domingo, 19 de enero de 2014

Continuación de "No pidas sardina fuera de temporada".

     Escuché de nuevo unos pasos esperanzadores que me hacían voltear la cabeza. Era María, que venía a decirme que alguien preguntaba por mí en el teléfono. Me levanté de la silla y dejé el informe de mi amada encima de la mesa. Al llegar al aparato me lo llevé al oído y contesté.

   -¿Diga?
   -Hola Juanito.
 No hicieron falta más palabras para conocer esa voz. 
   -¡Hombre Elías cuánto tiempo!
   -Sí, tres meses. Tres largos meses. ¿Cómo te va?
   -Pues perfectamente, ¿y a ti?
   -Bien, bien. Supongo que mi hermana te habrá contado que estudio fotografía y trabajo con una agencia, ¿verdad?
   -Sí.
   -Bueno, pues... tengo que contarte algo, seguro que te interesa.
   -Te escucho.

 Se manifestaron unos instantes de silencio.
   -Preferiría decirtelo en persona. Esta tarde me paso por el barrio a por unas fotos. Si quieres nos vemos en La Tasca a las seis.

     Colgué y me dirigí al cobertizo. Al llegar observé que el dossier de Clara no se hallaba donde lo dejé. Fui inmediatamente a preguntarle a María que si lo había cogido. 

   -María, ¿has cogido el expediente de Clara?
   -¿El expediente?, no.

No entendía nada. Si no lo tenía Clara, y no permacenía en mi escritorio, ¿dónde estaba? Volví a mi lugar de trabajo para buscarlo. Justo al entrar por la puerta lo vi. No me refiero al informe, sino al amor de mi vida.

   -Hola Juan. Así que esto es a lo que te has dedicado todo este tiempo, ¿no?
No me salían las palabras. Estaba ahí, a tan solo unos centímetros de mí.
   -Realmente lo hize antes de que ocurriera todo esto. ¿Qué haces por aquí?
   -Pues he venido de visita, ¿es que no te alegras de verme?- pronunciaban sus rojos y provocadores labios mientras su espléndido cuerpo se acercaba aún más a mi. La tentación era insostenible. 
   -Por supuesto que me alegro, ¿no se me nota?
Sonrió y su resplandeciente sonrisa me iluminó el corazón. Su boca se encontraba a milímetros de la mía. Me entraron unas ganas locas de precipitarme al abismo de su cuerpo.
   -En verdad he venido hacia aquí para verte. Llevaba tiempo queriendo pedirte disculpas por como acabó todo, y decirte que me encantaría encaminarlo de nuevo.

Volvía a quedarme sin palabras. Hize ademán de hablar, pero no me salió más que una estúpida palabra. 

   -Ah.
Clara desvió la mirada hacia abajo y continué.
   -Te he echado de menos.

Se le saltaron las lágrimas y, sin venir a cuento, me besó. Esos instantes en los que nuestros labios se unieron me hicieron recordar aquel día que bailé con ella. En mi mente sonaba el Without you. Todo era muy bonito para ser verdad, asi que, como siempre, una interrupción de María lo estropeó todo.

   -¡Clara!¡Hola!
   -Hola María, ¿qué tal?- dijo ella mientras se separaba de mí.
   -Muy bien. ¿Qué haces por aquí?
   -Ha venido de visita.- interrumpí mientras me quitaba su pintalabios de mi boca.
   -Ah, que bien.

Le gesté a María para que se fuera, pero parecía que aquel momento iba a seguir siendo siniestro.

   -Y, ¿hasta cuando te quedas? ¿Y dónde?
   -María, ¿no tienes nada que hacer?- pregunté desesperado.
   -No. 
   -Te recuerdo que tienes que terminar el trabajo de Roberto Fernández. Nos corre mucha prisa.

No dijo nada y, afortunadamente se fue. Hubiera rezado cualquier cosa para agradecerlo, pero tenía mejores cosas que hacer. Me giré hacia Clara y me dispuse a abrir la boca y, sinceramente, me hubiera encantado que me la cerrara de nuevo.
   -Entonces... ¿me quieres?
 No se inmutó en unos segundos.
   -Eso creo. Lo que busco es averiguar lo que siento por ti. 

     Me alegraron totalmente esas doce palabras. La abrazé y le propuse que se quedara en mi casa unos días. Aceptó y finalmente nos fuimos a mi hogar. Al llegar hablé con mis padres y no pusieron ningún impedimento. Clara se quedaba. No podía poseer más felicidad que aquella. Entonces recordé la llamada de Elías. Tenía algo que contarme. ¿Qué sería?

     Ya eran las cinco y media. Me preparé, me despedí de mis padres, de Pili, y fui a hablar con mi chica, que estaba en el cuarto de invitados. Llamé a la puerta y una preciosa voz aterciopelada me incitó a entrar. La obedecí. Una vez dentro le expliqué todo, y me dijo que me esperaría. Que iba a ir de compras con Pili. Le di un beso y me fui. 

     Llegué a La Tasca. No vi a Fernando Esteso, había un nuevo camarero. Me senté en la mesa de siempre a esperar a Elías. A los tres minutos escuché el motor de una montesa. Instantes después vi a Elías. Me levanté de mi asiento y fui a saludarlo.

   -¡Elías!
   -¡¿Qué pasa Juanito?!.- exclamaba él mientras me daba un abrazo.
   -Pues nada, aquí estoy. ¿Qué tenías que contarme?
   -Siéntate.

Le pidió al suplente de Esteso una coca-cola y empezó.

   -A ver Juanito... Ya sabes a qué me dedico ahora. Mira esto.

Me quedé petrificado. Era aún peor que la foto de la sardina. Era una imagen del Pantasma y el Lejía en un parque. Así contado no suena tan impactante, pero no estaban como cualquier persona está con otra en un bosque. Estaban besándose. Ahora encajaba todo. El padre de Clara se divorció de su esposa porque descubrió su relación con el conserje. Miré a Elías y nos entendimos sin palabras. Era lo que parecía.

   -¿Cómo le digo esto a Clara? Ha venido a verme esta mañana y se queda en mi casa unos días. Estamos saliendo. ¿Cómo le digo que su padre tuvo un lío con una de las personas que intentaron matarme?
   -No sé.

     Me despedí de él y me encamine hacia casa. Llegué. Me abrió la puerta Clara. La miré a los ojos, y la abrazé. 

   -Ven conmigo.

     La llevé a mi cuarto, cerré la puerta y nos sentamos en mi cama. 

   -Mira esta foto. Puede parecer dura para ti, pero quiero que lo sepas cuanto antes.  

     Le di la imagen, la miró, e inmediatamente la destruyó. No dijimos nada. Simplemente se puso de pie, me cogió de las manos para levantarme, y me dijo que me quería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario