ceremonia.
- ¡Ay querida! ¿Como estas? Soy la madre de Jóse María Peralta Linares, tu novio. ¡Encantada!- exclamó la señora linares- Me llamo Margarita.
-Encantada señora Linares, me llamo Pope...
- Ya hija, ya se como te llamas. Eres mucho mas guapa de lo que yo había pensado.- Enfatizó.
En este punto de la conversación se tuvo que callar, ya que estaban empezando a dar los diplomas.
Cuando le tocó a Chema, tuvo que dar un pequeño discurso, pero Popea no estaba demasiado pendiente, puesto que Margarita no paró de hablar hasta que finalizó la ceremonia.
-¿Que tal? ¿Os ha gustado mi pequeño discurso?- preguntó Chema, esperando con ansias una respuesta.
Pero esta fue interumpida por dos voces muy peculiares. Chema miró hacia el frente y pudo ver las caras de sus amigos.
- ¡Hombre, mirad, es el mejor arqueólogo del mundo!- Exclamó Manuel Rendón.
- ¡Que pasa, chaval, me alegro verte!- Y ambos se fundieron en un fuerte abrazo.
- No te preocupes- dijo una voz detrás de Popea. - No siempre están así, me llamo Candela, Candela Cáceres- Dijo una mujer con una sonrisa.
- Encantada, soy Popea Pazzi, la novia de Chema.- dijo ella.
- Popea, mira estos son mis amigos de toda la vida, Candela y Manuel.- dijo Chema.
-Enacantado de conocerte, soy Manuel y tu por lo que tengo entendido eres... ¿Popea?- preguntó indeciso.
-Si, es una nombre típico de Pompeya.- informó Pop.
-Bueno, ¡Vamos a celebarlo!- dijo Chema lleno de entusiasmo.
Popea miró la enorme construcción. Se notaba que era antigüa pero era una bella edificación.
-Bueno me voy hacia la parte delantera, esto empezará dentro de unos minutos, supongo.-dijo Chema y despidiendose de Popea le dio un beso.- Nos vemos al final de la ceremonia.
Popea estaba admirando el hermoso edificio cuando una mujer le interumpió:
- Hola, ¿Tú eres Popea Pazzi?- Dijo la señora mirándola minuciosamente.
- Sí, ¿le conosco?- preguntó alzando la voz, ya que había empezado la ceremonia.
- ¡Ay querida! ¿Como estas? Soy la madre de Jóse María Peralta Linares, tu novio. ¡Encantada!- exclamó la señora linares- Me llamo Margarita.
-Encantada señora Linares, me llamo Pope...
- Ya hija, ya se como te llamas. Eres mucho mas guapa de lo que yo había pensado.- Enfatizó.
En este punto de la conversación se tuvo que callar, ya que estaban empezando a dar los diplomas.
Cuando le tocó a Chema, tuvo que dar un pequeño discurso, pero Popea no estaba demasiado pendiente, puesto que Margarita no paró de hablar hasta que finalizó la ceremonia.
-¿Que tal? ¿Os ha gustado mi pequeño discurso?- preguntó Chema, esperando con ansias una respuesta.
Pero esta fue interumpida por dos voces muy peculiares. Chema miró hacia el frente y pudo ver las caras de sus amigos.
- ¡Hombre, mirad, es el mejor arqueólogo del mundo!- Exclamó Manuel Rendón.
- ¡Que pasa, chaval, me alegro verte!- Y ambos se fundieron en un fuerte abrazo.
- No te preocupes- dijo una voz detrás de Popea. - No siempre están así, me llamo Candela, Candela Cáceres- Dijo una mujer con una sonrisa.
- Encantada, soy Popea Pazzi, la novia de Chema.- dijo ella.
- Popea, mira estos son mis amigos de toda la vida, Candela y Manuel.- dijo Chema.
-Enacantado de conocerte, soy Manuel y tu por lo que tengo entendido eres... ¿Popea?- preguntó indeciso.
-Si, es una nombre típico de Pompeya.- informó Pop.
-Bueno, ¡Vamos a celebarlo!- dijo Chema lleno de entusiasmo.
* * *
-¿Que tal te lo has pasado esta noche?- habló al fin Chema.
-No ha estado mal...- comentó Pop
En realidad ella no había disfrutado esa noche entre amigos. Se había sentido un poco apartada y sola, ya que Chema solo le echaba cuenta a ellos..
-Hemos llegado- dijo el- ¿Te pasa algo? Estas rara, no se un poco ¿distrida?
- No, es que estoy cansada... - mintió ella.
Chema reflexiono, nunca le había visto tan tímida. Normalmente solía ser muy extrovertída. ¿Estaría haciendo algo mal? Al día siguiente se dedicó única y exclusivamente a ella. Por la mañana le llevó un exquisito desayuno a la cama. Tras un beso apasionado, decidieron ir al cine. Fue un mañana expléndida. Por la tarde Chema decidió organizarle una sorpresa. Le costaría trabajo, pero la haría muy feliz.
Esa misma noche durmieron plácidamente. Al alba, Chema se despertó. No debería perder ni un segundo, tras la casa donde el vivía, habían unos pequeños montes y tras ellos una llanura llena de tulipanes de diversos colores. Tenía que trabajar en aquellos extensos campos de color.
Tuvo que idearselas para poder usar el cortacesped. Cogió dos alargaderas (una de cincuenta metros y otra de un kilómetro) pidió permiso para enchufarla a la casa mas cercana y así poder poner el aparato en marcha. Intentó asemejar varios corazones, de manera que desde el cielo se pudieran diferenciar lo que eran.
Esto le llevó toda la mañana, por lo que Popea estuvo sola. Ella se creía que estaba con sus amigos así que en cuanto Chema entró por la puerta de su casa a las tres de la tarde, Pop no se penso ni por un segundo el dirigirle la palabra.
Al día siguinte Chema decició decirle lo que había estado haciendo.
- Pop, cielo, tengo que hablar contigo...-
- No tengo tiempo, pero a lo mejor tus amigos si.- aclaró ella.
-¿Pero que estás diciendo? Yo te quiero a tí, no a ellos. Bueno, no los quiero de la misma manera.- dijo intentando abrazarla.
-Dime que quieres, no tengo todo el día- respondió ella secamente.
-Tapate los ojos por favor.-le pidió
-No me vengas con trolas que no estoy de humor...- dijo ella aunque se los tapó.
-Sigueme, confía en mi...-
Al rato llegaron a una llanura pero distinta de la que Chema había estado trabajando. Había un Helicoptero.
-Sube, ya te puedes quitar la venda.- musito él.
Chema y el piloto lo tenian todo hablado y este ya sabía a donde tenía que llevarles.
