-Alicia ¡despierta! ¡qué vienen los guardias!
Me desperté sobresaltada, me cogió la mano y empezamos a correr. Los guardias ya nos habían visto y nos teníamos que esconder o nos pillarían y a saber que nos podrían hacer. Mi hermana era la única que me quedaba, a mis padres los mataron cuando todo esto empezó, pero ella me protege y nunca dejará que me suceda nada.
-¡Corre, corre!- me decía nerviosa-. ¡Mira allí!
Había un hoyo y nos tiramos a él. Despistamos a los soldados y no consiguieron encontrarnos.
-¿Estás bien?- me preguntó mi hermana y empezó a buscarme a ver si tenía alguna herida a causa de la caída.
-Estoy bien- le contesté apartando sus manos-. ¿Y tú?
-Sí, sí... estoy bien...
Pero no era cierto cuando me acerqué a abrazarla noté un líquido viscoso saliendo de su costal. Estaba sangrando. Se había clavado un palo debajo de las costillas. Empecé a llorar desconsolada. Ella de inmediato me consoló prometiéndome que se pondría bien que no le pasaría nada, que solo necesitaba echarse un poco de agua y reposar.
Y eso hicimos, buscamos un río cercano y allí se enjuagó la herida. Ella seguía perdiendo mucha sangre. Me pidió que vigilara por si venía algún guardia, desde mientras ella se metió dentro del río para ver si el agua le podría cortar la hemorragia, su piel estaba empezando a empalidecerse.
Habría pasado eso de una hora y mi hermana estaba relajada dentro del río, pero un soldado se estaba acercando, no quería molestarla por lo que decidí ir a distraer al guardia, la peor decisión que tomé en toda mi vida. Corrí y me alejé del río tanto como me fue posible y empecé a hacer ruidos para atraer al hombre. Lo conseguí y satisfecha por mi trabajo recién realizado fui a por mi hermana.
Me desconcerté al ver aquella imagen, no me lo podía creer, todo había sido culpa mía... Dos soldados estaban justamente al lado de Lorina examinando su cuerpo. Uno le hizo una señal al otro y este sacó un cuchillo, lo empuñó y decidió cortarle la vena yugular. Pero no puede más tuve que ir a socorrer a mi hermana:
-¡Noooo! ¡No le hagáis daño!- exclamé desconcertada.
Pero ya era demasiado tarde el agua se teñía de rojo y el cuerpo de mi hermana flotaba y la corriente la arrastraba. Yo caí al suelo desconsolada, los guardias corrieron hacia mi y me atraparon, ya no me quedaban fuerzas para seguir luchando.
Me metieron en una celda alrededor de la cual había varios niños más o menos de mi edad también encarcelados. Me arrojaron con desprecio dentro. Mi llanto volvió a ser más fuerte de nuevo. Me puse en la esquina de atrás sentada, rodeándome las piernas con los brazos.
Pasaron varias horas, no sé cuantas serían, pero eran muchas porque mi llanto ya se había calmado. Justo en ese momento vi al conejo con el que esta tarde me crucé. Pasó a toda velocidad por la puerta de la cárcel. Pero tan rápido como pude me acerqué a la verja para ver a donde se dirigía, pero era demasiado tarde ya no estaba. Me angustié todavía más.
Llegó la hora de cenar y un soldado vino a recogerme pero me negué a ir. Me asomé a la reja y me di cuenta que había sido la única que no había querido ir. Justo cuando me di la vuelta y la sorpresa fue impresionante al encontrarme con el gato de Cheshire y su enorme sonrisa.
-¿Qué haces aquí pequeña?
Empecé a lloriquear no sé si por miedo o por alegría de ver a un ser conocido.
-Quiero volver con ustedes, ahora estoy
sola... Quiero irme contigo, con el Conejo Blanco, con el
Sombrerero...
-Pues ya sabes que camino coger,
enhorabuena.
Y empezó a desaparecer poco a poco
dejando por último aquella deslumbrante sonrisa que había iluminado
mi asquerosa celda.
-¡No te entiendo! ¿Qué camino he de
coger?- dije golpeando el suelo donde él había estado.
-¡Tú!-Una voz áspera me hablaba por
detrás- ¿Se puede saber con quién estás hablando?
El guardia no era como los demás...
era una carta. Tal y como vi esta tarde. Me quedé sorprendida y sin
habla.
-¿Es que no me piensas contestar?
Yo no me digné a contestarle, abrió
la celda y me sacó afuera. Empezamos a recorrer pasillos repletos de
gente encarcelada. Y la carta gritaba:
-¡Mirad a esta pequeña, a su edad y
ya está loca!
Ignoré su comentario y me preguntaba
por qué nadie se sorprendía de ver a una carta arrastrando por el
suelo a una niña.
Me llevó hacia el centro de una
habitación redonda con una guillotina en el medio. No podía apartar
la vista del suelo no fuese a ser que pisase alguna cabeza, pues
había muchas de ellas rodando por aquel lugar. Colocaron mi cabeza
en aquel artefacto que chorreaba sangre. Justo en ese momento escuché
un grito agudo y vi a la Reina de Corazones:
-¡¡Qué le corten la cabeza!!
El metal rozó a gran velocidad con sus
postes de madera produciendo un ruido de muerte. Un gran estruendo
estalló en la habitación. Cerré los ojos de golpe y justo al
abrirlos vi al conejo pero esta vez estaba más tranquilo, me estaba
esperando. Me levanté y me puse a su lado justo, en ese momento los
dos corrimos juntos hacia una intensa luz, la cual llegaba a aquel
jardín que había visto a través de la puerta pequeña que me fue
imposible pasar.
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