Introducción
-Vamos, Alice, solo es un sueño.
-No es un sueño, es... un recuerdo. ¡Y me pone enferma con tan solo evocarlo!
-No pesas, concéntrate...
-¡No! Eso es el infierno... ¡El infierno!
-Olvída ese recuerdo. ¡Es improductivo! Concéntrate, Alice. Ve al País ... de las Maravillas.
-No puedo... estoy atrapada en mi pasado.
"-Sargento, esta niña tiene graves quemaduras. ¡Llame a un médico!
-¿Se pondrá bien?"
-No Alice, descarta esa falsa ilusión. Ve al País de las Maravillas.
-Preferiría no ir Doctor. Mi País de las Maravillas está roto. Para mí está muerto.
***
Capítulo 1
-Bien Alice, ¿Dónde estás?
Ciertamente mi País de las Maravillas estaba roto. Eran como un universo brillante con muchas islas separadas. Todo era tan distinto de cuando fui por primera vez. Una sola tierra, más o menos pacífica... Ahora mismo me encontraba en un río, en una barca de palos de bambú. Estaba rodeada de muchos árboles dispersos. Junto a mí se encontraba un personaje que me resultaba muy familiar. Sostenía en su mano una taza de café.
-Estoy dando un paseo con un amigo. ¡Me parece que le conozco! Es un poco distinto. Mmmm, las cosas han cambiado.
-Muy bien Alice, el cambio es bueno. Es el primer eslabón de la cadena del olvido.
Miré fijamente a quien me acompañaba. Era una liebre con un sombrero en la cabeza. Tenía los ojos saltones y los dientes delanteros largos y amarillos. De repente, en sus ojos comenzó un tic nervioso, que pronto se extendió a toda la cabeza.
-¿Qué te ocurre? -pregunté dirigiéndome al conejo.- ¿Estás loco?- dudé llevándome instintivamente las manos hacia mi cara.
El conejo no respondió. Solo empezó a echar sangre por la boca y su tic nervioso en la cabeza empeoró.
-No estoy loco- dijo el doctor sin saber que no me dirigía a él. Tampoco sabía que por muy alto que hablase en esos instantes no me iba a enterar.- Aquí todo está perfectamente.
- ¿Un conejo? ¿Loco? - dije incrédula.- ¿Va todo bien?
Al conejo ya le faltaba un ojo. Cada vez emanaba más líquido de la boca, ahora también por el hueco del miembro, espeso y de un color escarlata.
-¿Ocurre algo malo? Quizás...- habló con una voz ronca y aguda, realmente nunca me hubiera parado a pensar cómo sería la voz de un conejo.
En el momento que dijo esto, la cabeza del animal salió disparada y una fuente de plasma salió de su cuello. Todo se tornó. El pacífico río por donde habíamos estado circulando era ahora un torrente de agua negra, sinceramente no sé si era agua negra o una cantidad de sangre horrible. De este salían manos intentando cogerme. Los árboles estaban en llamas y en vez de gorriones había cuervos volando.
-¡No, otra vez no!- dije gritando horrorizada.- ¡Mi mundo de las Maravillas ensangrentado!
- Tranquilizate niña, no te resistas. Deja que el País de las Maravillas salga a la luz.- Yo seguía sin poder oírle.
- ¡Corrupción! ¡Esto me está matando! ¡Mi País de las Maravillas asolado! ¡Mi mente está destrozada!
Todo a mi alrededor estaba rojo. Impregnado de la sangre del conejo. Estaba empezando a volvelrme loca en aquel universo, cuando finalmente pude oír al Doctor.
-¡Olvídalo, Alice! Interrumpe ese sueño. Despertarás cuando oigas el sonido...
Antes de irme pude ver una mariposa azul cielo... Desperté. Me hallaba en la consulta del Doctor del psiquiatrico.
-Muy bien Alice. ¿Estás mejor?- preguntó. No estaba muy preocupado. Más bien parecía su rutina, un diálogo que, seguramente, ya lo habría hecho con algún otro niño.