-Ponte al lado de una ventana, yo me pondré a tu lado.- se susurró al oido.
Una vez sobrevolando la pradera de tulipanes Chema le indicó que mirara por la ventana. Popea no se pudo creer lo que estaba viendo. Un campo con tulipanes, en el que se veían formas de corazones y sus nombres.
-¡Oh Chema...!-suspiró.
-No estuve con mis amigos, lo estuve preparando todo para hoy. - le dijo.- Pero espera, todavía queda mas.
Al llegar a Tierra, Popea se encontró con un romantico picnic.
-Me encanta...-
-Ya lo se.- dijo él - Yo sabia que te gustaría, ¿Entonces me perdonas?-
-¡Claro que si!- exclamó ella dendole un beso y fusionandose con él en un beso.
-¡Venga cenemos!
* * *
-Terminaremos con el postre ¿no?. Tengo ganas de algo dulce. - sugirióPopea.
-Antes de eso - dijo Chema sacando una cajita. - Me gustaría hacerte una pregunta muy importante... ¿Te quieres casar conmigo?
Esto le había cogido por sorpresa Popea, pero pensó algo repentino, acordandose de aquella vez que Chema le engañó para que le diera un beso y decició hacer ella lo mismo.
-¿Pop?- preguntó el preocupado viendo que ella estaba empezando a toser.- ¡Pop!
La tumbó y le hizo el boca a boca y ella le devolvió el beso. Viendo el de que se trataba se destensó.
-Pensé que te estabas asfixiando.-dijo el preocupado.
-Ya sabes lo que sentí yó aquel día cuando simulastes tener asma. Perder a la persona a la que amas, ese sentimiento... ¿Es duro verdad? No quiero que ninguno de los dos tengamos que experimentarlo más. Por cierto, antes me has preguntado una cosa...- respondió misteriosa - ¡Si quiero!- exclamó mientras se lanzaba sobre él.
* * *
-Elena y Martina daos prisa que ya llegamos tarde al colegio y papi y yo tienemos prisa.-
-Ya vamos mami, es que la hemana no me deja...-Dijo resignación Elena
-Es que esto de tener una hermana gemela... no me gusta tener una copia de mi misma.- Porfió Martina.
-Venga, espero que eso lo dijais ahora con 7 años y con 15 veais lo bonito que es tener una hermana.- dijo el padre con resignación- Oye por cierto- le dijo a su mujer al oido- hoy es nuestro aniversario, llevamos 8 años casados- musito en el oido de su esposa y dandole un suave beso en el cuello.
-Si, ¿Te acuerdas de aquella vez en la que me dijiste "empecemos desde el principio"? Pues me encantó el principio y el cuento que va desarrollandose Chema, te quiero.
- Y yo a ti Pop, con locura- dijo el con el sentimiento de aquella vez que le besó a conciencia.
FIN
"EL EXTRAÑO CASO DEL DR. JEKYLL Y MR. HYDE, DETRÁS DE LA MÁSCARA"
Tras acabar la carta, Utterson se quedó mirando hacia ninguna parte, asimilando toda la información que se había incrustado en su mente en solo veinte minutos. Cuando pareció poner los pies sobre la tierra de nuevo, miró a Poole que tenía la boca abierta. Este, sin pensárselo, agarró con la mano el teléfono más cercano.
-¡Hay que avisar a la prensa! - exclamaba mientras marcaba el número de una de las agencias. - Esto es un hallazgo casi irreal, pero es cierto. El nombre de Henry Jekyll pasará a la historia y... - se interrumpió, pues el abogado había posado una mano sobre su hombro.
-Querido Poole, ¿en serio crees todas las patrañas que tu amo ha escrito sobre ese papel? - preguntó mirándolo con sarcasmo.
El ilusionado mayordomo asintió inseguro. Utterson se volvió para mirar el papel, pero en sus ojos había cierta incredulidad.
-Ambos sabemos que Jekyll es astuto y al igual que mintió y ocultó su identidad hablando, ¿por qué no lo haría escribiendo?.
Al escuchar esto, Poole frunció el ceño.
-Además, - prosiguió - ¿quién dice que esto no pueda ser un maniquí del laboratorio con las ropas de Hyde?
-En mi humilde opinión señor Utterson, - intervino - el rostro el cadáver es semejante al del doble de Jekyll. Por otra parte, no creo que haya escapado por la ventana en el caso de que siguiera con vida, pues está cerrada con pestillo.
El abogado se agachó al lado del muerto. Puso una mano en su mejilla y la otra la llevó a su frente. Comparó las temperaturas, y la del difunto estaba un poco más fría que la suya; era un cuerpo sin vida. Esto empezó a preocuparle. Henry fue uno de sus amigos del alma y había fallecido o, mejor dicho, se había suicidado. El pobre de Lanyon también vio la luz tiempo atrás por una fiebre natural..., ¿o provocada? Se asustó cuando se percató de que él podría ser el siguiente en morir. Pero si esta hipótesis era cierta... ¿quién acabaría con su vida?, ¿cómo lo haría? Esas eran las preguntas que le rondaban por la cabeza aquella noche. Aunque había otra posibilidad, no muy tranquilizadora: Jekyll podría haber envenenado a Hastie por haber averiguado su secreto, y luego haberse arrepentido e inmolado. Fue fácil deducir que él era el siguiente en la lista de Henry... o de un enviado por él.
-Tienes razón amigo, pero... ¿no te parece extraño que me lo haya confesado a mí nada más? Es decir, que a mi parecer no entrabas en sus planes. - el mayordomo arqueó una ceja extrañado - Por si no estás enterado, Hastie Lanyon murió hace unas semanas y, como habrás leído en la carta, él sabía el secreto de Jekyll. Luego este se suicidó, dándome vía libre para leer su confesión. Puede que ahora mi destino sea morir a manos de un asesino contratado por tu amo. Así que si yo caigo de esa forma, quiero que cuentes esto a la policía y a la prensa si quieres. Pero por ahora no digas ni una palabra de esto a nadie. ¿Entendido?
Poole movió al cabeza y le estrechó la mano a Utterson para sellar el trato.
-Aunque, aún no sabemos si esa poción funciona realmente. Por lo tanto, habrá que comprobar que es cierto. - razonó mientras buscaba en los cajones del escritorio. De uno de ellos sacó un papel donde estaban indicada una receta para, posiblemente, crear la pócima. Empezó a leer mentalmente - Vale, tenemos todo. Tan solo falta esa droga que tato demandaba mi amo.
Utterson se dirigió hacia lo que antes era la puerta, se volteó y dijo:
-Ya estás tardando Poole, vamos a la farmacia donde solían venderla.
