domingo, 19 de enero de 2014

La metamorfosis.

Después de haber escuchado la conversación de su familia, lleno de decepción se fue a su cuarto. Él no quería hacerles la vida imposible. Estaba preocupado por ellos. Con esfuerzo llegó a su habitación. Decidió dormirse, estaba sin fuerzas.

Abrió los ojos. Se hallaba en la cama . Al final de la cama se encontraban sus pies, cinco dedos en cada uno. Se quedó embobado mirándolos. Poco después, empezó a picarle la cabeza y fue a rascarla con su mano izquierda. De ella cogió al culpable de su picor. ¡Era un asqueroso bicho de antenas y fuerte caparazón! Rápidamente lo tiró al suelo, casi le dio algo de la repugnancia. Se sentó en la cama para poder levantarse de ella luego. Miró su cuerpo. ¡Estaba repleto de casi cincuenta asquerosos insectos! Todos eran iguales al que cogió de la cabeza. Se puso de pie en el suelo de un salto, y empezó a quitarse todos aquellos parásitos de encima. Arañándose y dándose tortas por todo el cuerpo. Observó el suelo y estaba colmado de esos monstruos enanos. Había por lo menos miles, y no cesaban de entrar por la ventana de su cuarto muchísimos más. El techo y las paredes también estaban llenos de esos pequeños que no paraban de observarle. Salió corriendo de la habitación y múltiples filas de estos bichos iban en dirección hacia ella.

- ¡MAMÁ, PAPÁ, GRETE! - gritó Gregor a pleno pulmón. Estaba asqueado y un poco asustado.

La casa parecía estar usual, quitando el detalle de los insectos. Fue al cuarto de sus padres y solo vio el bastón de aquel hombre mayor al que tanto quería. Seguidamente fue al de su hermana y no la encontró. Fue al salón, el mismo resultado. Y a la cocina. Nadie. Lo que no faltaba en cada rincón de la casa eran los bichos, repletos de basura, todos encaminándose en dirección a su cuarto, pero en ningún rincón cesaban, aparecían de la nada. No podía dar un paso sin que sonara ese sonido tan incómodo que le provocaba arcadas nada más escucharlo. ¡CRACH! Entraban desde la puerta principal, por lo que decidió ver de dónde venían. Les siguió hasta el patio. Levantó la cabeza. Y desde el árbol brotaba una inmensa masa negra. Se fijó en el árbol. Se fijó más, había algo que no le cuadraba. Se acercó un poco hacia él. Vio que colgaban tres figuras. Se acercó aún más y pasó su mano por una de ellas. Quitó algunos parásitos que cayeron al suelo. Era el violín de su hermana. Siguió quitando parásitos y vio la cara de ella. Estaba descomponiéndose. Rápidamente siguió con las otras dos figuras. Eran su padre y su madre.

Gregor se sobresaltó y chocó contra el sillón. Había sido una pesadilla. Salió de debajo del mueble. Era de noche. Sin ninguna razón salió de su habitación por la ventana. Fue chillando por la calle e insectos de todas clases se le iban uniendo. Terminó de recopilar a bichos en el vertedero. Al llegar allí cogió otro camino para volver a su casa. Detrás de él iba una manada de toda clase de parásitos, sobre todo cucarachas. Empezaron a entrar por la ventana de su cuarto. Organizó al gran grupo. Miles de ellos fueron al cuarto de su hermana. Millones a la habitación de sus padres. Gregor fue a por unas cuerdas. Con cuidado los millones de insectos llevaron a su familia al patio donde él ya había atado las cuerdas al árbol. Entre todos anudaron a su familia. Vieron cómo se despertaron y movían de un lado a otro intentando coger aire y sobrevivir. Daban patadas a la nada e intentaban agarrarse de una rama cercana. La pobre mujer asmática poco después de abrir los ojos y ver todo lo que tenía enfrente , murió. No le había dado tiempo a luchar por su vida. Su padre se quedó mirando cómo su mujer moría. Se resignó. No puso fuerzas ninguna en intentar subsistir. Miró a su joven hija y le regaló un último beso.

- ¡Papá, no! ¡PAPÁ, LUCHA, POR FAVOR, NO ME ABANDONES! - gritaba Grete con las pocas fuerzas que le quedaban - ¡PAPÁ NO, PAPAAAAAAÁ! ¡NO ME DEJES PAPÁ! - la vida se le iba por la boca.

La última en fallecer fue su hermana, que intentaba respirar por todos los medios, lloraba y chillaba. La juventud se le había ido por completo. Se movía de un lado a otro intentando abrazar a su padre. De repente paró, se quedó quieta y todo lo que le quedaba por vivir ya no existía. Quizás su muerte no fue causada tanto por la asfixia como por ver a sus padres morir.  Su blanca cara ahora era de un rojo intenso. Gregor observaba todo esto desde el suelo. Estaba muy agotado, se había herido aún más de lo que estaba, y la falta de comida le había puesto más débil. Su pequeño corazón se paró en medio de la masa de bichos que rodaba a él y a su familia en un círculo.

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