-No. Ahora me podría estallar la cabeza y es poco para poder mostrar el dolor tan fuerte que siento. Esto sin contar la fuerte presión que siento en el pecho cada vez que hago memoria.- dije masajeando mis sienes. Estaba muy cansada.
-Bueno, el precio por olvidar sentimientos, vivencias y hechos ocurridos, el pasado en general es alto. La memoria suele ser una maldición, más que una bendición- comentó mirando por la ventana. El mundo despreocupado vivía en esas calles sin preocuparse por los problemas de los demás. También pienso que cada uno debe ya de por sí, tener sus propios problemas, pero aún así...- La siguiente vez que tengamos consulta, es decir mañana, ve al boticario y recoge unas píldoras de la Calle Menor.
-De acuerdo- dije con recelo. No me gustaba salir mucho porque oía el murmullo de la gente: que si Alice por allí, que si Alice por allá... eso me desquiciaba.
Salí de la consulta del doctor. El manicomio era lúgubre y deprimente. Los niños que andaban por allí me miraban con recelo.
-¿Entreteniendo al doctor, Alice? -dijo envidiosa una niña.
-¿Qué? ¿No tengo derecho a llorar por mi pasado? -dije un tanto ofendida. Aunque eran niños más pequeños que yo no me guardaban ningún respeto.
Llegué hasta el portón del edificio. Había niños jugando al pique y dibujando. Escuché que uno de ellos susurraba al otro:
-Demasiado buena para el manicomio... Desde luego está como una cabra, pero sin su encanto... -espetó con una voz aguda y graciosa.
-Normal, ¿quién le quiere? Quemó su casa y mató a su familia. Es una desdichada. -replicó el otro arrugando su pequeña nariz.
Yo seguía normalmente al pie de la letra el refrán que dice "a palabras necias oídos sordos." Si les seguía el juego, seguramente perdería yo. Todo el mundo estaba contra mí y lo descubrí en la poca vida que tenía recorrida.
El día, precisamente, no era soleado. Una capa de nubes grises cubría el cielo. Sin embargo, un bullicio de personas, sobre todo mujeres, se encontraban en la calle. Algunas charlaban entre sí; otras andaban rápidamente, temiendo que en los comercios hubiera demasiada muchedumbre. Yo no tenía prisa. Me paré en una esquina a escuchar a un hombre tocando un acordeón. Era ciego, pero podía ver su música. Movía la cabeza de un lado para otro, con los ojos cerrados. Sus dedos correteaban por el teclado del instrumento y su cara mostraba con total siceridad lo que él estaba sintiendo.
Mientras que escuchaba la triste canción del hombre, un gato blanco se frotó en mis tobillos. Era delgado, con unas orejas caídas y uñas afiladas. Me encantaban los felinos. Olvidé por completo mi objetivo, las píldoras, e intenté coger al gato:
-Minino, misi misi...- le susurré agachándome lentamente. El gato entendió esto de otro modo: juego. Se deslizó entre las piernas de algunas personas y se adentró a un callejón.
Yo, como no tenía nada mejor que hacer, decidí seguirle. "Espero no aficionarme a perseguir animales peludos hacia lugares tenebrosos y oscuros. Primero el conejo, después el gato..." Mientras pensaba esto, el animal me estaba guiando hasta un callejón muy sombrío y sin salida. No me gustó nada. Parecía de noche, cuando realmente serían las doce de la mañana.Todo era oscuridad. El ambiente estaba cargado de un olor pestilente. A mi alrededor, podía ver casas abandonadas y animales muertos a sus pies. Posiblemente esto era la causa de aquel raro hedor. Lo estaba mirando todo horrorizada, sin advertir que alguien se situaba detrás mí. Al escuchar su respiración me volví y tras ver al monstruo, me quedé sin habla. El cuerpo era de una persona totalmente normal. Pero lo que no encajaba era su cabeza. Parecía una mezcla de la cara de un conejo y de una hormiga. Largas orejas y afilados dientes. Sus pupilas cubrían enteramente sus ojos de un color brillante, quizás amarillo. Las manos intentaban cogerme, pero yo avanzaba lentamente hacia atrás. Eso era lo que quería la bestia. No me di cuenta de que más engendros de su misma especie me iban acorralando, tropecé y me caí. Cerré los ojos esperando lo peor. Sentí una mano en mi espalda. Miré hacia atrás y vi a la vieja Melow.
