sábado, 31 de mayo de 2014

No pidas sardina fuera de temporada

     Han pasado varios meses desde que puse la denuncia, desde que encarcelaron al Pantasma, al Puti y al Lejía. Hace ya seis meses desde que Clara se fue.

     Ahora dirijo una prestigiosa empresa de investigación. Mis dos socias, María Gual y mi hermana, me ayudan en todos los casos. Siempre conseguimos resolver el misterio, por muy complicado que parezca.

     Hace unos días, estaba en el cobertizo sin hacer nada, mirando los pósters de policías famosos colgados en la pared, escuchando el Without you. Oí unos pasos apresurados que se dirigían hacía allí. La puerta se abrió de golpe y mi corazón se aceleró, pensando que podía ser... Era María.

- Flanagan, tengo algo que decirte.

- Pues dilo ya, estoy muy liado.

- Estar sentado, escuchando música y mirando a la nada, no es estar ocupado. - dijo ella, en tono burlesco.

- Bueno, ¿me vas a decir para qué has venido?- empecé a enfadarme.

- El juicio es pasado mañana. Te han llamado para declarar.

- Eso ya lo sé. Así que, si no tienes nada más que decirme, deberías marcharte para continuar investigando el asunto del ladrón de dulces.

- Clara está aquí.- respondió tranquilamente.

     Me levanté de la silla y salí corriendo al jardín. Llevaba mucho tiempo esperando este momento. Casi no podía respirar y, entonces, la vi... Estaba más guapa que cuando se marchó. Llevaba una falda corta (demasiado a mi parecer) y una chaqueta de cuero. No llevaba maquillaje; ella no necesitaba añadidos para gustarme.

- Clara, ¿qué haces aquí?

- El juicio se acerca y he venido a ver a mi padre.

- Me alegro de que hayas vuelto a visitarme.

- Sólo estoy aquí porque quería pedirte disculpas. Llevabas razón.

- No tienes que disculparte. Sólo hice lo que me pareció correcto.

     Nos fundimos en un abrazo, que me hubiera gustado que no acabara nunca.

     Ella se marchó, me dijo que tenía que ayudar a su madre con las maletas. No volví a verla hasta el día del juicio.

     Cuando me llevaron a declarar, no sabía lo que iba a contar. Tenía argumentos suficientes como para que todos permanecieran en la cárcel durante una larga temporada. Sin embargo, ¿y si perdía a Clara? Si explicaba que su padre me tuvo secuestrado, ella no volvería a dirigirme la palabra.

     ¿Qué podía hacer?

     Conté lo relacionado con la foto, para incriminar al Pantasma; ese hombre debía estar entre rejas. También hablé del episodio ocurrido en la Tasca. Pero, llegó el momento más difícil:

- Señor Juan Anguera, ¿tiene usted algo que decir acerca del señor Longo?- preguntó el juez.

     Miré a mis padres, quienes me dirigieron una mirada de apoyo. Dirigí la vista hacia Clara. Ella me miraba con ojos llorosos y, entonces, afirmó con la cabeza. Me di cuenta de que había decidido que su padre debía entrar en prisión. Sin embargo, esas lágrimas...

     Finalmente, conté la historia del secuestro, aunque argumenté que el Pantasma había obligado a Tomás a retenerme.

     Una vez acabado el juicio, y antes de que dieran el veredicto, fui a ver a Clara.

- ¿Cómo estás?- le pregunté.

- Bien.- dijo llorando.

- Escúchame atenta, yo no quería enviar a tu padre a la cárcel.

- Lo sé, pero él es culpable. Te hizo daño y eso lo tendrá que pagar.

     En ese momento, el juez anunció el veredicto:

- Este jurado ha decidido que D. Miguel Pascual, conserje del Instituto Catalonia, sea declarado culpable de pedofilia y venta de droga a menores; se le imponen veinte años de cárcel. Que D. Jordi Vidal, alias el "Puti", sea declarado culpable de abuso a menores y chantaje; se le imponen diez años de cárcel. Que D. Tomás Longo, alias "Lejía"...

      Miré a Clara. Ambos estábamos esperanzados de que quedara liberado. Estaba difícil, pero no perdíamos la ilusión.

- Sea declarado culpable de venta de droga y secuestro bajo coacción; se le imponen cinco años de cárcel.

     Clara rompió a llorar. Corrí hacia ella y la abracé. Sentí que me necesitaba y yo iba a estar con ella, apoyándola todo el tiempo que su padre estuviera entre rejas. Compartiría sus alegrías y lloraría con ella, si hacía falta, porque, si ella caía y yo no conseguía levantarla, me derrumbaría a su lado.







