Dorotea abrió los ojos y lo primero que vio fue que estaba recostada en su pequeña cama. Toto estaba dormido a su lado, pero no tardó en despertarse cuando escuchó a su ama levantarse. Tía Ema llamó a la puerta y le dio mucha alegría ver a Dorotea pues acababa de salir de un profundo coma de tres meses. La niña no entendía nada, pues, para ella, ayer a la tarde regresó a casa después de su gran aventura en la Tierra de Oz.
Volvió a su cama después de comer y se sorprendió al ver en una mesita dos figuritas. Una era un leñador y la otra una bella mujer que iba agarrada de su pequeño brazo. Entonces, algo le resultó familiar y al fijarse en el leñador se dio cuenta de que su piel era plateada como una moneda, y pensó en su amigo el Leñador de Hojalata y en su amada, la cual recuperó al conseguir su corazón. Al lado de otra mesa donde había una vela que iluminaba la habitación, se encontraba una estatua de un león de cristal. Tía Ema le advirtió de que tuviera mucho cuidado con él, ya que era de cristal y a su vez, muy frágil y tenían miedo de que se fuera a caer y romper. Luego, vio que un había allí un sofá desgastado que tenía un agujero por el cual se podía ver restos de paja de su interior y esta vez preguntó a tío.
-Tío Enrique, ¿qué hace ese sofá ahí y por qué está roto?
-Lo compró tu tía en el mercadillo del pueblo y como necesitábamos algo de paja para hacer un espantapájaros la cogimos de ahí. Este año han venido muchos pájarracos al pueblo y se quieren comer la cosecha.
-¿Un espantapájaros? ¿Podrías enseñármelo?
Seguía siendo un hombre de pocas palabras y sin decirle nada se giró y miro a la niña de tal forma que ella entendió que debía seguirle.
Llegaron al huerto y le enseñó el gran espantapájaros. Dorotea se puso a llorar y marchó a casa corriendo porque era igual que su amigo el Espantapájaros y lo echaba tanto de menos...
Pasó el día entero en su cama, incluso Toto estaba triste, ya que él también echaba de menos a sus amigos. A la mañana siguiente el curioso perrito escuchó un gran ruido y de un salto bajó de la cama y se plantó en la puerta de la calle. Entonces, vio un camión enorme, -aun más enorme que el estruendo- y observó que había muchos animales y personas con diferentes trajes muy coloridos y divertidos. Ladró fuerte como si de un ladrón se tratase y una vez que despertó a Dorotea y se asomó a la puerta, vio a un hombre bajito, el cual tenía cierto parentesco con "El Mago de Oz" pero tras estar varios minutos observándole se dio cuenta de que no se parecía Oz, sino que era él. Corrió hacia el hombre tan rápido como pudo y se dirigió a él muy enfadada, pues se fue sin ella y la dejó en aquel lugar. Pero para su sorpresa no la reconoció.
Habían pasado cosas muy raras últimamente, pues no encontraba explicación a que todos sus amigos se encontraran en figuras o estatuas e incluso en personas de carne y hueso. Estaba tan confusa que no salió de su cama en ocho días y nueve noches pero aquella mañana fue diferente, pues, su tía no le trajo el desayuno, pero no le dio importancia porque tampoco tenía mucha hambre. Llegaron las dos del mediodía y nadie le traía la comida, así que decidió levantarse al fin y ver dónde se encontraba su familia.
Un papel mojado cayó al suelo sucio, y tras el papel dos gotas que se secaron en la madera. Aquello superaba todos sus límites, no podía creer lo que estaba viendo:
"Hola cariño, supongo que ya estarás despierta, tienes comida en el armario y te dejamos en la hucha todos nuestros ahorros. No podemos seguir con esto, desde que despertaste del coma estas muy extraña y nos empiezas a dar miedo. Hemos decidido irnos para siempre.
Te quieren, tus tíos."
Toto al verla llorar se acercó a ella y humedeció su mano con su hocico. Dorotea se limpió la cara y con la mirada ausente se fue hacia la cama, se tumbó y al cabo de un mes encontraron el cuerpo sin vida de la niña. El perrito seguía a su lado, pues el amor que sentía por su dueña era tal que ni la muerte haría que se separaran nunca.
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