domingo, 2 de marzo de 2014

Continuación: "Otra vuelta de tuerca"


Todos los caminos conduce a Roma, y hay ocasiones en las que algún tema de conversación da lugar a otro que nos resulta incómodo, tal vez nos puede llevar a la resurrección de los muertos. Me levanté. Me fijé en la figura que había al lado de la puerta, era un niño, era Miles, no podía ser, un escalofrío perturbador me recorrió la espalda a lo largo de la columna, mi cara pálida reflejaba todo mi ser, mi expresión lo decía todo. Él me miraba, quieto, serio, erguido no se movía, me preguntaba si solo sería una pesadilla, pero me equivocaba era la realidad. Sin temor me lancé y tartamudeando le dije:
  • Mi... Miles ¿Qué haces usted aquí?-- No me respondió, seguía sin mover un dedo.
Llamé a mi marido Antonio, y acudió a mi llamada con una sonrisa, como siempre, entró al cuarto con una bandeja, el desayuno, me miró, lo miré y me miró.
  • ¿Qué pasa, cariño¿?-- señalé justo donde estaba Miles, no se había movido. Dejó caer la bandeja al suelo, estaba atónito.
  • Es Miles, el niño del que tanto me has hablado... Estaba muerto... ¿No?-- no sabía como lo había reconocido, supongo que le habré hablado tantas veces de él.
De repente se escuchó:
  • Gracias-- una palabra muy significativa para mí, y más viniendo de él, era lo que menos me esperaba oír, me extrañaba que alguien bajara de ahí arriba para esto, derramé dos lágrimas y se esfumó.
Lo que pasó aquel día me marcaría el resto de mi vida.

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