-Querida ¿otra vez tú por los barrios bajos? -dijo amablemente.
-Enfermera Melow. ¡Que suerte! -dije con la mayor ironía que pude sacar. En aquellos momentos estaba temblando.
-Alice ¿has salido tú sola? ¿Te encuentras bien? -dijo con mucha dulzura. Era un poco más baja que yo. Creo que medía menos de metro y medio. El estar jorobada tampoco ayudaba. Su nariz muy picuda servía de apoyo a unas pequeñas gafas. Aún siendo sus lentes muy diminutas, sus ojos eran enormes y ya apagados por el paso del tiempo. Su cara estaba cubierta de arrugas. Criaba aves, entre ellos, patos mandarines. Muy comunes en Londres.- ¿Quieres venir a ver a mis preciosas aves? Son unos pájaros hermosos... como tú.
-La última vez que fui no conseguí nada. Solo gastarme unas libras que las debería de haber gastado en mis pastillas. -espeté muy enfadada.
- A lo mejor puedo recordar dónde está tu conejo raído... E incluso contarte un poco más sobre aquel día. Sabes la fecha a la que me refiero, ¿verdad Alice? Vamos niña, no hay tiempo que perder.
Le seguí. Quería saber más sobre mi pasado. No me acordaba de nada y Melow, que según ella estaba allí cuando todo ocurrió, podría aclararme todo los hechos. En realidad, no tenía nada que perder. Nunca compraba las malditas píldoras.
***
La enfermera criaba sus aves en dos azoteas de pisos continuos, unidos por un inestable puente de madera. Ciertamente, era arriesgado pasar por aquella pasarela. Tuve que subir por unas escaleras muy estrechas para poder llegar al lugar. Aparecí en la terraza contraria en la que se encontraba Melow, de modo que hice un amago de valor y pasé por la plataforma. Me quede un momento a contemplar las vistas desde allí. Si me colocaba justo en medio del pontón podía ver las siluetas de los edificios y la construcción más significativa de Londres. Aunque era de día, el cielo estaba nublado y la luz llegaba a la ciudad de un anaranjado. De todas las chimeneas salía un humo negro, que daba un aspecto fúnebre a la capital. Estaba anonadada. La belleza de la corrupción, pero a la vez el daño que producía...
Reaccioné y fui hasta donde se encontraba la anciana:
-Enfermera Melow, ¿me hará daño? ¿me devolverá al psiquiátrico? -dudé. Estaba un poco asustada, no sabía porqué, pero aquella señora no me gustaba nada.
-No, te aseguro que no. Tengo tanta hambre y sed que se puede cortar un cuchillo -la última palabra la había medio escupido. No entendía de donde podía sacar el dinero para alimentar a sus aves y no a ella misma.- Necesito un trago, tengo el garguero seco... -mientras había ido diciendo esto, se había colocado de espaldas a mí.
Empezó a convulsionar. De su espalda salieron dos pequeñas alas de murciélagos y cuando se volvió a mirarme no era la misma. Tenía el rostro muy parecido, ¿o quizás igual?, a aquellos monstruos con la cara mitad conejo, mitad hormiga pero todavía más espeluznante. La piel era rojiza y tanto de la barbilla como de las sienes salían varias asquerosas antenas. Sus manos eran tres dedos puntiagudos y con unas afiladas uñas. Empezó a rugir y a querer zamparme. Yo, como siempre, me quedé paralizada ante estos bichos. Me recuperé al instante, pero el único avance que conseguí hacer fue ir lentamente hacia detrás e intentar defenderme colocando las manos delante de mi cara. Horrorizaba, le grité al engendro aunque no esperaba que me comprendiese, ni mucho menos que me respondiese;
-Eeh ¿pero es que no hay nadie normal en este jodido pueblo?
-¿Acaso tú te consideras normal? -aulló con una voz tridimensional.
No supe responder a eso. El suelo empezó a temblar y a resquebrajarse con cada paso que yo realizaba. Del suelo emergía una luz azul celeste. Finalmente en unos segundos, el suelo se destrozó por completo. Caí.
Todo panorama a mi alrededor desapareció. Lo que ahora podía ver era un montón de objetos suspendidos en el aire; pianos, tazas de té, cartas, sillones, ruedas de engranajes de distintos tamaños... Además escuchaba gente hablando: "
...Son unos pájaros hermosos... como tú." "
Ve al País de las Maravillas..." "
¡Mató a su familia!". "La he liado, -razoné- tendría que haber ido a por las jodidas píldoras y no a por aquel mierda gato." Hubo un fuerte estruendo. Había llegado al país de las Maravillas.
Eran muchas islas flotantes, con un tamaño considerable, en la mayoría de ellas había trozos de bosques, que posiblemente hubieran formado uno. Se encontraban sobre las nubes y flotando también había piezas de dominós. No quise cuestionarme esto, ya que mi locura resurgía de nuevo.
Capítulo 2
-Uf... Un viajecito muy perturbador. Pero, por suerte, he podido escapar de Melow... o de lo que sea ahora.
De fondo se escuchaba el cantar de los pájaros y el soniquete de un arroyo. Por el aire revoloteaban muchas mariposas azules. La resonancia del agua fluyendo era muy relajante. De hecho, el riachuelo se encontraba frente a mí. Para poder cruzar, se disponían las piezas de dominó a modo de puente.
-Me resulta muy familiar este sitio... -manifesté en voz alta. Quizás para darme más confianza.
Me disponía a cruzar cuando vi una enorme sonrisa en el aire. Me temí lo peor. Poco a poco hizo el espectáculo y apareció por completo. Era el gato de Cheshire.
-Ya iba siendo hora Alice... -su pelaje era de un gris metálico claro y estaba delgado, huesudo. En realidad no tenía pelo, era unos de esos gatos esfinge. Tenía tatuajes de motivos geométricos en la gran parte de su cuerpo. Sus ojos eran maliciosos y amarillos. La gran sonrisa ocupaba casi toda la cara, y al igual que sus ojos, era maligna. Las orejas eran picudas y tiesas. En la izquierda tenía un zarcillo plateado. Por todo su lomo había
una larga filas de púas que le llegaban hasta la cola.
- ¡Maldito gato! ¡No intentes mangonearme! Estoy muy agobiada. -le advertí muy enfadada.
-Perrrrfecto. Cuando no lo estás no nos sirve de mucho...
-No me ayudas.
-Pero sabes que puedo hacerlo... -me replicó con una voz que hacía que un escalofrío me recorriera de arriba abajo.
-Me basto yo sola para asustarme, ¡gracias! Tenía la esperanza de no volver aquí nunca y de nuevo me encuentro en mis peores pesadillas.
-¡Pues abandona esa esperanza! En el País de las Maravillas se rige ahora una nueva ley. Por aquí se lleva la justicia severa. ¡Aquí corremos peligro! -y dicho esto desapareció. -¡Ah por cierto! -ahora solo se veía su cara.- Prueba a saltar, es una acción tan gratificante...
Y ¿por qué no? Salté. En ese momento, la fuerza gravitatoria hizo menos presión en mí de la que debía. Apenas pesaba, como dijo el doctor.
Podía saltar grandes distancia hasta el suelo, pero como había muchos árboles no podía sobrepasarlos. Decidí andar hasta que llegué a un gran campo se setas. Todo era demasiado grande. Aunque yo tenía la altura de una niña de catorce años, un metro sesenta, todo me sobrepasaba un metro más. Recordé lo que me dijo mi padre:
"Alice, la amanita muscaria es una apestosa seta. De consistencia esponjosa pero muy venenosa." Allí había varias y unos muros naturales demasiados altos como para poder saltarlos. ¿Podría usar la característica de esta y saltar? Fue como impulsarse en una cama elástica. Desde aquel muro pude ver un lago. Pero no uno cualquiera. Este se encontraba rodeado de árboles, como si cada vez me fuera adentrando más en el bosque. Entre dos ramas había una enorme tetera que generaba el estanque morado. En esta ponía bébeme. El gato volvió a aparecerse.
-Ya he pasado por aquí antes. -Haciendo memoria dije:- Las mejores fragancias se guardan en frascos pequeños.
- Te falta el bañador. Lo recomendable es sambullirse en esa piscina. -me recomendó.
Tras beber un poco y ponerme debajo de aquel chorro empecé a ver los efectos y me asusté:
-¡Eh! Estoy menguando... eso quiere decir... no desapareceré ¿verdad?
-Casi, pero el ser diminuta ayuda a ver las cosas que son invisibles cuando eres más grande... Ven acompáñame, debemos de ir a un viejo amigo tuyo...
Capítulo 3
-¿Nunca te has preguntado qué es exactamente el país de las maravillas? -dijo el felino mientras cruzábamos de unas islas a otras para poder ver de nuevo a mi viejo amigo.
-No. Sinceramente, ya me causa muchos problemas como para tener otro. -respondí mientras saltaba. El gato me había hecho otro descubrimiento, si saltaba pensando en algo desagradable la duración del salto se alargaba y por lo tanto era un sinónimo de volar pero por una corta duración. Si la distancia entra ambas isla era muy larga teníamos dos opciones; la primera era volar a lomos del gato. La segunda desvanecernos como solo el gato de Cheshire sabía.- ¿Qué es lo que ocurre en estos momento en el País de las Maravillas?
-Te lo contaré cuando lleguemos a la casa del Sombrerero Loco. Quizás él te ayude a comprenderlo.
-Otra pregunta... ¿qué se siente al vivir en un mundo de locos? -no sabía si respondería a aquella duda.
-¿Y qué se siente al vivir en un mundo cuerdo, cuando eres una loca?
Me quedé callada. Eso me había molestado. ¿Quién se creía ese maldito gato para insultarme de ese modo? Pero le daría la razón si me pusiese a discutir con un gato. Lo único que hice fue sonreír y quizás eso le molestó más al gato que cualquier respuesta ofensiva.
-Bueno... ¿Y cómo debería llamarte? Se que te llamas Gato de Cheshire, pero ¿es ese tu nombre propio? -pregunté. Realmente esa pregunta me corroía desde la primera vez que fui a aquel extraño mundo. Es como decir que ese gato pertenece a Cheshire pero ¿tendrá su propio nombre?
-No, pero si te hace ilusión puedes llamarme Chessur -dijo mientras alzaba el vuelo. Aterrizamos en una isla más grande que las demás.
De nuevo nos adentramos en el bosque. Andamos un poco y finalmente pude ver una casa vallada. No se si solo me lo parecía a mi o el patio era más grande que la misma. La última vez que pisé aquella casa estuve en el patio, pero esta vez todo era más misterioso. Chessur me condujo hasta la casa y antes de entrar me lamió el brazo, de esta manera el también pudo hacerse más pequeño. Entramos en la casa y un criado, aparentemente humano pero tenía una cabeza de rana, nos condujo hasta donde todos se hallaban reunidos. Se encontraban la mayoría de personas y animales que conocí mi anterior vez.
-¡Alice! ¡Que alegría verte de nuevo -fue el Sombrerero quien habló. Era alto, con un cabello naranja y despelucado. Su cara era blanca, tenía las cejas del mismo color que su cabello, pero más pobladas. Sus ojos eran de un color realmente extravagantes, verde lima. Alrededor de estos tenía sombra de ojos roja y azul. Lo más significativo del él era su típico sombrero, algo estrafalario al igual que su manera de ser. En mi opinión era una belleza misteriosa.- Toma asiento querida, ¡Chessur! Tú también.
-Alice, ¿No tenías algo que preguntarle al Sombrerero? -dijo el felino mirándome con su rara sonrisa.
-¡Oh por favor! Llámame Hatta si lo prefieres...
-De acuerdo -afirmé.- Quería preguntar ¿qué es lo que ocurre en estos momento en el País de las Maravillas?
Se montó un jaleo durante unos minutos. Algunos de los allí presente empezaron a hacerse preguntas unos a otros. Y otros se horrorizaban por la duda que yo acababa de lanzar. Hatta hizo que reinara el silencio lanzando varias tazas de té.
-Te lo contaré todo ahora mismo. ¡Silencio! -gritó mirando uno a uno acusadoramente.- Todo empezó cuando vinisteis la última vez ¿te acuerdas Alice? El juicio por las tartas... ¿te acuerdas, verdad? Todas las ejecuciones que el rey salvaba... Bueno pues la Reina descubrió que pasaba y mandó cortar la cabeza de su marido. Como comprenderás, nadie se puede perdonar a sí mismo, por lo que murió. Ahora la Reina realiza una dictadura en todo el País de las Maravillas.
-Haz memoria Alice... ¿qué te comenté en el Valle de las Lágrimas? -intervino Chessur.
-Umm... -cavilé dándome pequeños toques en la mejilla con el dedo índice.- "En el País de las Maravillas se rige ahora una nueva ley. Por aquí se lleva la justicia severa."
-Exacto -dijo el gato sonriendo maliciosamente.
-Alice, es por eso por lo que has vuelto al País de las Maravillas. Tenemos que ir a buscar a Absolem. Tenemos el más oscuro presagio para ti. Pero eso te lo ha de decir él.
Capítulo 4
Absolem era una oruga azul muy sabia. Creo que lo único que recuerdo de la primera vez que estuve en el País de las Maravillas es mi encuentro con el bicho. Su cuerpo estaba cubierto de franjas que se iban alternando. Unas celestes y otras azul marina. Tenía un pequeño monóculo que le daba un aspecto más envejecido. Fumaba cachimba.
Sin embargo, cuando me acompañó Chessur algo había cambiado en él. Ahora estaba formando la crisálida. Paró cuando me vio.
-¡Alice, la niña que nos trae esperanza! -anunció entusiasmado.- Chiquilla prepárate, el oscuro final llega. Deberás de luchar por el honor de tu locura y si consigues vencer a la Reina Oscura tú misma podrás escoger tu final; podrás proclamarte reina o vivir de nuevo en la mediocridad. Si quieres combatir estos pasos has de seguir; infíltrate en la corte de la malvada Reina y gánate su confianza. Después mediante pócimas que Hatta y Chessur se comprometerán a realizar, tú las irás añadiendo gota a gota en su manjar. Cuando sea la batalla final estará tan débil que ni siquiera protegerse podrá. En ese momento entraremos todos y habrá una emboscada. Cortaremos su cabeza... ¡Todo el país lo desea! -Y dicho esto siguió realizando su larva.
***
-Ya lo has oído. -dijo el sombrerero.
-¿Lucharás por tu honor? -Me incitó Chessur
-No he vuelto para buscar pelea...
- ¿Ah, no? ¡Qué pena! Porque hay una que te está buscando.
-¿Qué otro remedio me queda? Si lucho contra él, quizás pueda volver a la realidad. -comenté asolada.
-¿Y es eso realmente lo que quieres...?
Nunca llegué a contestar a aquello. Me quedé dormida y soñé con mi vida perfecta.
Capítulo 5
Tras el periodo de varios meses entrenado, llegó el momento de pasar a la acción. Chessur me dejó a los alrededores del castillo.