Continuación de "Memorias de una vaca"

Todos estábamos allí, incuso yo. ¿Qué pintaba una vaca en aquella situación?, la respuesta es nada, pero era mi criadora y yo también quería estar presente.

–¿Estás segura que quieres ver esto –me preguntó El Pesado.

Tampoco estaba seguro de querer verlo así que me fui. Cuando comencé a oír lloros y lamentos supe que ya había llegado su hora. Pauline Bernardette se había convertido en mi antigua criadora.

Estuve mucho tiempo cabizbaja, se podían contar por meses, estaba muy delgada, comía poco y ademas ya no aportaba nada al convento de modo que me echaron. En ese momento El Pesado volvió a aparecer.

–¿Qué piensas hacer? –me dijo.
–Lo mismo te iba a preguntar yo –le respondí.
–¿No pensaras en regresar a Balanzategui, verdad?
–¿Tenemos otra opción? –le dije.

Durante unos minutos estuvimos debatiendo el lugar al que iríamos, pero definitivamente, yo quería ir a Balanzategui y como el dueño de mi cuerpo soy yo y no ella, al final nos encaminamos hacia allí. Mientras andaba me acordaba de todo lo que había vivido allí y me surgían varias preguntas, ¿Seguiría Gafas Verdes viviendo en aquel molino?¿Habrá regresado La Vache también?¿Quién estará a cargo de Balanzategui ahora?. Definitivamente tenía que ir a Balanzategui, no podía quitarme esas preguntas de la cabeza. A medida que iba andando, me iba haciendo esas preguntas con más frecuencia cada vez, y cuando quise darme cuenta ya había anochecido y El Pesado llevaba rato diciéndomelo.

–Perdón, ¿Qué querías Pesado? –le pregunte una vez me retomé.
–Digo que ya ha anochecido –me contestó–. Deberíamos buscar alguna cueva o algo donde refugiarnos 

Dicho y hecho me puse en busca de una cuevas. Un par de minutos después di con una que casualmente se parecía mucho a la de donde vivían esos jabalíes con los que se fue La Vache. Un momento, era esa misma, de manera que otra gran pregunta me surgió en la cabeza, ¿Seguirá viviendo La Vache aquí?, si no fuese el caso, ¿Dónde estaría ahora?. Ya era muy tarde, y no estaba por la labor de pensar de forma que me eche en el suelo de aquella cómoda cueva y me dormí. 

A la mañana siguiente, me desperté por un ruido que parecía ser de un animal, yo pensaba que eran los jabalíes que querían que saliera de la cueva pero cuando salí de la cueva me percaté de que un pequeño osezno estaba rodeado por una jauría de coyotes. En ese momento mi instinto me dijo que fuese a ayudarlo, no me dio tiempo a reaccionar y ya había alejado a los coyotes tras pegarle una cornada a uno de ellos. El osezno seguía vivo pero ahora me preguntaba donde estaba su madre.

–¿Dónde está tu madre –le pregunté sin recibir respuestas.
–Vamos déjalo, su madre va a aparecer en cualquier momento y te vas a meter en problemas –me dijo El Pesado.
–¿Dónde está tu madre –le volví a preguntar.
–No lo sé, me he perdido –respondió el osezno con voz tímida y al momento rompió a llorar.

Aunque El Pesado opinaba lo contrario, no podía dejar a aquel osezno allí solo, los coyotes podrían regresar, así que sin pensármelo dos veces monte al pequeño oso en mi lomo y fuimos en busca de su madre.

–¿Cómo te llamas, pequeñín? –le pregunté.
–Me llamo Tom –me contestó un poco más tranquilo–. aunque todos mis amigos me dicen Peque porque soy el más pequeño de ellos.

Esa contestación me sobresaltó un poco, donde el osezno vivía, vivían más familias de osos. Podrían atacarme al llegar, de modo que debía de andar con cuidado.

Después de varias horas de caminata de escuchó un ruido a lo lejos, a medida que nos acercábamos al lugar yo iba reconociendo aquel ruido, sin duda había sido un disparo. Nos acercamos hasta tal punto que se empezaron a oír a unas personas. Nos escondimos detrás de unos árboles y observé la situación.

–Maldito oso, casi nos mata –dijo uno de los cazadores
–Sí pero, ¿has visto que tiro le he pegado? –le preguntó el otro cazador
–Sí, ¿Cuánto crees que nos darán por su pelaje?
–Lo suficiente –le respondió

De repente el pequeño osezno que estaba sobre mi lomo comenzó a llorar y en ese momento entendí lo que ocurría. Aquel oso, resultaba ser su madre. Como decía el osezno comenzó a llorar y los cazadores nos oyeron, así que tuve que echar a correr y huir de aquel lugar. Una vez ya alejado lo suficiente me pregunte a mi mismo, ¿ahora donde lo llevo?. El Pesado me recordó lo que me dijo sobre el oso, "Dejémoslo aquí, te vas a meter en problemas". Obviamente no me dijo eso exactamente pero él solo me recordó la parte que me perjudicaba.