Una gota más y ya estaría todo listo para beber. Aquel extraño elixir burbujeaba en frente de sus ojos. "Todo depende de este momento: si funciona, mi vida corre peligro; si no, estaré libre de acechos", se decía Utterson mientras Poole se acercaba a la mesa.
-No... no estoy seguro... - titubeó el mayordomo - Sé que fui yo a quién se le ocurrió probarla, pero he cambiado de idea... ¿La puedes beber tú?
El abogado trató de convencerlo durante varios minutos, pero no había forma.
-Poole, mi paciencia tiene un límite... - advertía - Como ya te he dicho varias veces, no me la beberé yo porque no quiero tener doble personalidad...
-¡Puedes suplicar cuánto quieras, pero eso no pasará por mi boca! Además, ¡tú no eres nadie para obligarme a hacer nada! - de repente paró de hablar, pues Utterson le puso un bisturí en la garganta.
-O te lo bebes, o te lo bebes. - le amenazó mientras le hundía la lanceta en el cuello.
-Vale, lo haré pero... no me mates. - rogó Poole asustado.
Este tragó saliva, respiró hondo y se llevó la poción a su boca.
-Parece que no funciona - rió nervioso. Luego posó la mano en su estómago, con una mueca de dolor en el rostro. Comenzó a gritar, a revolverse y convulsionar por el suelo mientras tosía salvajemente algo de sangre.
Utterson sintió que le fallaban las piernas, aquella imagen no era para nada agradable de ver. Estaba pálido, con náuseas y paralizado. No sabía que hacer: acercarse, huir, ver lo que pasaba... Cerró los ojos bruscamente para no mirar, pero seguía escuchando los gritos del mayordomo que hacían estremecer los cimientos de la casa. Cuando reunió el valor suficiente para observar el resultado de la pócima, dejó que la luz volviese a pasar por sus pupilas. Se reparó en que el Sol se había ido, que era ya de noche; se había quedado dormido. Pensó en ir a su casa, pero antes comprobó que nadie había muerto. Bajó la vista hacia el suelo. Se alarmó al no ver a nadie allí, donde se supone que debería estar Poole. No se fiaba de los efectos que la poción podría haber causado al mayordomo. Por lo tanto, decidió emprender una búsqueda exhaustiva hasta dar con él.
Tras una larga caminata por los pasillos, llegó a una oscura azotea. No había encontrado a Poole por ningún lado, pero estaba agotado, necesitaba descansar. Se sentó en una cómoda silla de mimbre y cerró los ojos. Su mente reprodujo una desagradable secuencia de imágenes relacionadas con el sufrimiento que vivió el mayordomo. Sacudió la cabeza intentando sellar con llave, contraseña y barricadas esas puertas en su pensamiento. Perdió la mirada en el cielo y se dejó llevar por la melodía de la suave brisa, mientras un manto de estrellas lo arropaba y la Luna brillante lo guardaba y lo vigilaba.
El olor, el tacto, la sensación de tranquilidad y la incomodidad hicieron que despertara; estaba en una silla de madera atado con una soga por las muñecas. Entreabrió los ojos somnoliento, con la cabeza martilleándole, respirando con fuerza y una impresión de odio irrefrenable. Ese último sentimiento le traía recuerdos. De repente lo relacionó con lo que experimentó al conocer al señor Hyde.
-Buenos días Utterson... ¿Cómo hemos dormido? - el abogado, como un resorte, miró hacia atrás - Perdona si te he asustado, pero no te preocupes, no me he sentido ofendido; muchas otras personas reaccionan así al verme.
Detrás de sí, se encontraba un hombre de pequeña estatura, rechoncho, y con un rostro que producía una cólera irrazonable.
-Hyde... - fue lo único que pudo tartamudear, debido al miedo - ¡Tu estabas muerto! ¡No puedes haber revivido!
-Tranquilo... No he resucitado ni nada por el estilo - se rió el individuo - soy Hoode, el doble de Poole. Por cierto, no es a mí a quien debes mirar.
Utterson se volvió hacia delante y vio una figura alta, delgada, de ojos brillantes y vestida con un esmoquin negro. Este personaje lo observaba cautelosamente. Cuando por fin dejó que la tenue luz de una vela le iluminara la cara, el abogado pudo ver con claridad el rostro de su amigo de toda la vida: Henry Jekyll.
- Puedes llamarme doctor Henry Hyde. Y si aún estás en duda... yo nunca he muerto. - añadió con una torva sonrisa - Lo que pasó realmente fue simple:
» El alma de Hyde me poseyó por completo. Se adueñó tanto de mí, que mi apariencia y manera de ser eran ya de mi parte negativa, por así llamarlo. Además, se me agotó una sal impura, que era el ingrediente clave de la pócima. Debido a esto, tan solo podía permanecer y actuar como Hyde. Claro está que prefiero ser el doctor, así que decidí acabar con todo. Asesiné a mi cuerpo de Hyde, pensando que ya sería Jekyll para siempre. - en ese momento rió diabólicamente. - ¡Qué ingenuo fui! Al final nada de eso ocurrió, es más, pasó algo mejor. Ya podría ser yo libremente, sin necesidad de tener una horrenda cara, ni un achatado cuerpo. Había cumplido diez años de repente, pero no me importaba, me sentía fuerte y sin cadena que valiese. Divisé mi cuerpo anterior, muerto a mis nuevos pies y os escuché golpear la puerta. Silenciosa y rápidamente me escabullí por la ventana, dejando cerrado el pestillo para que pensaseis que no habría podido salir. Una vez en el callejón al que ésta daba, busqué un cristal para ver reflejado mi nuevo rostro. Me dí cuenta de que era el doctor otra vez, pero tenía la osadía y la maldad de Hyde. - se acercó al abogado tanto que este podía sentir se respiración. Se alejó solo un poco de él. - Luego me puse a pensar y recordé que dejé la receta de la poción arriba, por un momento me asusté. Aunque me percaté de que eso no sería tan malo, que si alguno de vosotros tomaba la pócima, se aliaría conmigo y entonces sería un dos contra uno. Esta hipótesis fue cierta, pues unas semanas después conocí a Hoode, que sin problemas se unió a mi propósito. Él no dirá nada, pues no dejaré que vuelva a su forma original. Si lo hace, no serán buenas las consecuencias... - advirtió mientras miraba a lo que antes había sido Poole, que contemplaba la escena con una perturbadora sonrisa en el rostro.
Jekyll se ponía serio a medida que se acercaba al abogado. Utterson sintió como los ojos del doctor buceaban en los suyos, haciendo que se estremeciera.
- Si te asocias a nuestro proyecto vivirás bajo mis órdenes y serás premiado cuando yo haya destronado a la realeza. Y si esto pasa, juro que en la nueva era de oro que verá Inglaterra bajo mi mando, tú y Poole seréis importantes. Podréis controlar a los civiles, que estarán aterrados debido al poder de un ejército de hombres que hayan bebido mi poción y sean como fieras sin domar.
- ¡Henry! ¡Basta ya! ¡Estás perdiendo la cordura! ¡Jamás podrás hacer eso! Por favor, si eres humano dime que esto es solo una broma... Por favor... - Jekyll se limitó a mirarlo fríamente.
-¿Crees que todo esto es un montaje? ¡He creado un elixir que es la llave para una nueva civilización! y ¿tú dices que si es una broma?... ¿Acaso tengo cara de juego? Tómate esto seriamente Utterson. Es más, voy a dejar que te lo pienses hasta la hora de tu muerte.
Al decir esto, el doctor le golpeó con fuerza.
Utterson abrió los ojos, deseando que todo hubiese sido un sueño, aunque eso estaba muy lejos de la cruda realidad. Se encontraba en el suelo de una habitación abandonada. Estaba todo oscuro y sucio. No muy nítidamente divisó a alguien a su lado que lo observaba. Era la nueva versión de Henry Jekyll, que parecía ser inhumana.
- Bien, como antes no te decidías, me he decantado por presionarte. Como puedes contemplar, estás en el sótano de una casa perdida en el campo; por mucho que grites nadie te oirá. No hay comida ni bebida... Bueno, eso último no es verdad. Lo único que puedes beber es esa poción de ahí. - señaló a una mesa lejana - Tienes dos objetivos: buscar la forma de beber eso y salir, o morir aquí de hambre. No esperaré mucho, así que ya puedes darte prisa. ¡Ah, por cierto! Si sigues indeciso, - le arrojó un revólver - ya sabes.
Se separó de él y se marchó por la puerta de hierro de la sala. Utterson tragó saliva. Si quería vivir tendría que tomar la pócima. No era justo. Henry le ofrecía una vida que él no deseaba, pero que sería la que poseería si sobrevivía. Por otro lado, no quería poner punto y final así. Aferró el arma y la levantó en el aire. Con el corazón latiéndole con fuerza y un pulso acelerado, hizo el ademán de apretar el gatillo. Pero no pudo. Era demasiado. Miró la botella con grima. Empezó a meditar profundamente. Pasó así varias horas hasta que se dio por vencido. Comenzó a llorar y a gritar, aunque era consciente de que nadie le socorrería. Maldijo su impotencia y con lágrimas corriendo por sus mejillas, cogió el revólver. Ahora sí estaba dispuesto a terminar con el sufrimiento.
Al escuchar esto, Poole frunció el ceño.
-Además, - prosiguió - ¿quién dice que esto no pueda ser un maniquí del laboratorio con las ropas de Hyde?
-En mi humilde opinión señor Utterson, - intervino - el rostro el cadáver es semejante al del doble de Jekyll. Por otra parte, no creo que haya escapado por la ventana en el caso de que siguiera con vida, pues está cerrada con pestillo.
El abogado se agachó al lado del muerto. Puso una mano en su mejilla y la otra la llevó a su frente. Comparó las temperaturas, y la del difunto estaba un poco más fría que la suya; era un cuerpo sin vida. Esto empezó a preocuparle. Henry fue uno de sus amigos del alma y había fallecido o, mejor dicho, se había suicidado. El pobre de Lanyon también vio la luz tiempo atrás por una fiebre natural..., ¿o provocada? Se asustó cuando se percató de que él podría ser el siguiente en morir. Pero si esta hipótesis era cierta... ¿quién acabaría con su vida?, ¿cómo lo haría? Esas eran las preguntas que le rondaban por la cabeza aquella noche. Aunque había otra posibilidad, no muy tranquilizadora: Jekyll podría haber envenenado a Hastie por haber averiguado su secreto, y luego haberse arrepentido e inmolado. Fue fácil deducir que él era el siguiente en la lista de Henry... o de un enviado por él.
-Tienes razón amigo, pero... ¿no te parece extraño que me lo haya confesado a mí nada más? Es decir, que a mi parecer no entrabas en sus planes. - el mayordomo arqueó una ceja extrañado - Por si no estás enterado, Hastie Lanyon murió hace unas semanas y, como habrás leído en la carta, él sabía el secreto de Jekyll. Luego este se suicidó, dándome vía libre para leer su confesión. Puede que ahora mi destino sea morir a manos de un asesino contratado por tu amo. Así que si yo caigo de esa forma, quiero que cuentes esto a la policía y a la prensa si quieres. Pero por ahora no digas ni una palabra de esto a nadie. ¿Entendido?
Poole movió al cabeza y le estrechó la mano a Utterson para sellar el trato.
-Aunque, aún no sabemos si esa poción funciona realmente. Por lo tanto, habrá que comprobar que es cierto. - razonó mientras buscaba en los cajones del escritorio. De uno de ellos sacó un papel donde estaban indicada una receta para, posiblemente, crear la pócima. Empezó a leer mentalmente - Vale, tenemos todo. Tan solo falta esa droga que tato demandaba mi amo.
Utterson se dirigió hacia lo que antes era la puerta, se volteó y dijo:
-Ya estás tardando Poole, vamos a la farmacia donde solían venderla.
Una gota más y ya estaría todo listo para beber. Aquel extraño elixir burbujeaba en frente de sus ojos. "Todo depende de este momento: si funciona, mi vida corre peligro; si no, estaré libre de acechos", se decía Utterson mientras Poole se acercaba a la mesa.
-No... no estoy seguro... - titubeó el mayordomo - Sé que fui yo a quién se le ocurrió probarla, pero he cambiado de idea... ¿La puedes beber tú?
El abogado trató de convencerlo durante varios minutos, pero no había forma.
-Poole, mi paciencia tiene un límite... - advertía - Como ya te he dicho varias veces, no me la beberé yo porque no quiero tener doble personalidad...
-¡Puedes suplicar cuánto quieras, pero eso no pasará por mi boca! Además, ¡tú no eres nadie para obligarme a hacer nada! - de repente paró de hablar, pues Utterson le puso un bisturí en la garganta.
-O te lo bebes, o te lo bebes. - le amenazó mientras le hundía la lanceta en el cuello.
-Vale, lo haré pero... no me mates. - rogó Poole asustado.
Este tragó saliva, respiró hondo y se llevó la poción a su boca.
-Parece que no funciona - rió nervioso. Luego posó la mano en su estómago, con una mueca de dolor en el rostro. Comenzó a gritar, a revolverse y convulsionar por el suelo mientras tosía salvajemente algo de sangre.
Utterson sintió que le fallaban las piernas, aquella imagen no era para nada agradable de ver. Estaba pálido, con náuseas y paralizado. No sabía que hacer: acercarse, huir, ver lo que pasaba... Cerró los ojos bruscamente para no mirar, pero seguía escuchando los gritos del mayordomo que hacían estremecer los cimientos de la casa. Cuando reunió el valor suficiente para observar el resultado de la pócima, dejó que la luz volviese a pasar por sus pupilas. Se reparó en que el Sol se había ido, que era ya de noche; se había quedado dormido. Pensó en ir a su casa, pero antes comprobó que nadie había muerto. Bajó la vista hacia el suelo. Se alarmó al no ver a nadie allí, donde se supone que debería estar Poole. No se fiaba de los efectos que la poción podría haber causado al mayordomo. Por lo tanto, decidió emprender una búsqueda exhaustiva hasta dar con él.
Tras una larga caminata por los pasillos, llegó a una oscura azotea. No había encontrado a Poole por ningún lado, pero estaba agotado, necesitaba descansar. Se sentó en una cómoda silla de mimbre y cerró los ojos. Su mente reprodujo una desagradable secuencia de imágenes relacionadas con el sufrimiento que vivió el mayordomo. Sacudió la cabeza intentando sellar con llave, contraseña y barricadas esas puertas en su pensamiento. Perdió la mirada en el cielo y se dejó llevar por la melodía de la suave brisa, mientras un manto de estrellas lo arropaba y la Luna brillante lo guardaba y lo vigilaba.
El olor, el tacto, la sensación de tranquilidad y la incomodidad hicieron que despertara; estaba en una silla de madera atado con una soga por las muñecas. Entreabrió los ojos somnoliento, con la cabeza martilleándole, respirando con fuerza y una impresión de odio irrefrenable. Ese último sentimiento le traía recuerdos. De repente lo relacionó con lo que experimentó al conocer al señor Hyde.
-Buenos días Utterson... ¿Cómo hemos dormido? - el abogado, como un resorte, miró hacia atrás - Perdona si te he asustado, pero no te preocupes, no me he sentido ofendido; muchas otras personas reaccionan así al verme.
Detrás de sí, se encontraba un hombre de pequeña estatura, rechoncho, y con un rostro que producía una cólera irrazonable.
-Hyde... - fue lo único que pudo tartamudear, debido al miedo - ¡Tu estabas muerto! ¡No puedes haber revivido!
-Tranquilo... No he resucitado ni nada por el estilo - se rió el individuo - soy Hoode, el doble de Poole. Por cierto, no es a mí a quien debes mirar.
Utterson se volvió hacia delante y vio una figura alta, delgada, de ojos brillantes y vestida con un esmoquin negro. Este personaje lo observaba cautelosamente. Cuando por fin dejó que la tenue luz de una vela le iluminara la cara, el abogado pudo ver con claridad el rostro de su amigo de toda la vida: Henry Jekyll.
- Puedes llamarme doctor Henry Hyde. Y si aún estás en duda... yo nunca he muerto. - añadió con una torva sonrisa - Lo que pasó realmente fue simple:
» El alma de Hyde me poseyó por completo. Se adueñó tanto de mí, que mi apariencia y manera de ser eran ya de mi parte negativa, por así llamarlo. Además, se me agotó una sal impura, que era el ingrediente clave de la pócima. Debido a esto, tan solo podía permanecer y actuar como Hyde. Claro está que prefiero ser el doctor, así que decidí acabar con todo. Asesiné a mi cuerpo de Hyde, pensando que ya sería Jekyll para siempre. - en ese momento rió diabólicamente. - ¡Qué ingenuo fui! Al final nada de eso ocurrió, es más, pasó algo mejor. Ya podría ser yo libremente, sin necesidad de tener una horrenda cara, ni un achatado cuerpo. Había cumplido diez años de repente, pero no me importaba, me sentía fuerte y sin cadena que valiese. Divisé mi cuerpo anterior, muerto a mis nuevos pies y os escuché golpear la puerta. Silenciosa y rápidamente me escabullí por la ventana, dejando cerrado el pestillo para que pensaseis que no habría podido salir. Una vez en el callejón al que ésta daba, busqué un cristal para ver reflejado mi nuevo rostro. Me dí cuenta de que era el doctor otra vez, pero tenía la osadía y la maldad de Hyde. - se acercó al abogado tanto que este podía sentir se respiración. Se alejó solo un poco de él. - Luego me puse a pensar y recordé que dejé la receta de la poción arriba, por un momento me asusté. Aunque me percaté de que eso no sería tan malo, que si alguno de vosotros tomaba la pócima, se aliaría conmigo y entonces sería un dos contra uno. Esta hipótesis fue cierta, pues unas semanas después conocí a Hoode, que sin problemas se unió a mi propósito. Él no dirá nada, pues no dejaré que vuelva a su forma original. Si lo hace, no serán buenas las consecuencias... - advirtió mientras miraba a lo que antes había sido Poole, que contemplaba la escena con una perturbadora sonrisa en el rostro.
Jekyll se ponía serio a medida que se acercaba al abogado. Utterson sintió como los ojos del doctor buceaban en los suyos, haciendo que se estremeciera.
- Si te asocias a nuestro proyecto vivirás bajo mis órdenes y serás premiado cuando yo haya destronado a la realeza. Y si esto pasa, juro que en la nueva era de oro que verá Inglaterra bajo mi mando, tú y Poole seréis importantes. Podréis controlar a los civiles, que estarán aterrados debido al poder de un ejército de hombres que hayan bebido mi poción y sean como fieras sin domar.
- ¡Henry! ¡Basta ya! ¡Estás perdiendo la cordura! ¡Jamás podrás hacer eso! Por favor, si eres humano dime que esto es solo una broma... Por favor... - Jekyll se limitó a mirarlo fríamente.
-¿Crees que todo esto es un montaje? ¡He creado un elixir que es la llave para una nueva civilización! y ¿tú dices que si es una broma?... ¿Acaso tengo cara de juego? Tómate esto seriamente Utterson. Es más, voy a dejar que te lo pienses hasta la hora de tu muerte.
Al decir esto, el doctor le golpeó con fuerza.
Utterson abrió los ojos, deseando que todo hubiese sido un sueño, aunque eso estaba muy lejos de la cruda realidad. Se encontraba en el suelo de una habitación abandonada. Estaba todo oscuro y sucio. No muy nítidamente divisó a alguien a su lado que lo observaba. Era la nueva versión de Henry Jekyll, que parecía ser inhumana.
