miércoles, 4 de diciembre de 2013

Incredulidad

Nota: Me encantaría que para leerlo se pusiera la banda sonora para ambientar así el relato. Se puede elegir, las dos primeras son mas cortas. Muchas gracias.

http://www.youtube.com/watch?v=co3FvjoQr0w

http://www.youtube.com/watch?v=vEF6HO9wXuQ

Estas dos que voy duran por los menos una hora cada vídeo:

http://www.youtube.com/watch?v=Edo10vK2jyc

http://www.youtube.com/watch?v=zHI2MgASRXQ



                                                                *  *  *                      



- ¿De donde dices que vienes?- Preguntó tía Ema, extrañada por las palabras que habían salido de la boca de Dorotea.

- Del país de Oz, un farsante que gobernaba todo aquel extraño lugar. Allí tuve el apoyo de muchos de los habitantes, pero sobre todo de mis amigos el espantapájaros, el leñador de hojalata y el león cobarde...

Dorotea se había parado en seco cuando vio la cara pálida de su tía. La miró, su cara tenía muchas arrujas. Sus ojos azules como el mar resaltaban entre los cabellos morenos de la mujer. Su tía era una mujer agradable y muy trabajadora. Normalmente, en sus ratos libres, solía leerle unos cuentos a Dorotea. Su tía tenía mucha imaginación, ella le decía a Dorotea que la imaginación es lo único que hacer a una persona libre sean cuales sean sus circunstancias. Miró hacia sus luceros y... sí, allí estaba la incredulidad de de la mujer sobre lo que ella le estaba contando. De repente sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas y supo que no podría contenerlas por mucho tiempo. Así que le dijo a su tía que estaba muy cansada, que no la molestasen, que iba a dormir un tiempo.

Una vez en su cuarto Dorotea no pudo contenerse y sus lágrimas arrasaron por su rostro. Cuando oyó a su tíos hablando cesó. Agudizando el oído pudo oír su conversación:

 - Enrique tengo que hablar contigo de Dorotea. Ha llegado corriendo y diciendo barbaridades sobre un lugar llamado Oz. Estoy preocupada, puede que tenga fiebre u otra enfermedad... no se pero estoy preocupada...- llegó a escuchar la niña.

- ¿Y que quieres que hagamos? No tenemos dinero para pagar a un medico ni subvencionarle ningún tipo de medicina- respondió con resignación Enrique.

- Voy a ir a verla, quizás ahora está mejor.

En cuanto oyó aquello, muy rápidamente, Dorotea se puso en su cama, se quitó los zapatos y se hizo la dormida. Tía Ema abrió lentamente la puerta para ver si la pequeña estaba descansando. Pudo ver su carita con una expresión de placidez total. Aunque se percató de que una pequeña lágrima surcaba el pómulo de la niña.

"Se parece mucho a su madre." pensó Ema.

Su marido había vuelto a trabajar y ella no tenía nada que hacer. Repentinamente, se acordó de su infancia con la madre de su sobrina. Ella era 10 años mayor que Lily, por lo que todas las noches le leía un cuento para que se pudiera dormir.


"¿Por qué no hacer lo mismo con mi sobrina, para así rememorar antiguos recuerdos?" discurrió la mujer.

Por lo que cogió un libro, y sentándose en el borde de la cama empezó a leérselo. Dorotea que se seguía haciendo la dormida, terminó por sumirse en un profundo letargo.

De repente en sueños, Dorotea empezó a hablar y terminó por gritar corriendo por la casa.

- ¡Tranquilízate Dorotea, estas soñando! ¡Por favor, despierta!- sollozó su tía.

Llegó a poder tumbar a la niña. Esta estaba sudando sobre la cama y con la cara colorada. Ema al ver esta situación no pudo reprimir unas lágrimas y acordarse de como era todo, antes de que estuviera desaparecida casi tres semanas.


Cuando Ema se calmó, se fue a preparar la cena para cuando llegase su marido.

Enrique llegó maldiciendo por lo bajo, pues se le habían perdido tres ovejas del rebaño. Ema, se percató de que algo pasaba:


- Enrique ¿Qué te ha pasado esta vez?- preguntó Ema temiéndose la respuesta.