-Bueno Alice, según lo acordado te tengo que dejar aquí.
-Chessur puede que no te vuelva a ver hasta dentro de unos meses... ¿Te acuerdas de la pregunta que te realicé en el camino a la casa del Sombrerero loco...?
-Sí, me preguntastes que qué se sentía al vivir en un mundo de locos y yo te respondí con otra pregunta.
-Bueno, pues me voy ya. Me creía que eras más agradable. -Y dicho esto me di la vuelta y me dirigí al castillo. Iba medio enfadada. Ese gato solo respondía, hacía o hablaba lo que le convenía. Estaba cuestionándome qué le diría a la reina cuando escuché:
-¿Sabes? La locura es un placer que solo los locos conocemos. Por esa razón me gusta vivir en mi entorno.
Sonreí. Sabía que tras haberme dado la vuelta yéndome al castillo el gato se había quedado pasmado. Seguramente, se habría quedado pensando que a lo mejor no me volvía a ver y se habría arrepentido.
***
El castillo era enorme y lleno de corazones rojos. Llamé al timbre y nadie respondió. Toqué de nuevo y no pasó nada. Decidí saltar, no creo que ocurriese nada malo. Al hacerlo me situé en un balcón, abrí las puertas y entré. Era la habitación de la Reina; era enorme, roja, negra y blanca. Un gran espejo estaba decorado con motivos de un baraja de cartas. La cama tenía un dosel digno de una reina y al igual que todo el castillo y la habitación, era rojo. Me acerqué a la cama pues había un bulto. Cogí la sábana lentamente y destapé a la persona allí postrada. Era la Reina. Cual fue mi sorpresa, que descubrí que era una adolescente. Se despertó:
-¿Alice? -dijo medio adormilada. Se dispuso a gritar a los guardias, pero pude pararla.
-Perdona mi majestad. No llame a nadie. Estoy aquí porque me han traído de nuevo. Me han dicho que una gran guerra se acerca. Tuve que elegir bando y... aquí estoy.
-Umm, no te creía capaz de hacer lo que vas a hacer. Tendrás que cortar muchas cabezas... ¿Eres consciente?
-Sí mi majestad. No creo que falte mucho para la batalla, un mes o cosa así y me gustaría servirle y aprender de usted...
-Me parece perfecto. -dijo interrumpiéndome.- Necesito una princesa digna de mi sucesión. Y si aceptas, serás tú. Mi marido y yo habríamos tenido un hijo de no ser porque me traicionó.
Desde esa conversación la Reina me nombró su sirvienta personal. Tenía acceso directo a todo; información, armas, comida... Hatta y Chessur me enviaron las pócimas y yo fui notando cómo la Reina se iba debilitando.
Capítulo 6
Llegó el día. Nos armamos hasta los dientes. La Reina apenas podía sostenerse por sí misma. Un jinete, que era una carta con armadura roja, se montó en su caballo para poder acompañarla. Aún estando enferma, la Reina era hermosa: tenía la tez pálida, el pelo corto con flequillo y de un color marrón chocolate. Los ojos eran verde y la boca del mismo color que todo su castillo.
-Alice -me indicó que me parase un momento.- Me gustaría entregarte esto, es un colgante. Como has visto, en el País de las Maravillas la gravedad ejerce muy poca presión en nosotros, es por esto por lo que puedes saltar tanto. -Hizo una pausa para coger aire y continuó.- Si llevas este colgante, podrás disiparte y convertirte en miles de mariposas. Volar. Y con tan solo pensarlo, volverás a tu forma original. Quiero que lo lleves en esta guerra y si sientes que te encuentras en peligro huye, yo me quedaré luchando. Si gano, vuelve al palacio. Si pierdo, reclama mi trono.
Tras una larga caminata llegamos a un tablero de ajedrez. Nos pusimos unos en frente de otros. Me di cuenta de que nos disponíamos como fichas de ajedrez.