- Bien, como antes no te decidías, me he decantado por presionarte. Como puedes contemplar, estás en el sótano de una casa perdida en el campo; por mucho que grites nadie te oirá. No hay comida ni bebida... Bueno, eso último no es verdad. Lo único que puedes beber es esa poción de ahí. - señaló a una mesa lejana - Tienes dos objetivos: buscar la forma de beber eso y salir, o morir aquí de hambre. No esperaré mucho, así que ya puedes darte prisa. ¡Ah, por cierto! Si sigues indeciso, - le arrojó un revólver - ya sabes.
Se separó de él y se marchó por la puerta de hierro de la sala. Utterson tragó saliva. Si quería vivir tendría que tomar la pócima. No era justo. Henry le ofrecía una vida que él no deseaba, pero que sería la que poseería si sobrevivía. Por otro lado, no quería poner punto y final así. Aferró el arma y la levantó en el aire. Con el corazón latiéndole con fuerza y un pulso acelerado, hizo el ademán de apretar el gatillo. Pero no pudo. Era demasiado. Miró la botella con grima. Empezó a meditar profundamente. Pasó así varias horas hasta que se dio por vencido. Comenzó a llorar y a gritar, aunque era consciente de que nadie le socorrería. Maldijo su impotencia y con lágrimas corriendo por sus mejillas, cogió el revólver. Ahora sí estaba dispuesto a terminar con el sufrimiento.
Rebeldes.
Estuve escribiendo durante horas y horas. La mano me dolía. Podía sentir el pulso en ella. Así que decidí descansar. Me tumbé en la cama y cogí un cigarrillo. La mano me dolía tanto que hasta tuve que sostenerlo con la otra. Que bien me sentó. Parecía un cigarrillo mejor. Un cigarrillo especial. A los dos segundos ya se había desvanecido. No quedaba nada de él, solo su aroma. Estaba cansado, y los ojos se me cerraban solos. Pensé que lo mejor sería dormir un rato.
Me desperté, un ruido enorme retumbó por toda la casa. Pensé que sería Sodapop o Darry. Y me relajé. Pero entonces recordé que ellos se habían ido. Salí de la habitación y bajé. Me asomé lentamente al salón. Vi la mesa de café, los sillones y todo tirado por el suelo, todos los cajones abiertos, y todo más desordenado de lo habitual. La puerta estaba abierta de para en par. Así que salí corriendo a la calle. Dos chavales iban apresurados calle abajo, cargados con dos sacos a la espalda. Fui detrás de ellos pero eran muy rápidos.
- Jamás les alcanzaré.- Dije en voz baja, casi insonora.
Pero entonces cogí fuerzas. No podía dejar que se escapasen. Soy un greaser, y los greaser nunca tienen miedo a nada. Tenía que atraparles. Mi paso se aceleró y fui cogiéndoles ventaja. Ya estaban cerca. Muy cerca. Tan cerca que hasta sentía sus respiraciones en mi pecho. Era el momento. Me agaché y agarré el pie de uno. "¡PUM!". Menudo batacazo había metido. Por un momento hasta pensé que el suelo se había podido romper. Su compañero al oír el golpe y ver que su amigo no le seguía se paró. Mientras él venía, yo me agaché a coger la bolsa que llevaba el otro a la espalda. La abrí. Miré su interior, y que sorpresa la mía al no encontrar nada valioso. Solo libros. Libros de poesía, libros de literatura griega, libros de cuentos chinos, libros clásicos... libros, y solo libros. Hubo uno que me llamó la atención en especial. Al ver el interior de la bolsa la solté a un lado y miré al chaval del suelo. Era muy moreno, con el pelo engominado. Me recordaba a Johnny. La nariz y la boca no paraban de sangrarle. Tenía toda la cara manchada. Quizás algún diente roto, y tal vez la nariz también. Le pedí perdón muchas veces. Pero ni si quiera sé si se enteró. Su amigo acababa de llegar a nuestro lado. Enrabietado, furioso, colérico, violento y desesperado. Me empujó y caí al suelo. Me levanté y me limpié las manos.
- Perdón - Le dije - os he confundido... Perdón por tu compañero. Os ayudaré...-Antes de poder terminar la frase me pegó un puñetazo en el esternón que me dejó sin respiración durante unos segundos.
- ¿Te crees que con pedir perdón puedes arreglarle el daño que le has hecho a mi amigo? Encima eres un enano. No sabes nada de la vida ¿eh? . ¿Piensas que puedes ir así? - Me metió otro puñetazo, esta vez en el costado y más fuerte que el anterior.- Ya te dejaré yo como tú le has dejado a él. - Sacó un libro de su bolsa, y de él una navaja. - Te enseñaré a no meterte con los mayores, niñato.
Sentí un fuerte golpe en la cabeza. Acto seguido, caí al suelo.
Cuándo me desperté estaba en una habitación desconocida. Me senté en el sucio piso. Me toqué por todas partes y no noté ninguna marca de navaja. A mi lado había una cama con el chaval al que había tirado antes al suelo. Le observé. Tenía la boca hecha polvo y la nariz rota. Pensé en aquel libro. 'Lo que el viento se llevó' que casualidad. Mientras le miraba imaginaba que él era Johnny. Recordaba los cinco días pasados en aquella iglesia. A su lado. Leyendo aquel libro. Y luego como él me lo dejó a mi al morir...
- Eh... ¿me puedes dar agua? -El chaval de la cama había hablado. Tenía la voz rota y apagada.
Me levanté y cogí el vaso que él tenía al lado.
- Oye... perdón, me confundí, yo no suelo pegar, y mucho menos a inocentes... -Le dije mientras le daba el vaso.
- No pasa nada chaval. Todos nos equivocamos.
- Yo me llamo Ponyboy, ¿y tú?
- Yo soy George.
- ¿Dónde estamos?
- No te lo puedo decir Ponyboy. -Su voz se iba apagando y tenía unos ojos tristes.- Es un secreto. Si te lo digo....
El chaval que me había pegado entró por la puerta. Traía comida.
- Toma George tómatelo cuando tengas hambre. Que este basurilla te lo dé. -Me miró con cara de asco. Noté el odio en su mirada.
Se fue dando un portazo. Y escuché como echaba un candado.
Pasaron dos días, y hasta ahora no había comido nada, solo lo poco que George me daba de su comida. Agua solo me traían un vaso diario que me bebía nada más levantarme. El resto del día él me daba del suyo. A él le daban todo el agua que quisiera y no le importaba darme a mi. En esos dos días estuvimos hablando bastante y conociéndonos muy bien, pero él jamás me contó donde estábamos. Sabía que él se arriesgaba al darme agua y comida, aunque nunca me lo dijo. Había varios temas prohibidos de los que hablar, como, a dónde iba cuando le tiré al suelo, por qué los libros tenían navajas dentro, cómo llegamos hasta allí y dónde estábamos. Pero siempre teníamos de que hablar. A veces nos inventábamos cuentos e historias, y otras veces hablábamos de cualquier tontería que se nos ocurriese.
Llegó la noche. Odiaba la noche en aquel lugar. Se me hacía fría y larga. Cuando George se dormía empezaba a pensar en muchas cosas. Infinitas cosas. Pensaba que me iba a morir, que me querían matar. Estaba muy delgado, hasta se me notaban los huesos. Pensaba en Soda y Darry... cada vez que pensaba en ellos lloraba. Les echaba mucho de menos. Quería volver a casa y estar con ellos. También pensaba en papá y mamá. Mamá siempre me relajaba. Pensaba en Johnny, George se le parecía bastante... Mientras pensaba y lloraba congelado, me dormía. Todas las noches igual, pero en esta última había caído frito.
Cuando me desperté, el joven que me había golpeado estaba dentro de la habitación, discutiendo con George. No hablé. Delante de aquel monstruo no me permitían hablar, solo podía mirar, a veces asentir o negar con la cabeza, pero jamás abrir la boca. Observé como se llevaba a George... era lo único que me quedaba. Escuché que se lo llevaban porque tenía que ver al médico, así que pensé que volvería.
Nunca volvió. Yo cada vez estaba más delgado. El único movimiento que hacía al día era el de sentarme en la cama, tumbarme y coger el vaso. Ahora tenía que administrar bien la dosis de agua diaria. Los días y las noches eran ya igual de largos. Llevaba allí más o menos 120 horas y sabía que dentro de poco me iba a morir. El poco agua que tenía lo derrochaba meando. Algún día en el que administré mal el agua, al orinar lo hice en el vaso. Y me lo bebí. Era lo único que me podía mantener. Allí nunca nadie me encontraría, iba a morir. Morir, morir, morir, morir. Esa idea me rondaba la cabeza siempre. Iba a morir. Iba a ir con mamá y papá, iba a ir con Johnny. Pero dejaría atrás a Soda, a Darry, a... dejaría atrás todo.
Esa noche me pesaban mucho los ojos. Los ojos... los ojos...los ojos se cerraron con la fuerza de un huracán y nunca más se abrieron.
'¡RIIIIIIIIIIIIING!' Sonó el despertador, me levanté.
Me desperté, un ruido enorme retumbó por toda la casa. Pensé que sería Sodapop o Darry. Y me relajé. Pero entonces recordé que ellos se habían ido. Salí de la habitación y bajé. Me asomé lentamente al salón. Vi la mesa de café, los sillones y todo tirado por el suelo, todos los cajones abiertos, y todo más desordenado de lo habitual. La puerta estaba abierta de para en par. Así que salí corriendo a la calle. Dos chavales iban apresurados calle abajo, cargados con dos sacos a la espalda. Fui detrás de ellos pero eran muy rápidos.
- Jamás les alcanzaré.- Dije en voz baja, casi insonora.
Pero entonces cogí fuerzas. No podía dejar que se escapasen. Soy un greaser, y los greaser nunca tienen miedo a nada. Tenía que atraparles. Mi paso se aceleró y fui cogiéndoles ventaja. Ya estaban cerca. Muy cerca. Tan cerca que hasta sentía sus respiraciones en mi pecho. Era el momento. Me agaché y agarré el pie de uno. "¡PUM!". Menudo batacazo había metido. Por un momento hasta pensé que el suelo se había podido romper. Su compañero al oír el golpe y ver que su amigo no le seguía se paró. Mientras él venía, yo me agaché a coger la bolsa que llevaba el otro a la espalda. La abrí. Miré su interior, y que sorpresa la mía al no encontrar nada valioso. Solo libros. Libros de poesía, libros de literatura griega, libros de cuentos chinos, libros clásicos... libros, y solo libros. Hubo uno que me llamó la atención en especial. Al ver el interior de la bolsa la solté a un lado y miré al chaval del suelo. Era muy moreno, con el pelo engominado. Me recordaba a Johnny. La nariz y la boca no paraban de sangrarle. Tenía toda la cara manchada. Quizás algún diente roto, y tal vez la nariz también. Le pedí perdón muchas veces. Pero ni si quiera sé si se enteró. Su amigo acababa de llegar a nuestro lado. Enrabietado, furioso, colérico, violento y desesperado. Me empujó y caí al suelo. Me levanté y me limpié las manos.
- Perdón - Le dije - os he confundido... Perdón por tu compañero. Os ayudaré...-Antes de poder terminar la frase me pegó un puñetazo en el esternón que me dejó sin respiración durante unos segundos.
- ¿Te crees que con pedir perdón puedes arreglarle el daño que le has hecho a mi amigo? Encima eres un enano. No sabes nada de la vida ¿eh? . ¿Piensas que puedes ir así? - Me metió otro puñetazo, esta vez en el costado y más fuerte que el anterior.- Ya te dejaré yo como tú le has dejado a él. - Sacó un libro de su bolsa, y de él una navaja. - Te enseñaré a no meterte con los mayores, niñato.
Sentí un fuerte golpe en la cabeza. Acto seguido, caí al suelo.
Cuándo me desperté estaba en una habitación desconocida. Me senté en el sucio piso. Me toqué por todas partes y no noté ninguna marca de navaja. A mi lado había una cama con el chaval al que había tirado antes al suelo. Le observé. Tenía la boca hecha polvo y la nariz rota. Pensé en aquel libro. 'Lo que el viento se llevó' que casualidad. Mientras le miraba imaginaba que él era Johnny. Recordaba los cinco días pasados en aquella iglesia. A su lado. Leyendo aquel libro. Y luego como él me lo dejó a mi al morir...
- Eh... ¿me puedes dar agua? -El chaval de la cama había hablado. Tenía la voz rota y apagada.
Me levanté y cogí el vaso que él tenía al lado.
- Oye... perdón, me confundí, yo no suelo pegar, y mucho menos a inocentes... -Le dije mientras le daba el vaso.
- No pasa nada chaval. Todos nos equivocamos.
- Yo me llamo Ponyboy, ¿y tú?
- Yo soy George.
- ¿Dónde estamos?
- No te lo puedo decir Ponyboy. -Su voz se iba apagando y tenía unos ojos tristes.- Es un secreto. Si te lo digo....
El chaval que me había pegado entró por la puerta. Traía comida.
- Toma George tómatelo cuando tengas hambre. Que este basurilla te lo dé. -Me miró con cara de asco. Noté el odio en su mirada.
Se fue dando un portazo. Y escuché como echaba un candado.