- Tres ovejas se me han ido... las fui a buscar  y... joder...- no pudo terminar la frase, pero ella ya se imaginaba el final trágico de los borregos.

- ¿Que pasó con la niñita?- intentó cambiar de tema su marido.

Al evocar lo que había pasado aquella noche con su sobrina,  perdió el equilibrio pero allí estaba su marido para cogerla antes de que el impacto llegase a producirse. Enrique la condució con sumo cuidado hasta el sofá para que pudiera explicarle la historia:

- Mi amor, yo creo que Dorotea se está volviendo loca... -afirmó Ema- ¿Que deberíamos de hacer? ¿Lidiar con ella hasta el postrero paroxismo, o entregarla al manicomio y que la seden hasta que muera?- dudó.

- ¿Quieres que te de mi opinión? Deberíamos llamar al dicho centro ahora, o en cuestión de horas Dorotea nos mirará con sus ojos acusadores de nuestra incredulidad, además se que sufrirás si la ves marchar y no quiero que eso suceda.- estimó su marido.

Tan rápido como terminó, fue hacia la cocina. Allí cogió un pequeño trapo y  echó dos gotas de cloroformo. Se dirigió al cuarto donde reposaba la niña y puso el trapito sobre su nariz. En el momento en el que la niña aspiró la sustancia, todos los músculos de su cuerpo se destensaron.

Mientras su marido adormecía a la chiquilla, ella llamó al manicomio. Les contó la aterradora historia que la niña les relataba:

- Inmediatamente les enviamos el vehículo, yo misma iré en el. Les ha atendido Isabelle.- respondió la muchacha.

Al rato llamaron a la puerta. Tío Enrique fue ha abrirla. Se encontró con una chica menuda, con un cutis sin arrugas. Unos ojos grandes y verdes que inspiraban una alegría inmensa y mucha complicidad. Su pelo era tan largo como las ramas cabizbajas de un sauce llorón y de un marrón chocolate precioso.

-Vengo en busca de Dorotea, tengo entendido que ya la han sedado ustedes.- dijo muy segura.

- Si, efectivamente.

-Bien, pues procedamos con el trasladamiento- dijo sin expresar sentimientos.

Era una chica muy segura de si misma. "Pero ha tenido que pasar mucho. Reflexionó Enrique", pues no muestra sentimiento alguno.

Cogieron a Dorotea con sumo cuidado y ya advertidos de lo que le pasó con su tía, le pusieron una casmiseta de fuerza.


 Cuando Dorotea se despertó se encontraba un poco mareada. Tenía enfrente suya a Isabelle.

- Hola Dorotea. ¿No sabes quien soy verdad?  Bien pues soy simplemente la bruja del Este. No me matastes en realidad, sino que me enviastes a otra dimensión, otro mundo, que dio la casualidad de que fue el tuyo.- Viendo la cara de miedo de Dorotea prosiguió.- No podemos arriesgarnos a que vayas contando a todo el mundo nuestra existencia. Aquí no podemos matarte, nos cerrarían el centro, pero tampoco podemos dejar que vivas sabiendo de nosotros. Solo nos queda una solución, te inyectaremos un ácido neural que te sumirá en un coma... permanente , a no ser que tu frágil cuerpo de niña no pueda soportarlo y mueras. ¿No crees que es una manera simple y discreta de poner fin a lo ocurrido? Adiós Dorotea...- dijo inyectándole el ácido neural.

                                                                *  *  *

Dorotea se encontraba ahora entre dos paredes. Se acercó a una. Podía escuchar una voz que decía:

"Vivir, Sentir, enamorarse, luchar..."

Sin embargo si se acercaba a la otra, podía ver a sus padres y abuelos y escuchar la misma voz diciendo:

"Morir, ser como el viento, como las estrellas, descubrir todo el universo, rendirse..."

Intentó pasar, pero no pudo, un campo de fuerza no le dejaba avanzar. Se quedó donde estaba y se acordó de Isabelle, ahora conocida como La Bruja del Este diciéndole: "Vamos a inyectarte un ácido neural que te sumirá en un coma... permanente".

                                                                 FIN

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