Alicia siguió jugando y acariciando a los gatos. De repente el pequeño gato blanco le saltó a la cara.
- ¡Joder, que susto! -Alicia se sobresaltó en la cama. Había sido un sueño.
Ella tiene veinte años. Vive sola en un pequeños piso a las afuera de un pueblo. No tiene mascotas ni familia cercana. No solía salir de su casa, excepto cuando veía desde la ventana que en su pequeño huerto la cosecha ya estaba lista para ser cogida. Sus padres habían sido unos empresarios y le había ido muy bien en su trabajo, por lo que Alicia no suele gastar mucho al mes y le sobraría toda su vida dinero.
Alicia había empezado a recordar su niñez por culpa del sueño. Esto no le gustaba para nada. Aunque toda su infancia había estado rodeada de todo lo que un niño pequeño puede desear, ella odiaba pensar en todo lo pasado. La mayoría de las noches solía soñar o tener pesadillas con su inocencia.
-Cuando era chica me encantaba imaginar con ser una reina de mayor... Y me encantaba el color blanco, me transmitía tanta seguridad y tranquilidad. En cambio, odio el rojo, lo odio con todas mis fuerzas -Alicia, al estar siempre tan sola solía hablar muy a menudo consigo misma- ese color no debería de existir -igual que el blanco le transmitía sentimientos, el rojo igual pero totalmente contrarios. Le transmitía dolor, miedo, oscuridad, sufrimiento, locura... y miles de cosas negativas más.
Tras levantarse de la cama y tomar una tostada con mantequilla y una taza de café con un terrón de azúcar blanca, se asomó a la ventana a ver como iba su huerto. Tras el tragaluz, su huerta estaba siendo comida por un gato anaranjado tirando a rojizo. Mirando al suelo, Alicia se quedó muy asustada. Tenía que bajar y echarlo pero le daba un miedo terrorífico. Al final con el corazón en un puño decidió descender. Cuando llegó al lado del minino empezó a gritarle. Este saltó sobre Alicia y le arañó la pierna, después se fue corriendo. Al ver como empezaba a salir la sangre se desmayó estúpidamente. Un vecino que iba a entrar al edificio al verla tirada la recogió, la llevo a su casa y la tumbó en el sofá. Cuando despertó, se levantó corriendo totalmente atemorizada.
- ¡¿Dónde estoy?! ¡¿quién me ha traído aquí?! -empezó a gritar.
Roger, que era el nombre del dueño salió de la cocina e intentó tranquilizarla.
- Chica, tranquila, solo te vi tirada en el suelo y te traje aquí -mientras decía esto se iba acercando poco a poco a Alicia.
De repente le tocó un poco el brazo y ella pegó un chillido brutal. "¡Socorro, ayuda!" gritó.
- ¿Qué haces? -le preguntó con cara de asombro Roger. -Solo te he traído a mi casa para ayudarte.
- ¿Ayudarme? Yo sé perfectamente lo que tú quieres.
Y diciendo esto último salió corriendo hacia la puerta, la abrió y subió a su piso.
Cuando llegó a su apartamento se sentó sobre la cama. Escondida su cara por las rodillas empezó a llorar incesantemente. A la media hora de hartarse de sollozar, se fue al espejo y observó los arañazos causados por el gato. También se quedó mirando una gran cicatriz que tenía en la pierna. Le llegaba desde la ingle hasta la rodilla. Se quedó un rato observándola. Cuando terminó, se fue a la cama para descansar un rato.
Estaba todo oscuro, en blanco y negro. Ella, sentada en una esquina, a su lado un gato. Estaba en una habitación cuadrada bastante grande, en esta solo había una cama y un espejo.
- ¿Alicia, quieres jugar? -preguntó un hombre de unos cuarenta años con un tono dulce de voz que se había asomado por la puerta -Podemos divertirnos un rato.
Alicia abrazó al gatito.
- Venga si esto te encanta.
- No tengo ganas -dijo Alicia.
- ¡No me hagas que vaya a por ti! -el señor empezó a gritar.
Salió hacia ella, cogió al gato y lo tiró. Agarró fuertemente el brazo de Alicia y la tiró sobre la cama.
- ¡Venga! ¿No quieres ser una reina? Pues tienes que llegar al final del tablero para convertirte en reina. ¡Vamos a jugar! -el viejo cada vez iba gritando más y más.
Alicia intentó salir corriendo pero él la agarró. Sacó un cuchillo. Lo acercó a la niña. La punta, afilada empezó a tocar su piel. La atravesó. Poco a poco lo empezó a derramar hacia abajo de la pierna.
- ¿¡Vas a volver a salir corriendo!? ¡NI SE TE OCURRA!
Alicia se quedó callada mirando como la sangre salía de su pierna. No chillaba, solo salían las lágrimas huyendo de sus ojos rápida y silenciosamente.
- ¡No quería hacerte esto, ha sido todo por tu culpa!
Le arrancó la ropa a la niña. El gato lamiéndose, observando la situación. La cama llena de sangre. Alicia medio muerta. Las paredes parecían hablar. El espejo gritaba con poder llevarla a un lugar totalmente distinto a ese.
No hay comentarios:
Publicar un comentario