-Majestad, me tengo que ausentar un momento.
-Vuelve pronto Alice.
Había muchas cartas preparadas para luchar. La Reina Blanca se encontraba tras sus jinetes. Busqué rápidamente a Chessur y a Hatta.
-¿A quién buscas? -dijo el felino apareciéndose.
-Chessur, podemos empezar ya la batalla.
La Reina Blanca habló. Contó la historia del País de las Maravillas pero la Reina Roja se hartó e inició la batalla.
Los jinetes rojos y los blancos se enzarzaron. La Reina Blanca, escoltada por los jinetes y a la que acompañábamos Chessur, Hatta y yo misma, fue a pelear contra su hermana. Mientras esquivábamos, pude ver a los gemelos rollizos peleando para ganar. Pero justo en el momento en el que me disponía a seguir mirando alrededor, a uno de los dos le atravesaron con una lanza.
-¡Reina Blanca! -gritó su hermano.
La soberana dirigió su mirada y con un solo movimientos de manos, el hombre herido sanó.
Llegamos junto a la Reina Roja. Ella no paraba de mirarme y yo no dejaba de sonreirle. No tenía miedo.
-Alice -me llamó La Reina Blanca.- Haz lo que los oráculos esperan de ti.
En ese momento pasó una mariposa azul, de la misma especie que había visto durante todo aquel extraño viaje. Se posó en mi hombro y me dio las debidas instrucciones.
En mi cintura llevaba toda clase de armas, cuchillos, espadas... La voz grave y persuasiva del insecto me habló.
-La espada Vorpal es rápida y afilada. Y siempre está preparada para actuar. -Y recitó:- "La espada Vorpal saja y raja. ¡Los deja secos! Basada en el poema clásico." -Yo ya me estaba temiendo lo peor.- Mientras que las Reinas pelean, haz que el gato te lama una mano, así podrás volverte invisible durante un determinado momento. Conviertete en mariposas y sitúate en la espalda de la reina. Clávale el cuchillo. Seremos libres en cuanto lo hagas.
Mis movimientos fueron veloces y limpios. Todo salió a la perfección y creo, que aunque yo no hubiese querido, una fuerza actuaba sobre mí empujándome a realizarlo.
Capítulo 7
-¡Alice! -gritaron todos.- ¡Lo has hecho!
En ese momento estaba aturdida. Había matado a la Reina Roja. La misma mariposa azul se me posó en el hombro:
-Enhorabuena Alice.
En ese momento reconocí su voz. Era Absolem que ya en su última etapa de la vida. Recordé la mariposa que había visto y creí entenderlo:
-¿Eras tú las mariposas que he visto por el camino?
-No, era mi hermano, Absoleto. Es mayor que yo, por lo que le pedí que te guiara. Gracias a él pudiste venir de nuevo al País de las Maravillas, encontrar al gato y verme a mi. ¿Qué harás finalmente Alice? ¿Reinarás nuestro País o te irás de nuevo a la mediocridad?
-Me quedaré, pero con dos condiciones, no quiero que en este reino halla ningún tipo de peleas, discusiones o muertes sin ningún motivo. La segunda, me gustaría que cada vez que quisiese pueda volver a mi mundo.
Epílogo
De esta forma conseguí
ser la reina del País de las Maravillas. Descubrí otras muchas
cosas, pero hasta el momento todo está bien por aquí. El sombrerero
sigue con sus mismas locuras y el Gato de Cheshire me ha enseñado
diversos trucos. El primer día que vine aquí, todo estaba oscuro y
sangriento. Ahora, todo está más claro, todo se ve mejor, pero no
puedo enmendar el destrozo que hizo la Reina Roja. De momento, no he
querido visitar La Tierra, no hay nada que me ancle a aquel lugar y
aquí cada día conozco nueva gente. ¿Quién sabe? Puede que la
próxima vez te vea a ti hablando con Chessur o Hatta.
Espero verte pronto por
estas tierras.
Alice Liddell.