Pasaron dos días, y hasta ahora no había comido nada, solo lo poco que George me daba de su comida. Agua solo me traían un vaso diario que me bebía nada más levantarme. El resto del día él me daba del suyo. A él le daban todo el agua que quisiera y no le importaba darme a mi. En esos dos días estuvimos hablando bastante y conociéndonos muy bien, pero él jamás me contó donde estábamos. Sabía que él se arriesgaba al darme agua y comida, aunque nunca me lo dijo. Había varios temas prohibidos de los que hablar, como, a dónde iba cuando le tiré al suelo, por qué los libros tenían navajas dentro, cómo llegamos hasta allí y dónde estábamos. Pero siempre teníamos de que hablar. A veces nos inventábamos cuentos e historias, y otras veces hablábamos de cualquier tontería que se nos ocurriese.
Llegó la noche. Odiaba la noche en aquel lugar. Se me hacía fría y larga. Cuando George se dormía empezaba a pensar en muchas cosas. Infinitas cosas. Pensaba que me iba a morir, que me querían matar. Estaba muy delgado, hasta se me notaban los huesos. Pensaba en Soda y Darry... cada vez que pensaba en ellos lloraba. Les echaba mucho de menos. Quería volver a casa y estar con ellos. También pensaba en papá y mamá. Mamá siempre me relajaba. Pensaba en Johnny, George se le parecía bastante... Mientras pensaba y lloraba congelado, me dormía. Todas las noches igual, pero en esta última había caído frito.
Cuando me desperté, el joven que me había golpeado estaba dentro de la habitación, discutiendo con George. No hablé. Delante de aquel monstruo no me permitían hablar, solo podía mirar, a veces asentir o negar con la cabeza, pero jamás abrir la boca. Observé como se llevaba a George... era lo único que me quedaba. Escuché que se lo llevaban porque tenía que ver al médico, así que pensé que volvería.
Nunca volvió. Yo cada vez estaba más delgado. El único movimiento que hacía al día era el de sentarme en la cama, tumbarme y coger el vaso. Ahora tenía que administrar bien la dosis de agua diaria. Los días y las noches eran ya igual de largos. Llevaba allí más o menos 120 horas y sabía que dentro de poco me iba a morir. El poco agua que tenía lo derrochaba meando. Algún día en el que administré mal el agua, al orinar lo hice en el vaso. Y me lo bebí. Era lo único que me podía mantener. Allí nunca nadie me encontraría, iba a morir. Morir, morir, morir, morir. Esa idea me rondaba la cabeza siempre. Iba a morir. Iba a ir con mamá y papá, iba a ir con Johnny. Pero dejaría atrás a Soda, a Darry, a... dejaría atrás todo.
Esa noche me pesaban mucho los ojos. Los ojos... los ojos...los ojos se cerraron con la fuerza de un huracán y nunca más se abrieron.
'¡RIIIIIIIIIIIIING!' Sonó el despertador, me levanté.
EL ÚLTIMO CRIMEN DE POMPEYA
Mientras íbamos en el coche, comunicaron en la radio mi gran descubrimiento. ¿Cómo se habían enterado tan deprisa?
Pocos días después me sonó el móvil. Era mi profesor de la Universidad, D. Felipe Rodríguez Álvarez, quien emocionado, me dijo:
- ¡José María, he oído la noticia por la radio! ¿Es cierto que has descubierto el último crimen de Pompeya?
- En efecto.-respondí
- Verás, en la Universidad hemos decidido que puedes regresar a Málaga. Sin duda, ningún alumno ha logrado lo que tú. Por tanto, tus prácticas han terminado y, dentro de un mes, serás oficialmente un arqueólogo.
- ¿Qué? ¡No me lo puedo creer! ¿Lo dice en serio?
- Por supuesto. Regresa en cuanto puedas para preparar la documentación.
- De acuerdo, cogeré el primer vuelo que salga, D. Felipe.
- Bien, nos vemos pronto.- se despidió.
Aún no podía creer lo que estaba ocurriendo. En pocos días mi sueño se iba a hacer realidad.
Pero, entonces, caí en la cuenta de algo de lo que no me había percatado hasta ahora: Popea. Debía regresar a Málaga y, quizás, no volvería a verla.
Esa noche no pude dormir. Estuve pensando en lo que pasaría si me fuera: trabajaría en lo que siempre había querido y volvería a ver a mi familia; pero, si me quedaba, podría empezar una nueva vida junto a Popea.
A la mañana siguiente, ella llegó al Albergo Margarita para preguntarme cuál iba a ser mi decisión, regresar a España o quedarme en Nápoles:
- La verdad es que aún no lo sé. Siento que debo irme para cumplir mi sueño, pero, a la vez, me gustaría quedarme.
- Debes irte.
- ¿Qué? - pregunté sorprendido.
- Yo estaré bien y tú debes volver a Málaga para convertirte en un gran arqueólogo.
Entendí que debía marcharme. Popea estaría bien, era una mujer fuerte. Esa misma noche saqué los billetes por internet y recogí todas mis cosas.
A las 10:00h dejé el albergo, no sin antes despedirme de Doña Margarita y todos mis amigos. En la puerta me esperaba el taxi y en su interior estaba: ¡Popea!
- ¿Qué haces aquí?- le pregunté extrañado.
- ¿No pensarías que me iba a quedar sin conocer tu ciudad, no?
- ¿Vas a venir conmigo?
- Pues claro. ¡No te vas a librar de mí tan fácilmente!
Faltó poco para que perdiéramos el avión; pero, finalmente, embarcamos y llegamos a Málaga sobre las 14:00h.
Toda mi familia me esperaba en casa. Estaban muy orgullosos de mi descubrimiento y encantados de conocer a Popea.
Al cabo de unos días, fui a la Universidad para firmar todos los documentos.
- Me alegro de verle por aquí, Señor Peralta.
- Yo también estoy muy contento de verle a usted D. Felipe.
- Bien, pues, si firma aquí, podré entregarle con mucho orgullo su título.
No podía creerlo ¡ya era arqueólogo!
Al salir a la calle recordé mi infancia, en la que mi abuelo me contaba cosas de su vida y me decía que su sueño había sido ser historiador, pero, no pudo conseguirlo a causa de la guerra. Entonces pensé:
- "Gracias abuelo. Sin tí nada de lo ocurrido hubiera sido posible. Mi sueño y el tuyo se han hecho realidad. Espero que, desde allí arriba, me ayudes de ahora en adelante."
Hace ya varios años de aquello. Durante unos meses mi vida cambió por completo; fui el hombre más feliz de la Tierra. Actualmente, creo que soy un buen arqueólogo y vivo feliz con mi mujer Popea y nuestra hija Margarita. ¿Os imagináis por qué le pusimos ese nombre?
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