 Poco después de ir andando, el osezno se bajo corriendo de mi lomo y se metió entre el bosque, yo le seguí hasta que me di cuenta de que había encontrado su refugio.  Nadie sabe que le reparará el futuro de modo que no me queda otra que vivir en el presente, y mi presente ahora es regresar a Balanzategui una vez todo esto ha pasado.

viernes, 30 de mayo de 2014

El Misterio Velázquez.

Habían pasado ya cinco años desde la muerte de Velázquez cuando me casé con la mejor mujer que pisó España. Hoy, día 24 de Mayo es nuestro aniversario, hace ya 38 años que me casé con mi difunta esposa Maribárbola y hace poco, nuestro único hijo barón ha cumplido 20 años. Y es que Don Acedo sabía en todo momento lo que decía, y ahora me doy cuenta de que siempre quiso lo mejor para mi cuando me aconsejó que me casara con ella y, decir tengo, que mejor no ha pudo irme.

Aún recuerdo mis aventuras en mis años de mozo. Siento día a día cada experiencia que con Don Diego compartí, mi llegada a palacio, mi encuentro con Nerval y su extraña conducta, la muerte de mi maestro y amigo y su querida esposa, la que fue mi "madre" durante el tiempo que viví en la Casa del Tesoro...

No dejo pasar un día sin acordarme de las insólitas palabras que Nerval pronunció dirigiéndose a mi, y poco a poco, los años me van ayudando a descifrar el acertijo, y es que tengo 58 años y soy la persona más vieja de Palacio aunque me pese. Quizás salga realmente el último del cuadro, quizás veré morir a todos los seres queridos que en él estaban.

Tuve una mala época a lo largo de mi tiempo casado y siendo padre de familia, las obligaciones y los años se me echaban encima. No podía hacerme a la idea de seguir viviendo. Maribárbola murió hace cuatro meses, dejándome solo a cargo de mi hijo el cual tuvo alguna enfermedad a la que hoy en día se le llama síndrome de Down pero que por aquel entonces era desconocida.

En cuanto pude, siento decir, que me deshice de él y lo deje a cargo de una buena mujer a la que contrate.

Cuando me suelo sentir mal siempre iba a un viejo barranco que da al bravo río que pasa por las cercanías de Madrid. Fue allí, entonces, cuando me lancé río abajo tratando por todos los medios deshacerme de la triste vida que tuve desde entonces.

Solo recuerdo encontrarme en el barco que me llevó a España y en el que conocí a Acedo. Recuerdo que hubo un incidente y empezó a hundirse el barco. Esforzándome un poco más en recordar el extraño sueño que tuve puedo ver en mi mente como nos precipitábamos al fondo del mar, nadé como un pez buscando una salida posible pero solo encontraba los cuerpos sin vida de mis acompañantes. Entonces, en uno de los camarotes se encontraba Nerval, pero era diferente, como si su cara estuviera desfigurada y con nitidez.

-Entraste el último y saldrás el último pero jamás tuviste en cuenta quién soy.

En ese momento desperté y me encontraba en mi cama, en la habitación silenciosa y oscura donde acostumbraba a dormir con ella.

Me levanté, aún tenía el pelo mojado, me senté en la cama mientras alborotaba el poco pelo que quedaba en mi cabeza, en ese momento me di cuenta de quién era realmente Nerval y de que era inmortal. Me eché a llorar, yo no quería vivir eternamente, ¿qué clase de tortura es esa? Veré nacer y morir a las mismas personas, perderé a las pocas que me quedan y me veré solo en el mundo.

Poco a poco empecé a darme cuenta de que mi rostro dejó de envejecer, y ciertamente fue algo que me alivió bastante. Cada día que pasaba me hacía más joven e iba olvidando y aprendiendo ciertas cosas, pero mi memoria nunca falló.

Hoy tengo unos seis años y es posible que mañana se me olvide como escribir, dentro de una semana aproximadamente no sabré andar y a la siguiente dejaré de hablar y de masticar y de respirar. A lo mejor, sea lo que sea Nerval, cambió de opinión y ya no me quiere aquí. A pesar de todo siempre recordaré todo lo que he contado porque lo he vivido y lo vivido nunca se olvida.